(The Dark Tower; Nikolaj Arcel, 2017)

Los libros de La Torre Oscura fueron una pieza tan importante de mi adolescencia que el juzgar a su adaptación cinematográfica con total objetividad me resulta imposible (bueno, más imposible de lo que ya resulta juzgar con total objetividad cualquier película u obra de arte). Para mí y para muchos, el que una película de la Torre Oscura haya sido producida, distribuida y se encuentre actualmente en exhibición es ya un sueño hecho realidad, en gran medida por su complicada historia de preproducción. Planes para llevar la serie a la gran pantalla ha habido desde 2007, con cineastas como J.J. Abrams y Ron Howard (quien produjo esta eventual adaptación) vinculados a la silla del director en un momento u otro. De actores como Viggo Mortensen y Russell Crowe se habló en relación al icónico protagonista, el pistolero Roland Deschain. Javier Bardem incluso obtuvo el papel, pero se desligó cuando meses después de asumirlo, la película seguía sin entrar a la fase de producción. Por casi diez años, la película parecía estar a la vuelta de la esquina sólo para disiparse en el último minuto. Dicen que hacer una buena película es un milagro, pero en el caso de La Torre Oscura, el mero acto de existir es milagro suficiente, sea el producto final bueno o no.

Esto no es por nada, su alucinógena, a veces absurda mitología plantea un enorme desafío para cualquier adaptación. La Torre Oscura toma un protagonista sacado de los westerns de Sergio Leone y lo coloca en un mundo con las criaturas, magia y complicada genealogía de El señor de los anillos y lo inhóspito de un desierto post apocalíptico. Portales interdimensionales le permiten a la aventura visitar cualquier lugar y figura en el amplio canon de King. Entre sus diversos pobladores se encuentran un tren sentiente que reta a sus pasajeros con adivinanzas (y es finalmente derrotado con ayuda de un chiste sobre un bebé muerto), robots con forma de lobos armados con sables de luz, y el mismo Stephen King. Una película de La Torre Oscura debe ser capaz de sintetizar este singular y locuaz universo dentro de una historia de fácil comprensión, con una meta clara y tangible.

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Las dificultades de acomodar a La Torre Oscura dentro del molde de un típico blockbuster hollywoodense probablemente explican el radical cambio de enfoque aquí. En lugar de mostrarnos la historia desde los ojos de Roland (Idris Elba), un pistolero con la misión de acabar con el Hombre de Negro (Matthew McConaughey), un hechicero que busca destruir la Torre Oscura, el nexo entre todos los universos existentes, la adaptación dirigida por Nikolaj Arcel sigue más bien a Jake Chambers (Tom Taylor), un adolescente de Nueva York que se une a Roland después de ser transportado a su mundo. El cambio es algo desconcertante, en gran medida porque la trama de La Torre Oscura siempre se sintió como una extensión de la personalidad de Roland, una manifestación de su obsesión y su incapacidad de prevenir la tragedia que destruyó a su pueblo y a su familia. Ver estos mismos lugares y eventos a través de los ojos de Jake les resta algo de su poder, sino es que su razón de ser.

Al mismo tiempo, la película reescribe la historia de Jake para hacerlo víctima de un trauma similar. Jake ve al pistolero y al Hombre de Negro por primera vez en extrañas pesadillas en las que el hechicero malvado usa a niños con poderes psíquicos (los mismos poderes psíquicos de Danny Torrance en el libro y la película de El resplandor) para destruir la Torre Oscura y así permitir el ingreso de criaturas malvadas del más allá. Para Jake, estos sueños son un obvio heraldo del fin del mundo, pero para su psicólogo y su madre (Katheryn Winnick), la explicación es mucho menos complicada. El padre de Jake falleció años antes en un incendio, y las palabras que el niño usa para describir sus pesadillas, “fuego” y “oscuridad,” hacen eco a este incidente.

