(Logan; James Mangold, 2017)

Hay momentos de Logan en los que se pueden ver señales de una excelente película de los X-Men, de una verdaderamente honrosa despedida a uno de los más icónicos personajes del cine de superhéroes. En su lugar, la más reciente aventura en solitario de Wolverine, el rudo y sereno mutante con capacidad de regeneración e icónicas garras del irrompible metal adamantium, sucumbe a los mismos vicios de una serie a la vez bendecida y condenada por su lugar en el tiempo. X-Men, dirigida por Bryan Singer y lanzada en 2000, se adelantó a la manía de superhéroes que dominaría el Hollywood del nuevo milenio, pero fue rápidamente eclipsada por la energía visual de El hombre araña de Sam Raimi, la madurez narrativa de Batman inicia y el sardónico carisma de Iron Man: El hombre de hierro de Jon Favreau. La novedad de la franquicia mutante se fue diluyendo a lo largo de entrega tras entrega que regresaba a su variado elenco y a su simpática metáfora de la discriminación sin ofrecer nada nuevo. A pesar de sus deficiencias, es algo admirable que la serie haya sobrevivido por diecisiete años y diez películas y no parezca dispuesta a desaparecer. La serie tiene verdaderos placeres, y uno de estos siempre ha sido Hugh Jackman en el papel de Wolverine, el único miembro del equipo que ha sido capaz de sostener su propia trilogía de películas (y la única parte rescatable de X-Men: Apocalipsis). 

Logan es muy probablemente último capítulo de esta trilogía, y esto parece haberle dado licencia a la película para vestirse de adulto sin verdad ameritarlo. John Mathieson, el director de fotografía, le da una estética dramática y expresiva, más en sintonía con westerns clásicos que con entregas anteriores de la serie (aunque algunas de sus mejores composiciones pierden mucho de su impacto como consecuencia del rápido ritmo de corte de la película). El ser clasificación C en lugar de B, por su parte, le permite mostrar decapitaciones y miembros perdidos, y no ser culpable de la carnicería sin sangre a la que muchas películas de superhéroes sucumben.

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Logan se ambienta en el año 2029, pero en qué parte de la complicada línea del tiempo de la serie se encuentra en realidad, la verdad no tengo idea (X-Men: Días de un futuro pasado revitalizó a la franquicia en 2014, pero también le heredó una cronología tan complicada y confusa como la de, pues, un cómic). Wolverine, también conocido como James Howlett o Logan, quien alguna vez lideró a los X-Men en batalla contra un militar con planes de decimar a los mutantes y a una hermandad de villanos con planes de dominación mundial, es ahora poco más que un chofer de limusina y el cuidador y proveedor del Profesor Charles Xavier (Patrick Stewart), el telepático, parapléjico mentor de los X-Men. Logan y el Profesor X han visto mejores días; la mutación que alguna vez hizo inmortal a Logan ahora lo está matando lentamente; Xavier, por su parte, sufre de una enfermedad degenerativa que le provoca ataques de telepatía que pueden ser mortales para aquellos que lo rodean.

En un intento de mantener un tono desolador y apagado, sin eliminar todo rastro de esperanza de la historia, el director James Mangold y sus coguionistas Scott Frank y Michael Green recurren a un recurso narrativo bastante trillado. Necesitado de dinero y obligado por las circunstancias, Logan recibe la tarea de llevar a una niña fugitiva a un refugio secreto en Dakota del Norte. Laura (Dafne Keen), la niña en cuestión, es una mutante creada artificialmente, seguida de cerca por Donald Pierce (Boyd Holbrook), el mecánicamente mejorado jefe de seguridad de Transigen, el proyecto científico que creó a la niña, quien tiene intenciones de eliminarla. La historia de redención, del descongelamiento del frío corazón de adamantium de Logan, es una plataforma servible para explorar alguna profundidad desconocida del personaje. El problema de Logan es que este esqueleto es lo único que tiene de profundidad. Nuestra familiaridad con el personaje, así como la textura de la película, crea la ilusión de profundidad, aun si en ninguno de los 137 minutos que dura la película vimos un lado de él que no hayamos visto antes.

Este parece problema tanto de ejecución como de concepto. Aunque Logan se presenta como una interpretación seria y madura del personaje, esta interpretación debe igualmente compartir los elementos más absurdos de la serie. Sí, ésta es una película en la que Logan y el Profesor X contemplan su propia mortalidad y la mortalidad de la raza mutante, pero es también una película en la que el villano principal, el tipo de villano que Deadpool (una disparatada película que constantemente rompe la cuarta pared y de alguna manera existe en el mismo universo que Logan) ya dijo que era un cliché, es sometido por una tropa de niños con simpáticos superpoderes y cuyo jefe no tiene mayor caracterización que la de científico loco.

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Los intentos de Logan por extraer emotividad de su historia son más manipuladores que otra cosa. Un considerable interludio que se concentra en una anónima familia rural parece diseñado explícitamente para reforzar la idea de que todo por lo que Logan se interesa termina por morir. En un intento de evadir el cliché del niño insoportable cuya boca no le para, Mangold y sus guionistas hacen de Laura una máquina de matar que se hace pasar por muda. Esto plantea un obstáculo para la construcción de un vínculo significativo entre ella y Logan, pues la película nunca se detiene para mostrarlos hablar y convencernos de que tienen algo en común, de que a Logan en verdad le importa esta niña por alguna razón ajena a las obligaciones de la trama. La naturaleza bonachona de Jackman, y por extensión de su Wolverine parecen ser lo único que lo llevan a cuidar de Laura. Pero esto, a su vez, plantea otro problema, pues esta caracterización debe coexistir con la interpretación en pantalla más sanguinaria y salvaje del personaje, la cual carece de la ruda precisión de su cameo en X-Men: Primera generación, o su papel regular de cascarrabias en muchas otras entregas de la serie.

Habiendo dicho esto, Jackman y Stewart, cuyo personaje se une a Logan y a Laura en su viaje por el país, son la principal fuente de emotividad de la película. Logan es quizá la última vez que cualquiera de los dos actores interprete a estos personajes (ambos actores declararon casi definitivamente que con ésta se despiden), los cuales han sido suyos desde la inauguración de la serie y esto parece haberle inyectado algo de genuina melancolía a la película. Esta melancolía, sin embargo, rara vez está justificada por la película. Su historia no está a la altura de la realidad. Logan no es una mala película, o una que deshonre a su personaje titular, pero es una lástima que el canto de cisne de una de las figuras más importantes del cine de cómics no invite a recordar aquello que lo hizo memorable, sino a simpatizar con la idea de que se le retirara con la dignidad que le quedaba. Quizá Logan sí se estaba haciendo un hombre viejo.

★★1/2