(Hidden Figures; Theodore Melfi, 2017)

Si algo bueno salió de mi haber visto Talentos ocultos es que por fin entiendo un poco mejor mi problema con películas como Talentos ocultos. Es extraño sentir animosidad hacia una película simpática, alegre y visualmente competente que aboga por la igualdad, la perseverancia y el talento científico. Pero es también algo decepcionante que una película con estas cualidades aborde un tema tan fértil como el racismo con una simplista interpretación del mundo. Talentos ocultos es quizá una película con buenas intenciones; convencida de que su mensaje es uno de aceptación porque, en un nivel superficial, exhibe lo indispensables que fueron tres mujeres de color en uno de los mayores triunfos de la ciencia estadounidense. Es un mensaje simple con el que es difícil no estar de acuerdo, pero no creo que esto sea lo que la película dice en realidad.

Una lástima, porque Talentos ocultos está construida sobre un carismático y estupendo elenco central. Taraji P. Henson, Octavia Spencer y Janelle Monáe interpretan a Katherine Goble, Dorothy Vaughn y Mary Jackson, respectivamente, tres mujeres afroamericanas que trabajan en el Centro de Investigación Langley de la NASA como “computadoras”, realizando los cálculos necesarios para los complicados procedimientos de vuelo y aterrizaje de las naves espaciales. Katherine, Dorothy y Mary trabajan en un área segregada; su oficina la integran sólo mujeres de color. En el año de 1961, sus ambiciones profesionales todavía parecen algo fuera de su alcance, pero es también el momento en que las cosas están empezando a cambiar. Por órdenes de su supervisora Vivian Mitchell (Kirsten Dunst), Katherine se convierte en la primera mujer de color en formar parte de la fuerza especial de Al Harrison (Kevin Costner). Mary, quien sueña con ser una ingeniera, se embarca en una odisea legal para conseguir el título necesario. Dorothy, quien desde hace tiempo desempeña las tareas de supervisora de su área sin el título ni salario correspondientes, encuentra una oportunidad para hacerse indispensable cuando se entera que en uno de los edificios se va a instalar una computadora electrónica que sus encargados no pueden hacer funcionar del todo bien.

Talentos ocultos está construida, de manera algo torpe, alrededor del vuelo Mercury-Atlas 6, aquel que llevó al astronauta John Glenn al espacio y de vuelta. Colocar a un hombre estadounidense en órbita se vuelve imperativo para el gobierno estadounidense después de que Rusia se les adelantara en la carrera espacial al hacerlo primero con Yuri Gagarin. Pero Talentos ocultos hace poco énfasis en el contexto de la Guerra Fría en que sus hechos suceden; está más interesada en la discriminación que Katherine, Dorothy y Mary sufren día a día, una parte importante de sus vidas que la película lleva al extremo. Ya sea en la casual desconsideración con que Vivian trata las peticiones de Dorothy, la forma en que Mary se resigna inicialmente a su tarea de computadora, o la desconfianza que el ingeniero Paul Stafford (Jim Parsons) muestra a Katherine al rayar de negro sus archivos al punto de que hacen el trabajo de ella imposible, la raza define cada interacción, cada desarrollo de la trama de Talentos ocultos. Estas dinámicas se sienten acordes a la época, pero terminan por ser casi lo único que conocemos de las vidas de sus protagonistas. Talentos ocultos deja que su raza defina a Katherine, Dorothy y Mary. No nos permite imaginarlas de manera compleja.

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La película se resiste a mostrar personajes matizados, pero también a integrarlos a una narrativa efectiva. El guion, a cargo de Allison Schroeder y del director Theodore Melfi, frecuentemente nos muestra a Katherine, Dorothy y Mary juntas, en escenas que termina convirtiéndose en las más carismáticas de la película, pero sus historias nunca convergen en realidad. La película se concentra en sus vidas diarias, tanto en casa como dentro de la NASA, vidas que resultan de poco interés porque los personajes carecen del detalle y complejidad que en el cine hacen que personas con rutinas normales en verdad cobren vida. Hacer de la misión de John Glenn el clímax de la película se siente como un error; forzado porque es un evento que es más importante para la historia de Estados Unidos que para las tres.

Melfi le da a Talentos ocultos algo de ligereza, y la alegre y brillante fotografía de Mandy Walker nos sugiere correctamente que ésta no va a caer en los extremos manipuladores que acongojan a muchas películas que abordan temáticas socialmente importantes. Talentos ocultos es una película agradable y atractiva en la superficie. Su combinación de historia social con un enfoque relajado puede crear la ilusión de sutileza. Pero esta combinación supone para mí un problema. Películas como Talentos ocultos no están diseñadas para exponer las situaciones sociales que tratan. No en verdad. Hay una marcada diferencia entre Talentos ocultos y una película como Selma: El poder de un sueño, a pesar de que ambas películas parecen similares en la superficie. Pero la película de Ava DuVernay mira más adentro; en ella uno apoya a los héroes, pero de alguna manera entiende por qué sus adversarios se oponían a ellos, y las maquinaciones de la sociedad en la que los dos existen. La razonable caracterización del presidente Lyndon Johnson nos permitía entender mejor la causa de Martin Luther King Jr., quien también era retratado como alguien con defectos humanos, alguien que duda.

Talentos ocultos nos muestra personajes de casi absoluta virtud y defectos inexistentes. Sus antagonistas nunca parecen ser producto de la sociedad que supuestamente habitan. La frase “así son las cosas” sale varias veces de sus bocas, pero su comportamiento no tiene una verdadera lógica. Su comportamiento nunca parece tener otra meta que la dificultar la vida Katherine, Dorothy y Mary. Entonces éstos se convierten más en caricaturas que en personas de verdad. Lo aterrador de la discriminación es que ésta tiene sirve un propósito, por lo menos en la mente del que discrimina (esto es algo que Luz de luna hizo de maravilla). Es eso por lo que continúa siendo lamentablemente vigente. No hay nada fundamentalmente incorrecto en una película que muestra a sus villanos como villanos, pero en una película basada en el mundo real, que aboga por la aceptación y el entendimiento, que una película tan abiertamente dé la impresión de que no entiende lo que trata, parece un enfoque incorrecto.

★★