(Fez Noriega, 2018)

En los últimos treinta años, el papel de los nerds en nuestra sociedad ha cambiado drásticamente, pero la forma en que la cultura pop los trata no. Algunos de los hombres más ricos y poderosos de la actualidad encarnaron en su juventud la imagen del varón tímido y flacucho más interesado en las ciencias y la computación que en socializar u otras actividades típicas de la masculinidad tradicional. Los nerds se han apoderado del mundo, pero todavía existe la tendencia a verlos como simpáticos y bien intencionados marginados sociales con mucho que ofrecer. Mucho ha cambiado desde el estreno de La venganza de los nerds y La teoría del Big Bang, pero uno no se daría cuenta al comparar la película y la serie de televisión.

Esta discrepancia es necesaria para entender muchos de los problemas de la cultura nerd de la actualidad. A pesar de que intereses tradicionalmente geek como los superhéroes, la ciencia ficción y la fantasía ahora son el mainstream (no hay prueba más contundente que el éxito del universo cinematográfico de Marvel o de la serie de televisión Game of Thrones); a pesar de que Google y Facebook, dos de las más grandes compañías de la actualidad, tienen sus raíces en estos mismos intereses, sigue existiendo la percepción en algunos círculos de que esta subcultura está bajo ataque. Para prestarme de una frase de Pete Warden de Quartz, los nerds “nos seguimos comportando como la Alianza Rebelde, pero ahora somos el Imperio”.

Hay algo profundamente ingenuo, pero también refrescantemente escapista, sobre una película como Plan V, de Fez Noriega, que de manera nada crítica repite estereotipos nerd de décadas de edad. La idea de que los nerds siguen siendo una simpática minoría oprimida puede ser falsa y tóxica a largo plazo, pero también una atractiva fantasía dada nuestra actualidad. Quisiera creer que los nerds siguen siendo los tímidos miembros de un club de robótica universitario que el megalómano Elon Musk o los trolls de Internet que cuentan los días para que Kathleen Kennedy suelte las películas Star Wars.

Plan V no es realmente una película sobre la cultura nerd. Nadie confundiría a su protagonista un miembro de este grupo. Éste sirve meramente como decoración para una trillada comedia romántica mexicana más. Paula (Natasha Dupeyrón), la joven novia de un exitoso actor de telenovelas (José Carlos Femat) hasta que lo descubre engañándola con otro hombre. Para recuperarse de esta mentira y la subsecuente ruptura, Paula les sigue la corriente a sus dos amigas, Fernanda (María Gabriela de Faría) y Jennifer (Stephanie Gerard), quienes dicen que para que ésta se consiga un novio que le sea fiel y la quiera de verdad, necesita buscar a alguien a quien le pueda quitar su virginidad.

Plan V_1

Después de intentos fallidos con los asistentes de una convención de cómics, el coro juvenil de una iglesia, y un grupo de menores de edad que usan credenciales falsas para entrar a los bares (un área gris moral y legal que no vale la pena discutir aquí), a Paula se le ocurre inscribirse en el programa de robótica de la universidad en que su padre fue un celebrado maestro. Ella pronto encuentra su blanco ideal: Luis (José Pablo Minor), quien además de virgen es guapo y atlético–“nadie con ese cuerpo es virgen,” señala Fernanda cuando lo ve en la alberca de la universidad.

Plan V puede ser una comedia romántica sin otra función que la de entretener, pero tiene lo una que otra observación sobre la masculinidad que se sienten deliberadas. Chema, su exnovio actor, le insiste a Paula que no le cuente a nadie su secreto, pues su imagen de macho es parte de su atractivo como estrella. Hay una escena en que Laurentina (Tamara Vallarta), la única mujer en el club de robótica, les advierte preocupada del plan de Paula. Los hombres reaccionan saltando de emoción. El que la trama gire alrededor de una lucha de robots con un equipo rival señala cómo la masculinidad geek no son tan diferentes a las de la masculinidad tradicional.

Pero al final, Plan V no es ni muy perceptiva ni muy divertida. Es una comedia romántica más que confunde escenas de gente en una desastrosa fiesta en lugar de chistes; donde lo absurdo de su misma premisa contrasta con la sinceridad y sentimentalismo que adopta a ratos–la secuencia de Paula y Luis en una alberca es linda, pero no encaja con el tono de la película–y donde los cortes rápidos y los efectos de video no son más que un intento desesperado de inyectarle dinamismo. El clímax, que gira precisamente alrededor de la pelea de robots, está editado tan descuidadamente que es difícil seguir lo que pasa.

Hasta ahora, la carrera de Natasha Dupeyrón en el cine se ha limitado a papeles pequeños en Efectos secundarios y La vida inmoral de la pareja ideal. Plan V es la primera ocasión en que ella protagoniza una película comercial de este tipo. Ella interpreta a Paula con dulzura, afabilidad y una energía que recuerdan a Reese Whiterspoon en Legalmente rubia (una obvia inspiración del guion) pero ésta sigue siendo la clase de protagonista de comedia romántica que manipula emocionalmente a alguien de quien se supone que está enamorada, uno de los clichés más odiosos del género. Dupeyrón merece mejor. Los nerds en general… ellos en realidad no tienen mucho de qué quejarse.

★★1/2