(Blade Runner 2049; Denis Villeneuve, 2017)

“¿Es real?” pregunta K (Ryan Gosling) sobre el perro que le sirve a Rick Deckard (Harrison) como única compañía en el enorme hotel y casino abandonado. “No sé. Pregúntale,” le contesta él. Éste intercambio no es más que un pequeño chiste, un respiro cómico en la por demás seria y sombría Blade Runner 2049. Pero como todo en la película, es un momento que pregunta qué es lo real y si ésta distinción de verdad importa. La secuela de larga gestación a Blade Runner comparte por supuesto muchas de las mismas preocupaciones del clásico de ciencia ficción original. Aquella película de 1982 imaginó un futuro no muy lejano en el que androides de apariencia humana llamados replicantes caminaban entre la gente normal. Lo peculiar de Blade Runner es que sus personajes mecánicos siempre resultaron más interesantes que los de carne y hueso. Si su universo los hacía menos que humanos ¿por qué el Roy Batty de Rutger Hauer o la Rachael de Sean Young resultan todavía más conmovedores que el supuesto protagonista?

Blade Runner imaginó al Los Ángeles de 2019 como un paisaje futurista desolado y sombrío. Blade Runner 2049 de alguna manera imagina un Los Ángeles aun más desolado y sombrío. Un apagón tecnológico inutilizó su complicada infraestructura informática hace años y una devastadora hambruna casi decimó su población. Los replicantes, sin embargo, nunca dejaron de ser blanco de persecución por los blade runners–policías especializados en capturar y acabar con los androides que rompen la ley. K, uno de estos blade runners, es también un replicante, pero diseñado específicamente para ser más obediente que sus predecesores, lo que lo hace un agente de la ley ideal. Mientras sigue la pista de un caso particular, K descubre los restos de una mujer que murió mientras daba a luz. ¿Lo extraño? La mujer es una replicante, y los replicantes, como seres artificiales, se supone que son incapaces de reproducirse.

La teniente Joshi (Robin Wright), la superior de K, lo alerta de las enormes repercusiones que podría tener este descubrimiento. Si los replicantes, usados principalmente como esclavos, descubren que son capaces de reproducirse y por lo tanto autosuficientes, podrían sublevarse e iniciar una guerra contra sus amos humanos. Niander Wallace (Jared Leto), el poderoso industrialista que salvó a la humanidad del colapso y se adueñó de la corporación Tyrell–el fabricante original de los replicantes–tiene sus propios planes. Un brillante bioingeniero con aspiraciones divinas, Wallace espera conocer el secreto de la reproducción replicante para multiplicar su capacidad de producción y extender su imperio más allá de la Tierra y las pocas colonias extraterrestres que ya controla. Para mantener el orden, K debe encontrar al niño que la mujer dio a luz y acabar con éste antes de que Wallace u otros replicantes lo descubran.

Blade Runner 2049_1

Como otras películas de Denis Villeneuve, Blade Runner 2049 toma una premisa intrigante y llena de misterio y la lleva a la vida con esplendor visual y rica atmósfera. Los efectos especiales no sólo nos llevan de regreso al desgastado futuro iluminado en neón que Ridley Scott (quien regresa como productor ejecutivo) y el artista visual Syd Mead imaginaron originalmente, también le dan una escala mayor que la permitida por la tecnología de principios de los ochentas. Los paisajes y escenarios de Blade Runner 2049 ofrecen distintos sabores de devastación y soledad: el gris y siempre lluvioso Los Ángeles, el inmaculado santuario que es la corporación Wallace, el depósito de chatarra gigante en que se convirtió la ciudad de San Diego y el desierto nuclear que alguna vez fue Las Vegas. Roger Deakins, quien anteriormente fotografió Sicario e Intriga para Villeneuve, le da a cada espacio una temperatura particular y tanto en escenas de diálogos como de acción destaca su singular preferencia por el claroscuro y la fotografía a contraluz. Los escenarios que la película imagina no son mucho más complejos que los que se verían en una película de Marvel, pero tienen mucho más textura y vida.

Éstas delicias visuales no están ahí porque sí. Si el guion de Hampton Fancher y Michael Green encuentra a sus personajes reflexionando sobre su propia existencia, las imágenes sólo le dan más poder a estos cuestionamientos. Escenas que en una película inferior podrían haberse limitado a avanzar la trama adquieren una cualidad poética e intrigante. Cada secuencia parece resaltar un elemento particular de los muchos que componen una persona. En ocasiones, el tema es obvio, (la escena en que K analiza registros de ADN en un archivo), en otras perturbador (la escena en que Wallace usa un bisturí para matar a una replicante) o cómico (los hologramas de Marilyn Monroe y Elvis Presley que ambientan el casino de Las Vegas son sólo la mera apariencia de una persona).

¿Cómo se refleja todo esto en el personaje de K, el protagonista de la película? Blade Runner 2049 usa las convenciones del género de detectives, aquel en que el protagonista se enfrenta constantemente a revelaciones que cambian la aparente realidad de la historia, de manera ingeniosa e íntima. Cada giro en la trama revela, no una complicada conspiración, sino la forma en que K piensa de sí mismo. Es un chiste demasiado fácil decir que Gosling, nunca un actor muy expresivo, se ajusta muy bien al papel de un androide. Pero la verdad es que su intensidad contemplativa le sirve bien a una historia sobre un personaje que constantemente se pregunta quién es y que a cada momento encuentra su realidad desafiada. Pocos blockbusters como Blade Runner 2049 se atreven a hacer de su personaje principal una constante crisis existencial.

Blade Runner 2049_2

Desde el lanzamiento de la película de 1982, ciertos círculos fílmicos han especulado si Rick Deckard, el blade runner original, es humano o un replicante. Él debate siempre tuvo algo de infructífero e infantil, en parte porque Blade Runner nunca ofreció suficiente información para llegar a una respuesta definitiva, en parte porque ésta siempre pareció más interesada en qué tanto de humanos tenían los replicantes. Los personajes introducidos en la secuela sólo enriquecen este debate. Joi (Ana de Armas), la novia holográfica de K parece, a simple vista, perspicaz, curiosa y capaz de tomar la iniciativa. Pero al mismo tiempo, es expresamente un producto de la compañía de Wallace cuyo único propósito es satisfacer al dueño de la consola en que se instala. La película nunca sugiere que su programación sea lo suficientemente compleja para permitir las funciones mentales superiores de las que son capaces los seres humanos. Por más que parezca intentarlo, no puede ser una mujer de verdad.

¿Qué hay de Luv (Sylvia), la feroz asistente y asesina replicante? Parece diseñada con el propósito explícito de servir a Wallace, pero sus interacciones con el magnate delatan sentimientos de inferioridad y admiración. ¿Es esto parte de su programación? ¿O señal de una patología más complicada? Blade Runner 2049 se plantea un enorme desafío, el de hacer que su público se identifique con personajes que se nos dice, son menos que humanos. Si la película parece fría es quizá porque desde el principio, la etiqueta de replicante crea un prejuicio que puede hacernos ignorar las acciones y comportamiento de su protagonista. K, es evidente, es capaz de introspección. Se pregunta quién y de toma decisiones que no se le pudieron ocurrir a otro. Al final, su personalidad no es determinada por nadie más que por sí mismo. Si él puede pensar que es algo más que una máquina, eso es más que suficiente.

★★★★1/2