(Umi yori mo Mada Fukaku; Hirokazu Koreeda, 2017)
Alto, de mediana edad y modestamente vestido, Ryota llega al conjunto de apartamentos donde pasó su infancia y donde todavía vive su madre. Una vecina, una vieja conocida, lo reconoce y se acerca a saludarlo. Ella parece feliz de verlo, de niño Ryota fue “una estrella en clase”, de los que sacaban mejores calificaciones en la escuela. Al entrar al apartamento de su madre Yoshiko (Kirin Kiki), lo primero que Ryota hace es buscar entre los cajones un pergamino que alguna vez le perteneció a su padre. En su lugar, sólo encuentra boletos de lotería y recibos de artículos empeñados. Yoshiko lo saluda, destruyendo sus esperanzas. Le dice que hace tiempo que tiró las cosas de su recientemente fallecido esposo. Ryota luce decepcionado, no porque lo extraña, sino porque desesperadamente necesita dinero y pensaba empeñar el pergamino. Lo necesita para pagar su renta y la pensión alimenticia de su exesposa, pero más que eso, necesita que su madre piense que se encuentra bien y sin dificultades. De ahí que le ofrece dinero que no puede permitirse gastar para que ella se compre un regalo. Ryota se siente como un fracaso. Cuando Yoshiko menciona que una planta de su terraza que tiene desde que su hijo era pequeño “no florece ni da frutos,” Ryota lo toma como una indirecta. Queriendo probar que todavía sirve para algo, Ryota se ofrece a mover las macetas en anticipación de un ciclón que se avecina. Apenas mueve la primera y sin querer rompe la ventana que da al interior de la casa.
Y es así como empieza Tras la tormenta, con lo que a primera vista parecen escenas de lo más trivial y doméstico. Puestas en perspectiva, no obstante, la importancia de estos momentos es indiscutible. Nos dicen tanto sobre Ryota, nos permiten conocerlo íntimamente sin que sintamos que lo estamos haciendo. Alguna vez un escritor premiado, Ryota trabaja mayormente como detective privado, con la excusa de estar haciendo investigación para su nueva novela. Eso pudo haber sido la verdad en algún momento, pero ahora, su horario relajado y la naturaleza misma del empleo le permiten satisfacer cómodamente sus peores vicios. Sus ratos libres la pasa espiando a su hijo Shingo (Taiyô Yoshizawa) y a su esposa Kyoko (Yôko Maki), o apostando en carreras de bicicletas. El dinero que pierde lo recupera extorsionando a objetivos descuidados como una mujer que engaña a su esposo y un adolescente que tiene un romance con su maestra del bachillerato. Ryota, de alguna manera, ha racionalizado el haber tocado fondo. Las críticas a sus hábitos de apostador, las refleja con humor. “Esos ciclistas no pueden poner frenos. Yo tampoco,” le dice a su perplejo compañero detective (Sosuke Ikematsu).

Películas sobre un adulto fracasado que regresa a su hogar de la infancia y aprende a reconocer su falta de dirección hay en exceso. Pero pocas le prestan tanta atención a los detalles que componen el día a día de sus personajes, o conmueven tanto sin necesidad de caer en el sentimentalismo. Tras la tormenta es escrita y dirigida por Hirokazu Koreeda, quien también hizo la excelente Nuestra pequeña hermana, otra película en la que la familia era el tema central. Las películas de Koreeda siempre se sitúan en su natal Japón, pero encuentran observaciones universales sobre la manera en que vivimos nuestras relaciones, especialmente aquellas forjadas por los lazos de sangre. Parte de la razón por la que Tras la tormenta hábilmente evita los clichés y se siente tan humana es porque reconoce que el problema de Ryota no es uno que se pueda resolver en una película de dos horas. Sus vicios están tan arraigados a su personalidad y a su formación que resultan casi imposibles de modificar. Qué más quisiera él que regresar con su esposa, poder volver a ver a su hijo y darles todo lo que necesitan, pero el recordatorio de su primer fracaso sólo lo hace refugiarse en sus malos hábitos. Es un círculo vicioso.
La mayor parte de la acción de Tras la tormenta se desarrolla a lo largo del día en que una vez al mes, Ryota tiene derecho de pasar con su hijo. La titular tormenta parece conspirar para que padre e hijo, con Kyoko de pilón se vean obligados a compartir más tiempo del que tenían planeado. A lo largo de la película, es palpable lo mucho que Ryota lo quiere, pero también que le está inculcando sus peores hábitos. “Mi viejo nunca leyó una novela en su vida,” dice Ryota en algún momento, casi justificando por qué decidió hacerse escritor. Comentarios de su madre y de su hermana Chinatsu (Satomi Kobayashi) nos permiten imaginar al padre de Ryota como alguien negligente, para nada ejemplar. Y sí, fue también acostumbraba a empeñar y pedir dinero para apostar. Tras la tormenta es una película tierna y naturalista, sobre un par de días que resultan poco más que ordinarios, pero es en momentos como éstos, en cenas familiares, conversaciones casuales y horas de trabajo, en los que el rumbo de una vida se define finalmente. La película no termina en un lugar muy diferente al que empezó, pero lo que no cambia alrededor de sus personajes parece cambiar dentro de ellos. Lo que se ganó fue el aprender a vivir con lo que uno hizo y aceptar el grado en que todavía se puede pertenecer a la vida de las personas a las que uno le hizo mal.