(T2 Trainspotting; Danny Boyle, 2017)

El ingenio y sentido del humor de Danny Boyle no se limita a la estética de sus películas, sino que también parece influir en la manera en que éste maneja su carrera. El director inglés nunca se ha encajonado en un género específico. Sus créditos incluyen la comedia negra Tumba al ras de la tierra, la reinvención del género zombi Exterminio y el thriller de ciencia ficción Sunshine: Alerta solar. Cuando Quisiera ser millonario y 127 horas lo convirtieron en un favorito del Oscar, éste respondió con el bizarro thriller En trance. Y ahora, casi dos años después de que su biografía de Steve Jobs, encabezada por un elenco de estrellas de Hollywood y basada en un guion del monumental Aaron Sorkin, volviera a llamar la atención de la Academia, Boyle regresa con un proyecto que a primera vista parece cínico, vulgar y mal aconsejado: una secuela a Trainspotting: La vida en el abismo, la historia de un grupo de amigos escoceses adictos a la heroína, y la película que lo puso en el mapa. Muchos directores regresan a sus mayores éxitos cuando están necesitados de dinero (véase Francis Ford Coppola y toda la franquicia de El padrino), pero una mirada casual a la historia de producción de T2 Trainspotting: La vida en el abismo, revela a un Boyle entusiasmado, para nada paralizado por la posibilidad de manchar el legado de su obra más conocida y mejor recordada.

Veinte años después de haberse desaparecido con las 16 mil libras esterlinas que él y sus amigos obtuvieron de una venta de drogas, el ex adicto Mark Renton por fin regresa a Edimburgo. Sus viejas compañías se encuentran mayormente limpios, pero no necesariamente mejor que antes. Daniel “Spud” Murphy (Ewen Bremner) dejó las drogas por un tiempo, consiguió un trabajo y tuvo un hijo con su pareja Gail (Shirley Henderson), antes de perderlo todo por un inocente descuido. Simon “Sick Boy” Williamson (Jonny Lee Miller), el experto de Sean Connery de la película original, y su joven novia búlgara Veronika (Anjela Nedyalkova) se dedican a la extorsión de hombres de clase alta. El temperamental Francis “Franco” Begbie (Robert Carlyle) se encuentra cumpliendo una sentencia de 25 años en prisión. ¿De qué se trata T2? Definitivamente no es un refrito de Trainspotting (aunque a veces da esa impresión). La clínica mirada a la juventud de la película original da lugar a lo que se siente como una placentera, absurda visita a viejos amigos, con una trama que encuentra a Renton y Sick Boy tratando de montar un burdel clandestino, a Begbie llevando a cabo un descabellado plan para fugarse de prisión y vengarse de Renton, y a Spud convirtiéndose en el pródigo biógrafo del grupo y cronista de sus excesos juveniles.

T2 Trainspotting La vida en el abismo1

T2 es una película más explícitamente cómica que su predecesor. Usando el improbable modelo de las últimas dos películas de Star Wars, Boyle y su guionista John Hodge llenan a T2 de referencias a los momentos más icónicos de Trainspotting, como regodeándose en el culto de la película original, como buscando las risas de reconocimiento de los verdaderos fanáticos. El monólogo de “escoge la vida” que abrió Trainspotting como con una inyección de adrenalina, es actualizado con referencias a Facebook, Instagram, Twitter, reality shows y otros símbolos de la cotidianidad del siglo XXI. Se repite el momento en que Renton es casi atropellado por un carro y dirige una mirada de salvaje alivio al conductor. Kelly MacDonald, quien interpretó a la menor de edad con la que Renton salió brevemente, regresa en un astuto cameo. T2 parece enamorada de su propia mitología, pero es también una película mucho más triste y melancólica que su predecesor. Las referencias nos recuerdan lo bajo que sus personajes han caído, su incapacidad de escapar quienes fueron alguna vez. Más que en la película anterior, se sienten las consecuencias de la mentalidad autodestructiva de sus personajes. Es una cosa ver a jóvenes de veinte años atorados en esta dinámica, es otra regresar a ellos dos décadas después y comprobar que lo único que ha cambiado es su edad. Esta decadencia se extiende tambien a la presentación de la película. La vibrante y seductora fotografía análoga de Trainspotting da lugar a la más fría y degradada del pionero del cine digital Anthony Dod Mantle. La narración de Renton, la cual hizo que la película original fluyera con la rapidez y levedad de un vulgar y grosero cuento para niños, se encuentra ausente.

Pero la caracterización del vicio de Trainspotting se mantiene. Central a ambas películas es que ésta es una condición mental que busca el alivio inmediato en lugar del beneficio a largo plazo. Lo que se siente bien en el momento termina convirtiéndose en la piedra angular de cuatro vidas miopes. Es por eso que Sick Boy sólo puede concentrarse en atolondrados planes para ganar dinero. Es por eso que Begbie apenas puede controlar su ira y sucumbe a la mínima provocación. Es por eso que Spud, el inquieto prodigio del grupo, se vuelve inútil y ocioso sin una meta fija. Renton fue capaz de construir una vida más o menos saludable, pero sólo porque remplazó la heroína por el ejercicio. El bajo rendimiento del grupo y falta de enfoque parece haber sido lo que en un principio los hizo marginados, y lo que hizo de la droga el medio de rebeldía de su elección. El rechazo parece haber alimentado su egocentrismo y su desinterés en los que lo rodean.

T2 Trainspotting La vida en el abismo2

Pero en T2, la nostalgia toma el lugar de la heroína. Regulares flashbacks nos llevan a la infancia de Renton y sus amigos, y segmentos de la película original se incorporan de manera ingeniosa a la narrativa. El fantasma del pasado persiste seductoramente. El mensaje parece ser que, tan turbulentos y devastadores como fueron los eventos de hace veinte años, son preferibles a la actualidad, pues no son una lucha diaria por intentar de encajar en una sociedad que no parece tener lugar para uno. T2 tiene un sentido del humor más absurdo que su predecesor, que a veces funciona de maravilla (La secuencia en que Renton y Sick Boy improvisan un himno anti-católico para escapar de un bar y de la volátil clientela protestante a la que le habían robado sus tarjetas de crédito) y a veces cae de bruces (la secuencia en que Begbie persigue a Renton después de haber devorado pastillas de Viagra) pero su chiste más importante es que, para contar la historia de un grupo de amigos atorados en el pasado, Boyle parece haber creado una película igualmente atorada en el pasado. ¿Es esto un intencional y triste comentario de la tragedia de Renton y compañía? ¿O una consecuencia accidental de un director regresando al patio de recreo de su juventud? No tengo idea. Pero si T2 tiene un mensaje, es que lo indulgente y lo trágico a veces están dolorosamente ligados.

★★★1/2