(The Incredibles 2; Brad Bird, 2018)
A las películas del director Brad Bird frecuentemente se les asocia con la ideología de Ayn Rand, la filósofa y novelista rusa Ayn Rand conocida, entre otras cosas, por promover el excepcionalismo y el egoísmo como el motor de la excelencia humana. No es por nada; las películas de Bird tienden a girar alrededor de personajes excepcionales (un genio inventor en Tomorrowland, un gigante robot metálico caído del espacio en El gigante de hierro y Tom Cruise en Misión Imposible: Protocolo fantasma) quienes frecuentemente se ven frenados por un entorno intolerante de sus capacidades. Nunca es esto más aparente que en Los increíbles de 2004, la historia de una familia de superhéroes y sin lugar a dudas su película más conocida. Es cierto que los héroes de Bird tienden a ser por definición extraordinarios, pero llamar a su filmografía una defensa de la ideología de Rand es algo exagerado. Los Increíbles 2, que Bird escribe y dirige, demuestra que su propia forma de ver el mundo es mucho más complicada.
Esta secuela es también es una deslumbrante película de acción, visceral e impactante a pesar de ser una animación por computadora que por razones obvias nunca muestra una gota de sangre. La película arranca inmediatamente después de Los Increíbles, con los Parr enfrentándose como familia al villano El Subterráneo. La secuencia sirve como escaparate para catorce años de avances tecnológicos, pero también para los talentos de Bird como narrador visual; abundante en colores y dando énfasis al movimiento en escena y a la claridad.
Esta primera escena de acción nos dice mucho de la situación de la familia en ese momento. No sólo nos muestra a los Parr tratando de detener un taladro gigante que devasta los edificios y calles de la ciudad, también los vemos apoyarse mutuamente con sus poderes–el padre Bob/Míster Increíble tiene súper fuerza, la madre Helen/Elastigirl puede estirar su cuerpo como si fuera de goma, su hija adolescente Violeta puede volverse invisible y generar campos de fuerza, su hijo Dash corre a grandes velocidades–e intercambiarse el cuidado del bebé Jack-Jack, un recordatorio de que los superpoderes no los exentan de las responsabilidades de una típica familia.

El papel que juegan el gobierno y las leyes en las películas de Los Increíbles facilitan, quizá demasiado, las comparaciones con la filosofía de Rand. Si bien los Parr terminan salvando la ciudad, ésta no está precisamente agradecida. Los superhéroes siguen siendo prohibidos por la ley y, al salir a la luz, los Parr la rompieron. Como en La rebelión de Atlas y El manantial, las regulaciones frenan a los seres excepcionales y la mediocridad, parece ser, se convierte en la norma.
Bob y Helen se ven obligados a escoger entre quedarse sin un hogar o que él regrese a su viejo y deprimente trabajo en una aseguradora cuando una tercera opción se les presenta. Winston Deavor, un multimillonario de las telecomunicaciones, se ofrece a apoyar la carrera superheroica de Helen con la esperanza de provocar un cambio en la opinión pública y que los superhéroes vuelvan a la legalidad. Míster Increíble, acostumbrado a combatir el crimen y a la atención que esto le trae, deberá encargarse de cuidar a los niños, un rol para el que no se siente capaz. Es una dinámica que se ha hecho más común gracias a los avances en la equidad de género y una que plantea un conflicto importante al patriarca de la familia, quien debe ocupar un rol tradicionalmente femenino después de mucho tiempo de ser el proveedor de la familia.
Aunque la maquinaria política y la vida doméstica de los Parr son elementos importantes de la trama de Los Increíbles 2, ésta nunca deja de estar llena de acción o de ser visualmente dinámica. La nueva rutina de Bob da lugar a varias piezas cómicas; una en particular, en la que Jack-Jack descubre sus nuevos poderes, tiene la agilidad y audacia de una caricatura clásica de los Looney Tunes. El formato de la animación por computadora le permite torcer y apegarse a la realidad hábilmente. La estética de la película está inspirada en el futurismo de los cincuentas y sesentas y en el boom estadounidense de la posguerra. Hay imágenes fantásticas como un rascacielos que se eleva sobre las nubes y una ciudad tan extensa que es a Nueva York lo que Nueva York es a un pueblo olvidado en la carretera.

Pero su efecto visual más asombroso de la película es quizá una toma de Jack-Jack en su cuna donde podemos ver el detalle de los vellos de su cara. Los Increíbles 2 entiende que sus personajes son lo que finalmente nos cautiva. Es enternecedor y emocionante ver a esta familia en la gran pantalla después de muchos años. Pero sus nuevos personajes y la trama no les dan muchas cosas nuevas que hacer. Raptapantallas, su villano, palidece al lado de Síndrome, el antagonista de la primera película. Y el conflicto de Los Increíbles 2 es mayormente artificial, nunca aprovechando las complicadas dinámicas que sugiere entre esta familia. La película es placentera y complaciente, casi por diseño.
Los Increíbles 2 nunca pone a sus personajes verdaderamente a prueba, pero sí le da a Bird la oportunidad de expandir las ideas que tiene sobre los superhéroes. Winston Deavor y Raptapantallas, los dos nuevos personajes que gozan de un mayor perfil, tienen formas distintas de pensar y matices en sus motivaciones. El primero tiene buenas intenciones, pero su admiración por los superhéroes también lo lleva a verlos como la respuesta de todo. Y aunque el plan del villano involucra acabar con aquellos que son excepcionales, es éste quien parece tomarse más en serio las ideas de Rand, pues sólo responde a sus propios intereses, no a los de los demás.
Los Increíbles 2 es una entretenida, balanceada mirada al rol que juegan los superhéroes en nuestra imaginación. Al final, lo que los define no son sólo sus habilidades, sino su interés y dedicación a los demás. El interés propio los tienta, pero trabajar en conjunto es lo que los termina salvando. Cabe recordar que aunque Los Increíbles 2 es una película sobre personas con superpoderes, más importante aún, es una película sobre una familia.
★★★1/2
Cómo toda película de Pixar, Los Increíbles 2 viene acompañada de un corto animado. Bao cuenta la historia de una mujer mayor que, mientras cocina uno de estos bollos tradicionales de la cocina china, se da cuenta de que uno de ellos parece cobrar vida. Lo que sigue es una serie de pequeños momentos que, muy al estilo del prólogo de Up, nos cuentan la conmovedora historia de una vida en pequeños, preciosamente animados y detallados, instantes. El corto encuentra una genial (y perturbadora) metáfora para ese sentimiento posesivo que uno siente cuando alguien a quien viste crecer por mucho tiempo está listo para seguir adelante. Y el final un genial recordatorio de que esta separación no tiene por qué ser un final definitivo.