(Valerian and the City of a Thousand Planets; Luc Besson, 2017)
Las películas de Luc Besson poseen algunos de los mundos más coloridos y vivos que jamás haya visto en una película. También algunos de los más extraños ejemplos de empoderamiento femenino. Sus El quinto elemento, Angel-A y Lucy son películas que pueden presumir mujeres de gran habilidad y fuerte carácter en papeles memorables. No obstante, como todo en las películas de Besson, su caracterización tiene menos en común con la realidad que con la sensibilidad de un adolescente varón obsesionado con los cómics. La intención de Besson nunca ha sido la de humanizar a estos personajes, sino dotarlos de habilidades y poderes que les permitan patear infinidad de traseros, muchas veces provocando la admiración y maravilla de un hombre que sirve como punto de vista.
Al mismo tiempo que poseen habilidades más allá de la comprensión humana, estos personajes resultan extrañamente sumisos. Laureline, el personaje femenino más importante de Valerian y la ciudad de los mil planetas, no es la excepción. Basada en los cómics creados por Pierre Christin y Jean-Claude Mézières que, la más reciente película de Besson cuenta la historia de Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne), dos agentes especiales que viajan por el tiempo y el espacio realizando peligrosas misiones para el gobierno terrestre. En lo que parece una respuesta a la ausencia de romance y sexualidad en las epopeyas de ciencia ficción de Hollywood, la relación entre estos dos protagonistas tiene bastante de sexual; acoso sexual, para ser más preciso. En su primera escena juntos, Valerian se abalanza sobre Laureline y prácticamente la regaña por rechazar sus nada insinuadas insinuaciones. Valerian dice estar perdidamente enamorado de ella, y estar dispuesto a olvidar para siempre sus decenas de aventuras pasadas para casarse con ella. Esto bien podría ser verdad, pues además de lucir como Cara Delevingne, Laureline es inteligente, determinada y, más importante aún, no está interesada en él, lo que por supuesto sólo la hace más atractiva.

A pesar de ser el héroe de una fantasía de ciencia ficción que lleva su nombre, Valerian difícilmente es un modelo a seguir. Él Es distraído, arrogante, descortés, dogmático e insubordinado. Queda en manos de Laureline salvarlo más de una vez, sin siquiera recibir las gracias. A pesar de todo esto, ella parece guardarle verdadero cariño y considerar seriamente su propuesta de matrimonio. La dinámica entre los dos parece un intento de replicar el romance entre Han Solo y la princesa Leia en El imperio contraataca (aun si los cómics de Christin y Mézières aparecieron antes que la serie de George Lucas) en la que el chico malo con el corazón de oro se gana el amor de la virtuosa y prudente mujer de bien, pero la química entre sus estelares hace que todo esfuerzo sea inútil. Dependiendo de cómo se haya concebido originalmente al personaje, Dane DeHaan está muy bien o muy mal escogido para el papel de Valerian. Éste nunca muestra el carisma necesario para que sus comentarios se acerquen aunque sea un poco a ser encantadores, pero su mirada ligeramente perturbada lo hacen completamente creíble como alguien que se la pasa incomodando a sus colegas femeninas. Si sus constantes fastidios son las bromas de un emergente noviazgo, un coqueteo que sólo los dos entienden, Delevingne nunca da esta idea. Su frío e inexpresivo porte le da a la película uno que otro momento de humor (temprano en la película, cuando Valerian necesita que la rescate y ella se toma su tiempo sin delatar la mínima preocupación), pero de otra manera no luce nada divertida con su compañero; éste parece más un molesto obstáculo que le impide a ella de cumplir con su trabajo.
No es que la misión en la que se embarcan haga mucho para que se encariñen más el uno con el otro o ellos con el público. Valerian es una mayormente convencional aventura en la que sus heroicos protagonistas se ven obligados a recuperar un Invaluable Objeto extraterrestre y montar el Atrevido Rescate de un superior (Clive Owen) que es secuestrado por una misteriosa especie que se esconde en Lo Más Profundo y Recóndito de una estación espacial. Y aunque la estación espacial Alpha, la locación en que se desarrolla la gran mayoría de la película, alberga infinidad de criaturas y culturas, para los propósitos de la película, ésta podría componerse sólo de un corrupto régimen militar y un pacífico y puro pueblo primitivo. Su universo es inmenso y complicado, pero su moralidad es meramente bipolar.
El mundo de Valerian no hace su historia más interesante, pero sí le permite crear ambientes impresionantes y casi tan memorables como cualquier cosa en El quinto elemento, aun si Thierry Arbogast, el director de fotografía de Besson, aquí cambia las cuidadas composiciones con lentes abiertos y la textura de aquella película por un estilo mucho más convencional y una estéril imagen digital. Los efectos especiales, en su mayoría hechos con animación por computadora, no impactan por su ejecución pero sí por la mera locura conceptual de los ambientes que tratan de llevar a la vida. La primera secuencia de acción es una persecución interdimensional por un mercado callejero. El resto de la película los lleva a enfrentarse con monumentales criaturas submarinas y una cambiaformas llamada Bubble (Rihanna) que trabaja como bailarina exótica para un rimbombante alcahuete (Ethan Hawke en una de sus más enérgicas, desquiciadas actuaciones).

Qué tanto le gustará Valerian a uno dependerá mucho de qué tanto esté uno dispuesto a aceptar la locura de su universo y tolerar lo antipático de sus protagonistas humanos. Valerian es, a final de cuentas, una combinación incómoda de locas ideas visuales que películas de Hollywood como Guardianes de la galaxia, desafortunadamente, sólo aceptaron más o menos, con anticuados personajes que, afortunadamente, está empezando a dejar atrás. Es una película con raíces en el pasado y en lo que nunca fue. El mero hecho de que exista es suficientemente impresionante. No hay mejor símbolo de su variedad particular de fantasía adolescente que su personaje femenino. Laureline, a pesar de sus habilidades y astucia, tiene más de objeto de fantasía que de auténtica heroína. La resistencia e independencia que muestra a lo largo de la película no la hacen un personaje de carne y hueso, simplemente hacen que el final estilo James Bond de la película sea un poco más confuso: Valerian es una película que dice que, si una mujer dice que no, es porque el hombre no insiste lo suficiente. La mujer es poderosa sólo para que el hombre parezca mucho más poderoso. Ya hemos visto esa historia.
No estoy aquí para condenar a Luc Besson, sino para señalar que, perversamente, los elementos que hacen a su más reciente película a la vez refrescante y anticuada tienen un origen común. Tanto su energía y creatividad como sus caricaturas de poder femenino nacen de la misma visión adolescente y masculina del mundo. Pero a diferencia de otro eterno adolescente como Michael Bay, cuyas películas reducen a sus mujeres a meras decoraciones, las películas de Besson parecen fascinadas por la feminidad. No es una defensa de la objetivación a la que éstas muchas veces recurren es la mejor explicación que se me ocurre para su rica personalidad y su espíritu inocente y juguetón, cosas que muchas veces se extrañan en otras películas que cuestan 200 millones de dólares. Para bien o para mal, Valerian y la ciudad de los mil planetas es una película en la que la mano de su director nunca deja de sentirse.