(Red Sparrow; Francis Lawrence, 2018)
En otra época, Operación Red Sparrow hubiera sido escandalosa: una actriz ganadora del Óscar, que saltó al estrellato por una franquicia dirigida a adolescentes jóvenes, interpreta a una mujer fatal en una película que le exige quitarse la ropa de una vez. Ahora que el mercado ha cambiado tanto y que las estrellas de cine no tienen la misma tracción que antes, lo más probable es que termine como un mero blip en el radar, perdida entre las películas de superhéroes que llegan semanas antes y después de ella. Una pequeña lástima, pues Operación Red Sparrow en general no es mala y su primera secuencia es algo cautivadora. Ésta nos muestra a sus dos personajes principales en un día normal, mucho tiempo antes de que se conozcan. Jennifer Lawrence interpreta a Dominika Egorova, una bailarina estrella del ballet ruso. Joel Edgerton a Nate Nash, un agente de la CIA que trabaja en Moscú con un militar de alto rango que le filtra secretos del gobierno. El director Francis Lawrence (ningún parentesco con la estrella, aunque dirigió las últimas tres películas de Los juegos del hambre, protagonizadas por Lawrence) crea una hermandad temprana entre estas dos figuras solitarias dedicadas de lleno a su trabajo. Las primeras escenas están filmadas y editadas como si los dos se estuvieran mirando a los ojos, aun cuando nunca están en el mismo lugar.
La tragedia ataca en ambos frentes. Nate es seguido por la policía y huye de su puesto para salvar a su contacto. Dominika, en medio de una función, sufre un accidente que le pone un fin temprano a su carrera. Nate es obligado a regresar a los Estados Unidos para ser reasignado. Domininka, para quien el ballet era lo único que le permitía pagar el tratamiento médico que su madre (Joely Richardson) tanto necesita, recurre a su tío Ivan (Matthias Schoenaerts), quien trabaja en la inteligencia rusa y tiene una tarea para ella: seducir a un político para que inteligencia pueda espiarlo. La primera parte de Operación Red Sparrow es un largo preámbulo a la verdadera trama. Después de que su primera misión se sale de control, Dominika se ve obligada a decidir entre la muerte y entrenar para convertirse en una “Sparrow”, una agente rusa especializado en la seducción. Sólo después de que Dominika concluye sus estudios en lo que parece una combinación entre la academia del FBI y un burdel, es que ella es enviada a Budapest con la tarea de seducir a Nate Nash, quien busca recuperar el contacto con su infiltrado.

La forma en que Operación Red Sparrow relaciona el sexo y la intriga política muy probablemente se convierta en tema de calurosa discusión. La idea de que una mujer que en una pieza de ficción usa el sexo como arma es una mujer empoderada siempre ha sido algo dudosa. Si bien ésta está ejerciendo poder sobre otros personajes, también es totalmente vulnerable a los ojos del espectador, para quien el contexto del sexo sucede puede ser irrelevante. Operación Red Sparrow más o menos trata de poner este tema sobre la mesa; la directora/matrona de la academia (Charlotte Rampling) hace énfasis en cómo sus pupilos y pupilas deben convertirse en lo que su cliente/blanco desea y al hacerlo nos recuerda que ellos y ellas no se convirtieron en armas por decisión propia. Que no tienen control de lo que hacen.
El deseo se convierte en la perdición de los (en su mayoría hombres) poderosos que son blancos de los Sparrows. Al mismo tiempo que la película la plantea como ello, Dominika no se convierte en la típica mujer fatal que se deja manipular para obtener lo que quiere. Puede decir que no y seguir siendo una seductora. La única escena de sexo en la que participa después de convertirse en un Sparrow se desarrolla principalmente en sus términos, con un personaje por el que había desarrollado cierta afinidad. Pero en general encuentra la manera de no encamarse con hombres que no quiere, como cuando engaña a un oficial de alto rango para que le de las herramientas para extorsionarlo; o cuando, obligada por la directora a acostarse con uno de sus compañeros para demostrar un punto, asume la posición de poder y lo obliga a retroceder humillado.
Las relaciones de género en Operación Red Sparrow son más complicadas de lo que este espacio me permite abordar y, dado mi limitado conocimiento en la materia, es seguro que esté ignorando algunos matices. Su exploración de estos temas puede ser torpe, pero no mal intencionado. Hay una escena en la que Dominika es violada y la película, en lugar de mostrarnos el acto, corta a la ventana del cuarto de hotel, a lo que ella está viendo para tratar de no pensar en lo que le está sucediendo. No puedo saber si ésta es una imagen realista de lo que pasa por la mente de una mujer que sufre algo así, pero por lo menos la película hace un intento de preguntarse qué se siente. Éste momento se quedó conmigo.

Operación Red Sparrow es en general una película competente y ocasionalmente tensa y entretenida. Francis Lawrence, quien inició su carrera haciendo videos musicales y comerciales, puede ser la definición de un director de encargo, pero le da a Operación Red Sparow un estilo clásico y minimalista que la hacen sentir como un reconfortante regreso al pasado. Hay impactantes composiciones horizontales que se toman su tiempo y movimientos de cámara elegantes. Los antisépticos cuartos e inhóspitos paisajes en los que Lawrence encuadra a sus personajes nos recuerdan lo poco que a estos se les permite ser humanos de verdad dadas las complicadas situaciones en las que están involucrados. El inicio y el cierre de la película usan el montaje y la música orquestal de James Newton Howard (que apunta por la elegancia y el impacto de una piezas de ballet) para crear la clase de emoción que el cine de Hollywood rara vez trata de replicar hoy en día. Son excelentes.
El problema con Operación Red Sparrow es casi todo lo que pasa en medio. La trama se vuelve casi imposible de desenmarañar (es quizá más complicada de lo que necesita), pero a diferencia de Atómica, otra película reciente que aprovechó el ambiente del espionaje internacional, no tiene la clase de secuencias de acción que mantengan nuestro interés una vez que lo que sucede se vuelve indescifrable. El peso de la película cae en los hombros de Lawrence y Edgerton, actores logrados pero víctimas del tono sombrío y una trama que tarda mucho en empezar. Operación Red Sparrow es demasiado vulgar para un público adulto y demasiado lenta para el público adolescente. No me gustó del todo, pero es una película demasiado rara como para existir y por esa razón me da gusto de que exista.