(Author: The JT Leroy Story; Jeff Feuerzeig, 2016)
JT Leroy nació en la Virginia del Oeste rural y fue criado por su madre, Sarah, una prostituta que frecuentaba las paradas de camiones al lado de la carretera. Para cuando llegó a la adolescencia, JT había sido víctima de abuso sexual y contagiado de VIH. Vivió como vagabundo y drogadicto en las calles de San Francisco antes de ser adoptado por una pareja local. Por fin en un hogar estable, JT recibió atención psicológica y, en virtuosos cuentos, empezó a relatar su niñez y su complicada identidad. JT siempre se vio como una mujer a pesar de haber nacido hombre. Sus cuentos eventualmente llegaron a las manos de un agente literario y finalmente a las de una editorial. Publicó dos novelas y una colección de cuentos de amplio contenido autobiográfico. Los libros atrajeron la atención de críticos y celebridades. Se convirtieron en masivos éxitos de ventas. Por un breve periodo a principios del siglo XXI, JT Leroy se había convertido en un ícono, en la singular voz de una cultura alternativa.
Ésta es una biografía impresionante para alguien que nunca existió en realidad. Leroy fue la creación de Laura Albert, una mujer de San Francisco y un fascinante personaje que Escritor: La historia de JT Leroy, el nuevo documental de Jeff Feuerzeig, pudo haber abordado en infinidad de maneras. El primer acierto de Escritor es que su tema de elección es rico y diverso. Dependiendo de dónde se le vea, Laura es la perpetradora del fraude literario del siglo, una oportunista que se aprovechó de causas sociales para procurarse fama y fortuna, o simplemente la talentosa escritora detrás de una breve bibliografía que conmovió a millones. Su historia, de manera similar, es una reflexión cómo se construye la celebridad en la actualidad, sobre la importancia o irrelevancia de la relación del público con el autor de una obra; toda envuelta en una tragedia épica sobre el mundo del espectáculo, con todo y un tenaz reportero haciendo el papel de detective y más cameos de celebridades que Zoolander.

Al centro de todo está, por supuesto, Laura, quien no resulta del todo disimilar a Leroy. Escritor nos invita a comparar la vida del prodigio ficticio con la de su creadora y, quizá, concluir que si bien Laura inventó los detalles, pudo retratarla de una manera tan conmovedora porque, a grandes rasgos, pasó por lo mismo. Laura cuenta cómo ella también fue víctima de abuso sexual. La violencia que Leroy sufrió a manos de los novios de Sarah encuentra un paralelo en el tiempo que Laura estuvo internada en un hospital psiquiátrico. Y el rechazo de Leroy hacia su cuerpo masculino no es del todo distinto al que Laura sintió hacia el suyo (desde niña sufrió de sobrepeso) y que disfrazó con la voz británica que alguna vez adoptó para impresionar a un novio skinhead o persuadiendo a su hermana a vestirse con los atuendos punk que ella no se atrevía a usar. Laura es un personaje conmovedor incluso desde antes de que ser tocada por la fama y que Leroy se convirtiera en el tesoro del director Gus Van Sant, el cantante Billy Corgan y la actriz y directora Asia Argento, con quien tuvo un improbable romance.
¿Qué es lo que nos cautiva de un artista, de una celebridad? De esta pregunta, Escritor aborda los dos lados. Laura y su esposo Geoffrey Knoop, un músico aspirante, parecen ya enamorados con las estrellas que terminan por convertirse en los mayores promotores de Leroy. Ella es una admiradora de las películas de Van Sant y él de la música de Corgan. Una relación personal, aunque unilateral, ya existía entre Laura y ellos. Es su arte lo que los cautivó, dice. Laura, entonces sugiere que lo que llevó la atención del mundo hacia Leroy fue simplemente la calidad de sus escritos. Que el trabajo, más que el creador, es lo que mueve al público. Éste no es un argumento terrible, pero es también una forma demasiado fácil de despreciar críticas legítimas contra el fenómeno de Leroy. ¿Quién es ella para decir que el mundo respondió solamente a la prosa Leroy? ¿No contribuyó el que el autor apenas apareciera en público (porque pues, no existió en realidad) a darle un culto similar al de los ermitaños Thomas Pynchon y J.D. Salinger? ¿No contribuyó también la encantadoramente tímida interpretación de Leroy que dio Savannah Knoop, la andrógina hermana de Geoff, detrás de unos lentes oscuros, una peluca rubia y un sombrero? ¿Qué hay de las personas que respondieron al sensacional triunfo sobre la adversidad Leroy? ¿Que abogaron por alguien que, como joven transgénero, merecía hacerse notar? JT Leroy escribía ficción, pero escribía ficción basada en una vida que había supuestamente vivido y sus lectores así lo interpretaron. Es difícil invocar la muerte del autor cuando el autor es una parte tan importante del trabajo en cuestión. Uno de los pocos tropiezos de Escritor es que acepta el criterio de Laura con tanto entusiasmo que ni siquiera se atreve a entretener una perspectiva contraria.

Escritor se encuentra inevitablemente abrumada por lo fértil de su tema y limitada por su tiempo de duración de dos horas. A un ritmo acelerado, la película salta constantemente entre dos historias. La primera cubre los diez años que duró el engaño, las acciones de Laura y cómo éstas repercutieron en el mundo exterior. Es una surreal tragedia construida sobre un secreto que se muere por salir a la luz. La segunda cuenta la juventud de Laura y cómo ésta informó la creación de JT. Es la historia de una mujer criada para sentirse cómoda sólo en la piel de alguien más, cuya incapacidad de mostrarse a sí misma se convierte en la señal más aparente de sus inseguridades. Feuerzeig construye dos narrativas absorbentes, pero es difícil sacudir la impresión de que Escritor es más provocadora que verdaderamente profunda. Ésta es una película que quizá sería mejor si durara una hora más.
La gracia redentora de Escritor, y su verdadero toque magistral, es finalmente el invaluable punto de vista de Laura, cuya interpretación de los hechos inevitablemente se perdió una vez que la mentira fue expuesta. Sentada frente a una pared con un tapiz de los escritos de Leroy, Laura cuenta cándidamente a la cámara cómo, en los noventas, se sintió tan abrumada que no vio más opción que dirigirse a una línea de prevención al suicidio y empezó a desnudar su alma bajo el seudónimo de Terminator, un niño de doce años que terminó por evolucionar en una personalidad compleja y convertirse en un fenómeno literario. Con esta información, la mentira de Laura adquiere una dimensión más. JT Leroy no fue un fraude concertado, sino un intento de confesión que se salió de control. Jeremiah Terminator Leroy nació de las inseguridades de Laura, de su incapacidad de dirigirse al mundo por temor a ser juzgada. Apoyado en esta perspectiva, Escritor se convierte en un ensayo sobre la función que sirve la ficción para su autor, la de permitirle expresar sentimientos que quizá duele demasiado expresar como uno mismo. ¿Hace el contexto ficticio que estos sentimientos sean menos reales? ¿Menos humanos? ¿El que Laura se hiciera pasar por alguien más la hace menos simpática?