(Patriot’s Day; Peter Berg, 2017)
En el corazón de Día del atentado, la nueva película de Peter Berg sobre el atentado del maratón de Boston, se encuentran dos verdades que son obvias pero difíciles de conciliar. La primera es que el atentado fue una tragedia. La segunda es que la intervención de Estados Unidos en países del Medio Oriente como Irak y Afganistán ha resultado en las muertes de miles personas, muchas de ellas inocentes. Estas verdades son difíciles de conciliar por sus opuestos papeles en los conflictos a escala global de la actualidad. Su atrocidad invita a tomar partido en un lado o en otro, y reconocer una genera la impresión de que se está despreciando la otra. Pero estas verdades no son mutuamente exclusivas, sino matices de la complicada situación que se vive hoy en día. No dudo que Día del atentado haya sido hecha con buenas intenciones: honrar aquellos que murieron o fueron heridos en las explosiones ocurridas en la meta de la carrera celebrada el Día del Patriota (un día festivo observado en ciertos estados de la unión americana el tercer lunes de abril), así como las acciones de los policías y médicos que respondieron a la crisis y el espíritu de la ciudad en Boston en general. Pero estas buenas intenciones eventualmente dan lugar a un sentimiento de autoridad moral y bélico patriotismo que eclipsa el amor y compasión que la película dice promover.
Día del atentado raya en lo propagandístico, pero para complicar las cosas, no es una mala película. Es torpe, sentimental y simplista, pero también contiene actuaciones controladas y emotivas y algunas de las secuencias más tensas que Hollywood haya producido este año. Casi nos convence de ponernos de su lado. Casi. El toque manipulador de Berg y sus coguionistas Matt Cook y Joshua Zetumer, no obstante, es descaradamente obvio en la primera y la última parte de la película. El numeroso elenco de la película es introducido en momentos de idilio, paz y normalidad, acompañados de la música más engañosamente optimista que Trent Reznor y Atticus Ross hayan compuesto, antes del atentado. Al sargento de policía de la ciudad aledaña de Watertown Jeffrey Pugliese (J.K. Simmons), al matrimonio de Jessica Kensky (Rachel Brosnahan) y Patrick Downes (Christopher O’Shea), al policía del Instituto Tecnológico de Massachusetts Sean Collier (Jake Picking), la víctima de secuestro vehicular Dun Meng (Jimmy O. Yang), los conocemos yendo a comprar café, cenando después de un día de mucho trabajo o viendo de lejos a una muchacha por la que se sienten interesados pero esperan el momento indicado para invitar a salir. Hasta donde a la película le concierne, éstos son ciudadanos ejemplares, justificadamente despreocupados.

Para establecer una línea continua entre el atentado, la investigación del FBI y la persecución y eventual captura de los dos responsables, así como para darle un rostro reconociblemente bostoniano y con la estatura de una estrella de cine, Día del atentado sigue de cerca a Tommy Saunders, un sargento del departamento de policía de Boston interpretado por Mark Wahlberg. Dado que éste es una total invención del guion, el único de sus héroes que no existió en realidad, Saunders es también el único de ellos al que se le permite ser menos que perfecto. El personaje de Wahlberg es prepotente, ruidoso, impulsivo, alcohólico, aunque esto no impide que sus reacciones instintivas tengan heroicos resultados. La presencia de Wahlberg, no obstante, no eclipsa la participación de los demás agentes de la ley; no sólo Pugliese y Collier, sino también el agente especial del FBI Richard DesLauriers (Kevin Bacon) y el comisionado de policía Ed Davis (John Goodman) quienes tienen oportunidad de brillar en los incidentes que Berg recrea con el vigor de escenas de acción hollywoodense.
