(Phantom Thread; Paul Thomas Anderson, 2018)
“Si quieres tener un concurso de miradas conmigo, vas a perder,” le dice Alma (Vicky Krieps) a Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) cuando éste se le queda viendo. El hilo fantasma, la nueva película de Paul Thomas Anderson, es una especie de concurso de miradas entre dos personas que se creen enamoradas una de la otra. Someterse a la idea que el otro tiene del amor sería, en esta metáfora, equivalente a parpadear. Si la película es a veces aterradora es porque esta mentalidad hace que tanto Reynolds como Alma se metan en constantes juegos de manipulación, no precisamente lo que uno espera de una relación saludable. Si la película se siente también un tanto esperanzadora es porque las intensas personalidades de los dos hacen difícil imaginarlos siendo felices con otra persona. De una manera extraña, están hechos el uno para el otro.
El hilo fantasma se sitúa en el Londres de la década de 1950 y abre mostrándonos la rutina diaria de Reynolds, un reconocido diseñador de alta costura y un perfeccionista. Lo vemos por primera vez arreglándose frente al espejo con el mismo cuidado y rigor que mostrará en su trabajo. Sólo una persona puede de verdad seguirle el paso y ella es Cyril (Lesley Manville), su hermana, confidente y el cerebro detrás del negocio familiar. Cyril es leal y tan rígida como él, pero es un poco más atenta cuando de otras personas se trata. Cuando ve lo infeliz que la desatención de Reynolds hace a su última “pareja,” Cyril le recomienda hacer lo más humano y cortar con ella: “Está poniéndose gorda, sentada esperando a que te enamores de ella otra vez.”
Después de esperada ruptura, Reynolds se refugia unos días en un pequeño pueblo costero. Mientras desayuna en un pequeño restaurante, es atendido por Alma, una joven mesera que captura su atención. Reynolds la invita a salir, más fascinado por su figura y su presencia que por su personalidad: en su primera cita, ella come mientras él se le queda viendo, fascinado. Posteriormente, él lleva a su estudio, donde le prueba telas y le toma sus medidas con la intención de hacerle un vestido. Ella se convierte en algo más que una modelo pero menos que su pareja. Esto no parece molestarle. Y de verdad, la película no funcionaría si no nos mostrara que este trato desequilibrado no es placentero para los dos. Por mucho tiempo insegura de su apariencia, Alma se siente en las nubes siendo la musa de un artista como él.

¿Cómo fundamentar una relación romántica en esta simple fijación? Reynolds parece incapaz de ver a la Alma que está frente a él, sólo a la que puede construir con ayuda de sus vestidos. Sigue demasiado casado a su oficio, y las necesidades de ella se convierten en disrupciones a su rutina diaria. Cuando ella organiza una cena romántica sólo para los dos, él sólo puede pensar en a dónde se fueron Cyril y sus demás trabajadoras. Aunque técnicamente su pareja, Alma nunca deja de ser secundaria a Cyril y su madre fallecida, la cual continúa atormentándolo en sueños. Reynolds le cuenta Alma de su madre, pero no qué tanto ella parece permear su vida todavía. Sólo parece explorar esta eterna preocupación a través de su mayormente solitario oficio. Sólo está parcialmente dispuesto a compartir su vida con alguien más.
Para Alma, esto no es un pecado mortal tanto como un obstáculo a sortear. Ella parece tentada por el desafío de alguien que no se deja domar tan fácil. Hay algo de romanticismo en sentirse necesitado por alguien tan importante. Más que amarlo a él, Alma ama el sentirse necesitada por él. Nunca parece más feliz que cuando éste se enferma y ella tiene cuidarlo en la cama. Su beso más espontáneo ocurre después de que ella le ayuda a robar de vuelta uno de sus vestidos a una señora de alta sociedad que se quedó dormida en él. Y es así que ella conspira para que éste la necesite aun cuando no lo desea. A diferencia de Madre de Darren Aronofsky, El hilo fantasma presenta la relación entre el creador como una de sufrimiento mutuo, dañina y dolorosa en ambas direcciones.
Estos matices, tan integrales para la trama, no son totalmente evidentes cuando uno ve la película por primera vez. Como las últimas películas de Anderson, El hilo fantasma es fría en la superficie y esto puede generar cierta distancia para muchos. Es fácil pensar que Anderson está más interesado en seducirnos con su atmósfera que en introducirnos a la historia. Pero una mirada más cuidadosa a la película revela un preciso, a veces clarísimo uso del lenguaje cinematográfico. Siempre busca la mejor manera de meternos en la mente de sus personajes. Pienso en la toma del ojo de Reynolds cuando éste mira a Alma por la mirilla de una puerta, una referencia a Psicosis de Alfred Hitchcock, cómo esta imagen sugiere tan efectivamente qué tan lejos él es capaz de llegar para poseerla.

Si El hilo fantasma resulta finalmente ambigua es porque las emociones de sus personajes lo exigen. La música de Jonny Greenwood, la fotografía (nadie recibe el crédito oficial de director de fotografía, pero Michael Bauman y Colin Anderson aparecen como camarógrafo de iluminación y operador de cámara, respectivamente) y los vestuarios de Mark Bridges crean un ambiente tan bello que uno quiere vivir en él, si es que podemos ignorar la dosis de oscuridad y celos que caracteriza lo que el amor es para Reynolds y Alma. Su relación es por supuesto perturbadora, pero no inhumana. Veo El hilo fantasma y pienso en lo fácil que es estar enamorado y desear que la otra persona se mantenga como fue en un único momento, efectivamente cediendo su humanidad para convertirse en un objeto estático.
“Cuando amamos a alguien, ¿a quién amamos? ¿A esa persona, o nuestra idea de esa persona?” dice Roger Ebert en su reseña de Solaris de Andrei Tarkovsky, uno de mis escritos favoritos de él, “aunque otras personas sin duda existen en un espacio físico independiente, nuestra relación con ellas existe en nuestras mentes. Cuando las tocamos, no es el tocarlas los que experimentamos, sino nuestra conciencia del tocarlas.” El hilo fantasma es una película muy diferente a la de Tarkovsky, pero se deriva también de la idea de que las personas de las que nos enamoramos son una construcción de nuestra mente. Tratar de que otra persona se adapte a esta idea es frecuentemente absurdo, es negarle su complejidad, su humanidad. El hilo fantasma es una preciosa, perturbadora película sobre personas reales, los objetos románticos que imaginamos, y el vasto golfo que existe entre estas dos.