(Kimi no Na wa; Makoto Shinkai, 2017)

Al momento de la redacción de esta reseña, Tu nombre de Makoto Shinkai es el anime más taquillero de la historia, superando incluso a El viaje de Chihiro de Hayao Miyazaki. Que una película no basada en una franquicia consolidada, o producida por el gigante de la animación Studio Ghibli, invita a uno a preguntarse qué es lo que la ha hecho semejante fenómeno. ¿Es acaso una genial pieza de mercadotecnia? ¿O una visión única que aparece en el lugar indicado en el momento indicado? De lo que sí estoy seguro es de que es una película que aprovecha con inteligencia el medio del anime. Su historia no es una que se podría contar de manera tan expansiva o emotiva en el cine de acción en vivo. Al ser una variedad de animación, el anime permite dar vida a mundos fantásticos y espacios surreales sin estar a la merced de su presupuesto de efectos especiales. Dado que sus diseños se derivan del dibujo a mano, también posee una textura imperfecta, como algo que existe físicamente. El anime es también capaz de recrear paisajes de la realidad con impresionante fidelidad, pero también haciendo que sus colores salten con un brillo seductor. Y sus personajes, por mera virtud de sus ojos, son capaces de proyectar una vulnerabilidad que simplemente es imposible para los actores de carne y hueso. Porque Tu nombre gira alrededor de observaciones de la vida diaria, una fantasía metafísica y las intensas emociones de sus personajes en igual medida, porque camina sobre una delgada línea entre lo específico y lo universal, es una película perfectamente adecuada a su medio.

Tu nombre es un viaje gradual de lo mundano a lo trascendente. Mitsuha (Mone Kamishiraishi), una adolescente que vive y cursa el bachillerato en el pequeño pueblo japonés de Itomori, se despierta un día de su cama con una sensación muy extraña en su cuerpo. Cuando Yotsuha (Kanon Tani), su hermana menor, la encuentra tocándose los pechos enérgicamente, piensa que su hermana se ha vuelto loca (aunque Mitshuha probablemente piensa lo mismo en ese momento. A esta escena le sigue un engañoso salto de tiempo que sólo cobra sentido más adelante). Mitsuha camina a la escuela acompañada de sus amigos Katsuhiko (Ryo Narita) y Sayaka (Aoi Yūki), quienes le dicen que el día anterior estuvo actuando bastante extraña. Mitsuha no sabe de qué están hablando. Esto le intriga, pero su mente está demasiado ocupada en otras cosas; ella y su hermana tienen que prepararse para una ceremonia. La parte escénica de la ceremonia no plantea un problema, pero cuando Mitsuha nota que sus compañeros de escuela la miran preparar sake con arroz y su saliva como dicta la tradición, se avergüenza. Mitsuha sabe que no estaría haciendo estas cosas si no viviera en como Itomori, un pueblo donde no hay nada que hacer, y el único café en venta sale de una máquina expendedora. Está convencida de que su vida sería mucho mejor si hubiera nacido como un chico guapo de Tokio (sus palabras, no las mías).

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Taki (Ryunosuke Kamiki), un muchacho de más o menos la edad de Mitsuha, se levanta de su cama en un pequeño cuarto entre dibujos de arquitectura, también sintiéndose algo fuera de lugar. Mira entre sus calzones y queda horrorizado por lo que ve, pero conforme sale de su apartamento y mira al horizonte, el desasosiego da lugar al asombro. Taki vive en Tokio. Como todos los días, va a la escuela y se encuentra con sus compañeros. Cuando uno de ellos sugiere que vayan por un café, Taki lo mira con nada menos que absoluto júbilo. Después de un rico postre, Taki sale corriendo a su trabajo en un restaurante, pero apenas y puede cumplir con sus deberes. Sus compañeros lo ven raro, no saben qué le pasa. Es una noche miserable, pero antes de irse, nota que la falda de la compañera de trabajo de la que está enamorada, a la que simplemente se refiere como la señorita Okudera (Masami Nagasawa), está rota y la repara con un lindo bordado. En agradecimiento, ella deja que Taki la acompañe caminando a su casa.

No toma mucho para que Mitsuha y Taki se den cuenta de que sus extraños días están ligados. Sin quererlo, los dos jóvenes han estado intercambiando cuerpos. Un día, Mitsuha se despierta en el lugar de Taki y él en el de ella. Al siguiente, los dos regresan a sus vidas normales. Al tercero, el ciclo empieza otra vez. Ver a Mitsuha y a Taki navegar la vida en el lugar del otro no sólo es fuente de risas, sino que poco a poco construye un simpático, íntimo vínculo emocional entre los dos. La mejor y más encantadora secuencia de Tu nombre es un montaje musical en que los dos parecen haber aceptado este cruce de cables cósmico como parte de sus vidas, en parte porque la canción que lo acompaña, (por la banda Radwimps, que también compuso la dulce partitura de la película) es, como todo gran tema musical del anime, una perfecta combinación de pop pegajoso y rock pesado. Esta secuencia, no obstante, no es un buen indicador de la dirección que la película terminará tomando más adelante. Cerca de la mitad, Tu nombre deja de ser una mística pero tierna comedia sobre pequeñas observaciones humanas para convertirse en una carrera contra el reloj para detener una catástrofe inminente.

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La tragedia que Mitsuha y Taki deben prevenir recuerda en imagen a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, así como al terremoto y el subsecuente desastre nuclear que ocurrieron en Japón el 11 de marzo de 2011. Estos eventos no son los únicos elementos de la historia japonesa de los que Tu nombre se asiste. El ritual de preparación de sake, los festivales japoneses y los kumihimo (tejidos tradicionales que tienen particular importancia en la relación de Mitsuka y Taki, así como sirven de explicación para los temas más abstractos de la película), son presentados, pero con cierta distancia y reverencia. Menos como complementos de la vida de sus personajes que como exóticas prácticas fáciles de explicar. El retrato que Tu nombre hace de la cultura japonesa, así como su clímax de acción, crean numerosas impactantes y pintorescas imágenes que sin embargo nunca resultan un placer tan grande de ver como las interacciones de sus personajes. Mitsuha y Taki son tan encantadores y simpáticos que uno sólo quiere verlos pasar más tiempo siendo ellos mismos.

Quizá porque la relación entre Mitsuha y Taki tienen bastante de universal, mientras que las tradiciones y tragedias aquí retratadas son específicamente japonesas, es que me encuentro respondiendo de esta manera a la película. Y es que Tu nombre captura la intensidad con que los jóvenes, japonenes o no, experimentan y dan dimensión a sus sentimientos. El amor que sus protagonistas comparten es el más ideal de los amores ideales. Ni siquiera se han dirigido la palabra, ni siquiera saben si sus personalidades se complementan, pero se conocen tan profundamente por haber literalmente compartido la vida del otro. Mitsuha y Taki no sólo comparten un vínculo tan íntimo que uno sólo puede soñar con encontrar en una pareja romántica, sino que también tiene el poder de trascender el tiempo y el espacio y cambiar el curso de los eventos del mundo. Quizá porque está tan consciente de qué tan perfecto es este amor, de qué tanto queremos que estos dos encuentren la manera de estar juntos, Tu nombre en más de una ocasión se aprovecha para jugar con nuestras emociones, de retrasar más una reunión que parece inevitable (la película tiene el corte más cruel desde el final de All That Jazz). Es un truco manipulador, pero a pesar de caer en más de una ocasión en lo convencional, de emplear giros narrativos trillados, las emociones a las que terminan sirviendo simplemente no se pueden fabricar.

★★★