Esto plantea un pequeño problema. Día del atentado, como Everest de Baltasar Kormákur, se enfrenta a la dificultad de construir una película de acción a partir de una tragedia relativamente reciente. La necesidad de honrar la memoria de los involucrados y la de crear un entretenimiento sensacional empujan a la película en direcciones opuestas. Si Día del atentado no tuviera raíces en la realidad, el día a día de Collier y Meng podría ser suprimido cómodamente, pues fuera de su encuentro con los perpetradores, su participación en la narrativa general es nula. Lo mismo para Kensky y Downes, quienes en ese caso podrían desaparecer del todo. Removerlos de esta manera, por supuesto, resta importancia a sus equivalentes de la vida real, y opaca el sentimiento de honra y comunidad que Berg claramente busca construir con su película. El tacto que Día del atentado le extiende a las víctimas y a la comunidad de Boston es comprensible, pero hace que sus representantes en la pantalla sean casi totalmente carentes de personalidad. Quizá porque la película no les tiene tanta reverencia, Dzokhar (Alex Wolff) y Tamerlan Tsarnáev (Themo Melikidze), los dos musulmanes chechenos responsables del ataque, terminan siendo los personajes más matizados y mejor construidos de la película. Su dinámica de hermano mayor y hermano menor, uno siendo la mente maestra y el otro siguiéndole la corriente, se siente sincera y hasta simpática. Su relación es una de tensión y sumisión, pero también de lealtad y amor incondicional. Dzokhar y Tamerlan se sienten como personas de carne y hueso aun si la película no les da una motivación mayor que el extremo y vago odio por Estados Unidos que ya se ha visto en infinidad de estereotipos musulmanes en el cine.

La dinámica entre los dos hermanos es parte de la razón por la que el secuestro del carro de Meng y el subsecuente tiroteo entre los dos terroristas y la policía local resultan las secuencias de acción más tensas y envolventes de la película. Porque nos familiarizamos con la volátil personalidad de Tamerlan y el incondicional apoyo de Dzokhar, y porque los hermanos se encuentran abrumadoramente superados en números por las autoridades, los creemos capaces de todo, de acabar con ellos mismos y con muchos más. Algo similar sucede en la escena en que Katharine Russell (Melissa Benoist), la esposa de Tamerlan es interrogada. Russell es una acomodada y bien educada joven estadounidense convertida al islam que, en la película, razona su rol de esposa sumisa y las acciones de su esposo y de su cuñado como respuestas apropiadas a la intervención de Estados Unidos en Medio Oriente (esto contrasta con lo que se conoce de la Russell real, cuya complicidad en los actos no se ha podido comprobar). Es un personaje complicado que podría cargar con el peso de una película entera, pero que aun así brilla en la única escena que la película verdaderamente le concede.
Buena parte del crédito por Día del atentado le pertenece al mismo Berg, quien le inyecta a la película la energía e impulso de un genial juego de gato y ratón, así como un falso realismo que a veces resulta incómodo. La cámara agitada y los cortes rápidos que el cine de ficción hace tiempo le pidió prestado al documental es aceptable, la inclusión de grabaciones tomadas al momento de los hechos y las entrevistas con los sobrevivientes la acercan demasiado al revisionismo histórico. Pero el enfoque de Berg hace maravillas en la escena de la primera explosión, un momento que sabemos que viene, pero que aun así nos sacude cuando llega y nos mantiene agitados conforme las vidas de decenas de personas se cruzan, tratando de encontrar sentido a lo que acaba de pasar. La lección de Día del atentado parece ser que un ataque así no se puede comprender como un acto de odio y maldad pura, al que sólo se puede responder con unidad y amor. Pero es un amor que la película interpreta como aislacionismo y belicosidad y una mentalidad de “Estados Unidos primero” que pasa por alto el rol de la violencia en la motivación de sus dos perpetradores y en su eventual captura. El inspirador y esperanzador discurso que Saunders da cerca del final contrasta con la imagen de helicópteros y francotiradores rodeando a un Dzokhar herido y desarmado. Día del atentado no es una película odiosa o xenofóbica, pero sí es una película miope, incapaz de conciliar las dos verdades que se encuentran al centro de ella.