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Su madre y su padrastro tienen planes de internarlo en una clínica pero Jake sospecha, con razón, que ésta es meramente una trampa del Hombre de Negro. La escena en que Jake intenta explicarle esto a su madre es genuinamente devastadora; él está totalmente convencido de lo que siente, pero sabe que ella no le va a creer y ella no sabe cómo ayudarlo. Los sueños y poderes psíquicos de Jake lo guían a un portal que usa para escapar al mundo de Roland. Elba hace de Roland un intenso e imparable coprotagonista, pero no se resiste en inyectarle algo de sensibilidad y vulnerabilidad que termina haciendo un tanto menos convincente el lado más amargo y abatido del pistolero. La Torre Oscura puede ser un clavo más en el ataúd del renacimiento actoral de McConaughey, pero es difícil negar que su actuación aquí es bastante dedicada e incluso inquietante. Como muchos actores suelen hacer cuando interpretan villanos en malas películas, McConaughey da rienda suelta a sus más extravagantes manierismos y voces. La malicia y sed de destrucción de su personaje más que compensan por sus inexistentes trasfondo y motivación. El Hombre de Negro es un ser casi omnipotente que disfrutar de hacer sufrir a otros con sólo decirlo. Mayor explicación no hace falta. El eslabón más débil del elenco es Tom Taylor, quien se pierde en el mar de héroes jóvenes que suelen encabezar las fantasías hollywoodenses de este tipo.

Si su Jake nunca crea una verdadera impresión es en parte porque la película no les da a sus personajes oportunidad de cobrar vida. El guion, acreditado a Akiva Goldsman, Jeff Pinkner, Anders Thomas Jensen y el mismo Arcel, encierra a Jake y Roland en una relación frustrantemente convencional. Es un ejemplo más de una pareja unida por las circunstancias, una pareja que se desagrada al principio, que vence la adversidad y se llega a simpatizar por un momento antes de pelearse y finalmente hacer las paces y embarcarse en nuevas aventuras. La película puede estar basada en los libros de King, pero su guion sigue la pauta Shrek. Las escenas de acción desperdician tiempo valioso que podría emplearse mejor para profundizar en este vínculo; son violentos incidentes que podrían removerse fácilmente sin hacer mucha diferencia en la historia, creando una no del todo convincente sensación de aventura y dificultad. La Torre Oscura termina sin que sintamos que sus personajes han sido verdaderamente puestos a prueba y, para colmo, con el cliché de una nube animada por computadora amenazando con destruir una gran ciudad.

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Mucho del mérito de la película le pertenece en realidad al universo creado originalmente por King: una invención fantástica de posibilidades ilimitadas que es un espejo torcido de nuestro mundo. La Torre Oscura combina criaturas fantásticas con los vastos paisajes del oeste estadounidense, con ciencia ficción de toque retro, con la vibra de las calles de Nueva York. El diseño de producción de la película es a la vez urbano, futurista, desgastado y anticuado. Elementos de su narrativa, como la imposible destreza de Roland con sus pistolas hacen que el mundo de la película se sienta táctil y real, un bienvenido descanso de sus contemporáneos que han adoptado el lado más estéril y frío de la ciencia ficción. No obstante, la película de La Torre Oscura cuenta con un único momento que causa verdadera maravilla e impresión. Es aquel en el que un grupo de niños juega en lo que parece un campamento, sólo para revelar que éste en realidad se encuentra en la cima de una meseta coronada por un edificio de alta tecnología, empequeñecido por dos astros que se asoman en horizonte.

A diferencia de una película como Power Rangers, La Torre Oscura no es una película totalmente avergonzada de su material de origen, pero se apega tanto a una similar y trillada fórmula que los elementos que hicieron a la serie tan cautivadora aparecen sólo de manera superficial. La película nunca nos convence del todo del vínculo de padre e hijo que Jake y Roland se supone desarrollan, pero tiene uno que otro momento que se acerca bastante a hacerlo. Su viaje a Nueva York se presta para algo de comedia de pez fuera del agua, y la escena en que Roland le cuenta a Jake del Hombre de Negro contiene una genial reacción por parte de Taylor: Jake no puede creer que la criatura que lo atormenta en sus pesadillas tenga un nombre tan común como Walter. No obstante, su momento más devastador es aquel en que Roland le insiste a Jake que no use sus poderes psíquicos para revivir un momento traumático, no sólo porque hacerlo hará más fácil que el Hombre de Negro los encuentre, sino porque el mismo pistolero ha pasado por algo similar y sabe que el recordar a alguien perdido no vuelve las cosas más fáciles. No es necesario haber devorado los libros para encontrar cosas buenas en esta adaptación de La Torre Oscura. No obstante, para llegar a ellas uno debe de tolerar los momentos de tedio que los unen, por lo que una familiaridad con sus varios leitmotivs (el número diecinueve y los nombres de North Central Positronics y el Rey Carmesí) es recomendado.

★★1/2