(Paterson; Jim Jarmusch, 2017)

“¿Es este tu laboratorio?” le pregunta el personaje titular de Paterson a un joven rapero que pule sus rimas en una lavandería. “Dónde sea que llegue la inspiración,” éste le contesta. Es un intercambio casual que parece explicarlo todo sobre la nueva película de Jim Jarmusch. El nombre lo toma de la ciudad en la que vivió el poeta estadounidense William Carlos Williams y a la que éste le dedicó uno de sus libros más conocidos. La vida de Williams fue especialmente modesta para un poeta del siglo XX. En lugar de vagar por los clubes literarios de Europa, Williams nunca dejó la profesión de médico, ejerciendo de día y escribiendo de noche. Su convicción de que la poesía estadounidense moderna debería orientarse a su entorno y al habla coloquial en lugar de mirar al pasado y al lenguaje elaborado lo hizo importante rival de T. S. Eliot. Es revelador que Eliot, nacido en Misuri, terminara por establecerse en Inglaterra y adoptar la ciudadanía británica mientras que Williams vivió casi toda su vida en la misma ciudad de Nueva Jersey.

A Williams quizá le hubiera agradado el reservado nuevo héroe de Jarmusch. Paterson (Adam Driver) es un chofer de autobús de profesión y poeta de vocación con una rutina diaria fija. Todas las mañanas se levanta temprano de su cama, procurando no despertar a su esposa Laura (Golshifteh Farahani). Desayuna y camina a la central de autobuses para empezar su jornada laboral. Paterson es un hombre del siglo XXI sólo por tecnicismo. Todos le preguntan por qué no se ha comprado un celular. Sus tiempos muertos los ocupa escribiendo poemas en verso libre en un cuaderno que lleva consigo a todas partes. Sus poemas son siempre sobre cosas que nota. El primero que nos comparte es sobre la caja de cerillos que compra regularmente (el poeta estadounidense Ron Padgett contribuyó a la película los textos que se le atribuyen al personaje). A mediodía, Paterson come su almuerzo frente a las cascadas del río Passaic. Una vez que termina su día de trabajo, camina de regreso a casa. Cena con Laura, quien ha pasado el día pintando, decorando la casa y soñando con convertirse en una cantante de música country o en una exitosa empresaria repostera. En la noche saca a pasear a Marvin, su perro, y se toma una cerveza en un bar antes de regresar a su casa y empezarlo todo de nuevo.

En los últimos años, Adam Driver ha emergido como uno de los actores más destacados de su generación. Su lista de colaboradores es sólo menos impresionante que la de Tom Cruise: ha hecho películas con Steven Spielberg, Martin Scorsese, los hermanos Coen, Noah Baumbach y está a la cabeza del elenco de la próxima película de Steven Soderbergh. No obstante, ninguna película antes de Paterson le ha dado un papel tan importante y tan adecuado a tu personalidad. Alto, algo imponente, y hablando en una voz grave a la vez que arrastra las palabras, Driver acierta la apariencia de clase obrera que el personaje exige. Al mismo tiempo que no encaja en el perfil del típico introvertido, y que sus rasgos faciales característicos no delatan mucha emoción, Driver le inyecta una gentileza y calidez cotidiana. La relación entre su personaje y el de Farahani tiene poco de apasionada, es más bien la plenitud de una pareja casada que se conoce totalmente y se ha aceptado mutuamente con todo e imperfecciones. Laura no es muy buena cocinera (la película tiene un sutil sentido del humor, y uno de sus mejores momentos encuentra a Paterson luchando para comerse una tarta de queso cheddar y coles de Bruselas que ella preparó) y tiene su mente en decenas de cosas, pero él aun así parece incapaz de imaginar su vida lejos de ella.Es una bonita relación, y como todo en una película de Jarmusch, su profundidad se encuentra en los detalles triviales.

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Siendo una película que hace tributo a William Carlos Williams, y referencia al anarquista Gaetano Bresci, el comediante Lou Costello y el boxeador Rubin Carter, todos personajes célebres de la ciudad que le da su nombre, Paterson a veces parece requerir de un rico acervo cultural para ser apreciada, cuando en realidad éstos son pormenores que enriquecen la atmósfera de la película. Pocas ciudades pueden presumir haber sido hogar de un regicida, una estrella de cine y un hombre injustamente condenado de homicidio, pero todas tienen personajes cuyas vidas se han convertido en parte de su esencia. Paterson captura esta esencia, así como la diversidad étnica de la ciudad, en su variado elenco de personajes secundarios. Rizwan Manji interpreta a Donny, un compañero de trabajo de Paterson que no hace más que quejarse de su vida pero igualmente lo releva con serenidad y buen humor. El único drama que corre a lo largo de la película es aquel creado por Marie (Chasten Harmon), una joven que frecuenta el mismo bar que Paterson y su exnovio Everett (William Jackson Harper), quien se rehúsa a aceptar que ella ya no quiere estar con él. Kara Hayward y Jared Gilman, los dos niños de Moonrise Kingdom de Wes Anderson, hacen una breve aparición como dos anarquistas universitarios.

La domesticidad y el ritmo sin prisa de Paterson quizá desconcierte a algunos en primera instancia. La película parece moverse sin dirección hasta que uno se da cuenta que lo que importa no es tanto el lugar hacia donde van las cosas sino el lugar en el que han estado todo el tiempo. Poco a poco, su mundo se vuelve cautivador, no sólo los edificios de ladrillo y las cascadas de la ciudad de Paterson, sino también la rutina de su protagonista, que uno llega a sentir que conoce con total familiaridad. Es en los pequeños momentos que rompen esta rutina a donde nuestra atención se dirige y los que sirven como fuente de inspiración para su héroe. Paterson es curioso pero no inquieto. Está contento con su vida y totalmente presente. Es eso lo que le permite encontrar la poesía en lo que lo rodea.

★★★★