(Solo: A Star Wars Story; Ron Howard, 2018)
He aquí un útil consejo: vean Han Solo: Una historia de Star Wars esperando, no una película de Star Wars, sino una de Indiana Jones. Esto porque la película tiene mucho menos en común con la épica saga espacial de George Lucas y más con las aventuras individuales que éste mismo ayudó a crear, también con el actor Harrison Ford, algunos años después. A diferencia de las ocho películas de la historia de los Skywalker (y su spin-off de 2016 Rogue One) Han Solo no es una batalla decisiva por el destino de una galaxia muy, muy lejana; es una aventura relativamente inconsecuente entre criminales y mercenarios preocupados sólo por el dinero y sus propias vidas.
Digo esto, no para condenar la película, sino para ajustar las expectativas. Haciendo a un lado lo poco que se parece a la serie de la cual se desprende, Han Solo es ágil, divertida y hasta novedosa. En fuerte contraste con sus predecesores, aquí vemos muy poco del espacio y la magia de Fuerza, que no se diga de los combates entre naves y los sables de luz. Sus personajes se sienten más pequeños y por esta razón, sus planetas se sienten como verdaderos mundos y no cómo breves paradas en un viaje por carretera. El malvado Imperio Galáctico se mantiene mayormente en los márgenes, desplazado del papel del antagonista por distintas bandas criminales cuya lealtad siempre está en duda. Ésta es una película pequeña, o tan pequeña como lo puede ser una película de 250 millones de dólares.
Este elevado presupuesto no es inexplicable. Antes de terminar la filmación, los directores originales Phil Lord y Chris Miller dejaron el proyecto por “diferencias creativas”, para ser remplazados por el veterano Ron Howard, quien completó la filmación, volvió a filmar escenas y completó la posproducción. Todavía provoca curiosidad qué película los cineastas detrás de Comando especial y La gran aventura de Lego (Lord y Miller recibieron crédito de productores ejecutivos al final) hubieran hecho, pero el logro de Howard no es menos impresionante. Han Solo es una película bien armada, emocionante y que se mueve con confianza. Ni una vez se nota que fue una producción problemática.
Han Solo es un constante bombardeo de acción, que apenas dedica momentos para desarrollar sus personajes (ésta es una de las razones por las que se siente más como una película de Indiana Jones que de Star Wars), pero igualmente nos da una idea como éste joven Han Solo (Alden Ehrenreich) se convierte en el personaje que Ford hizo un ícono. Un ladrón de poca monta que nació y creció en Corellia, un planeta sin ley controlado por una vil gangster alienígena, Han sueña con comprar su propia nave y escapar con su novia Qi’ra (Emilia Clarke). La oportunidad les sonríe cuando Han se hace de un frasco del valiosísimo combustible coaxium, suficiente para sobornar a algún oficial imperial para que les permita salir del planeta. Pero el destino les juega una mala mano cuando en la aduana, Qi’ra es capturada y los dos se ven obligados a separarse.

La primera media hora de Han Solo parece haber sido inspirada por una lista de los detalles superficiales más conocidos del personaje. Pero las explicaciones que la película da a cómo éste obtuvo su nombre, su pistola bláster, y cómo conoció a su peludo primer oficial Chewbacca (Joonas Suotamo), nos dicen más del bribón con un corazón de oro al mismo tiempo que sirven de guiños a los fans. Han es alguien dispuesto a hacer lo que sea por sobrevivir, pero también alguien busca darle un propósito mayor a su vida. Es con estás dos cosas en mente que él decide dejar la vida de un soldado imperial para unirse al mercenario Tobias Beckett (Woody Harrelson) y su banda. El resto de la película, aunque con uno que otro giro novelesco que hace todo más personal al–Qi’ra reaparece y se les une–es poco más que la historia de su primer gran trabajo: para salvar su pellejo, Han y compañía deberán robar un cargamento millonario de coaxium para el capo criminal Dryden Vos (Paul Bettany).
Han Solo contiene rostros familiares así como nuevas adiciones al universo de Star Wars. Para llegar al planeta de donde deben robar el coaxium, el equipo necesita de una nave rápida y un piloto dispuesto; es aquí donde entran Lando Calrissian (Donald Glover, en el papel originado por Billy Dee Williams en El Imperio contraataca) y su primer oficial droide L3-37 (Phoebe Waller-Bridge, con ayuda de captura de movimiento). Como Lando, Glover derrocha carisma y elegancia; su afición por las capas, un simple detalle de vestuario en la trilogía original, se convierte en una de sus características más importantes, así como una fuente de humor. Pero es Waller-Bridge, cuyo lenguaje corporal resuena a través de los efectos especiales, quien de verdad se roba todas las escenas en que aparece. Una pícara abogada de los derechos de los droides–Han Solo es la primer película de la franquicia que reconoce que éstos son básicamente esclavos–L3 es un respiro de aire fresco. La secuencia en que ella lidera un motín de esclavos es la contribución más original de la película al universo de Star Wars.
Pero L3 es también un síntoma del mayor problema de esta entregael tratamiento de sus personajes femeninos (a pesar de ser técnicamente una pieza de tecnología, L3 es definitivamente femenina, y también el único personaje con una sexualidad). Aunque les da uno que otro momento para brillar, al guion de Lawrence y Jonathan Kasdan finalmente le importan poco L3 y Val (Thandie Newton), la pareja de Beckett y un personaje tan irrelevante que se puede contar la película entera sin una vez mencionarla. L3 y Val desentonan con el espíritu feminista que Lucasfilm, bajo la tenencia de Kathleen Kennedy, dice procurar. El personaje de Qi’ra, cuya mezcla de cinismo, calidez y habilidad la hacen sentir como una mezcla de sus heroínas previas Rey y Jyn Erso, es quizá la excepción.

Una lástima porque Han Solo es en general una película muy bien hecha. Su historia, que se sitúa en mundos desahuciados, es complementada por un diseño de producción más modesto y táctil, quizá el más cercano en espíritu a La guerra de las galaxias original; quizá porque los problemas en la producción limitaron su presupuesto, la película prescinde de los vastos paisajes que se han vuelto de rigor en la serie desde 1999. Pero esto muchas veces le funciona; la secuencia en que Han pelea en un frente de batalla, todavía como un soldado imperial de bajo rango, con un horizonte oculto por humo y explosiones, nos ayuda comprender mejor el sinsentido que vive como un engrane del imperio. El trabajo de Bradford Young, director de fotografía de La llegada y El año más violento, es, por otra parte, algo decepcionante. La emoción de la historia se pierde en su paleta de colores casi monocromática, es como si la película fuera filmada en blanco y negro y proyectada en filtros de distintos colores dependiendo de la escena. Y la iluminación, en un intento de ser dramática, sólo termina haciendo más difícil ver lo que sucede.
La película tiene problemas, pero como diría Han Solo, cumple con lo que cuenta. Y lo que cuenta, finalmente, es el mismo Han Solo. El personaje titular no es el más misterioso de la película (ese sería Beckett), ni el más carismático (Lando) o el más temerarios (L3), pero no necesita serlo. Ehrenreich no trata de imitar al personaje de Ford, sino crear un personaje que con el tiempo se podría convertir en el de Ford. El Han original era arrogante, pero también sereno y distante porque sabía que no tenía nada que probarle a nadie. El de Ehrenreich todavía tiene mucho que probar. Es divertido verlo comprometerse a una idea alocada y tener éxito, pero lo es un poco más verlo hacer lo mismo y quedar por un momento en ridículo. Todavía tiene mucho que aprender y eso lo hace mucho más tierno, simpático y vulnerable. Con esta sólida base, Han Solo: Una historia de Star Wars termina siendo una emocionante aventura y una divertida réplica al argumento de que no había necesidad de contar esta historia.
Ese cameo, por otra parte, sí fue totalmente innecesario.
★★★1/2
Han Solo: Una historia de Star Wars está dedicada a la memoria su productora Allison Shearmur. Shearmur inició su carrera en el cine en 1994 y en más de veinte años de trayectoria trabajó como ejecutiva en algunos de los más grandes estudios y franquicias. Columbia TriStar, Disney, Universal, Paramount fueron algunas de las compañías en las que desempeñó algún papel importante; mientras que las secuelas de Los juegos del hambre, Rogue One: Una historia de Star Wars y la más reciente Cenicienta fueron algunos de los grandes éxitos de taquilla que ayudó a hacer realidad. El 18 de enero de 2018, falleció de cáncer de pulmón. Qué en paz descanse.