(Western; Valeska Griesbach, 2018)

Muchas de las reseñas (y esta no será la excepción) de Western: La ley del más fuerte, inician con un comentario sobre su título. Éste hace referencia al clásico género cinematográfico, inseparable en la mente de los cinéfilos con la frontera estadounidense del siglo XIX. El concepto central de la nueva película de la directora alemana Valeska Griesbach es adaptar las dinámicas de aquel sello de Hollywood pero en Europa del este y en la actualidad.

Su protagonista, Meinhard (Meinhard Neumann) es uno de varios empleados alemanes que llegan al sur de Bulgaria para iniciar los trabajos de construcción para una presa hidroeléctrica. Meinhard comparte mucho con los héroes del western de antaño en que es un veterano de la guerra (no de la Guerra Civil, por supuesto) buscando reconstruir su vida y reincorporarse a la sociedad con un trabajo más o menos doméstico pero en el que sus viejas habilidades todavía le sean útiles.

Meinhard y sus compañeros son, en cierta forma, colonizadores. Vienen como representantes de una gran compañía constructora, pero ésta se mantiene mayormente ausente. Ni siquiera cuando ellos se quedan sin agua y tienen que ingeniárselas para subsistir, ésta les ofrece una respuesta. La Bulgaria rural les ofrece un espacio libre, casi sin ley, que clama ser transformado por ellos. Aquí el título de la película toma una curiosa inversión. El equipo de construcción llega del oeste (west en inglés), de la más próspera Alemania a una región cercana a la Grecia afectada por la crisis económica.

Los compañeros de Meinhard son, como él, una misma variedad de hombres inadaptados. Cuando un grupo de mujeres locales se acerca a tomar el sol en una playa cercana al arroyo donde están trabajando, uno de ellos toma el sombrero de una de ellas y la acosa antes de regresárselo y que ellas se vayan molestas. Tal escena hubiera tratado de pasar por simpática en una película de antaño. En Western, ni sus compañeros se ríen con él. Más adelante otro trata de hablarle a otra joven local, quien reacciona con inmediata desconfianza a su trato. Es como si el mundo hubiera avanzado y dejado a estos hombres atrás.

Western La ley del mas fuerte_1

Mientras recorre los alrededores, Meinhard se encuentra con un caballo blanco y lo usa para viajar al pueblo más cercano. La forma en que Griesbach y su director de fotografía Bernhard Keller encuadran esta imagen es romántica. Evoca al forajido solitario que llega dominante a un pueblo del oeste. Este no es necesariamente el caso. Meinhard sólo se acerca a una tienda a comprar unos cigarros pero es recibido con alguien de intenciones sospechosas meramente por ser alemán. Los locales, por lo menos algunos de ellos, tienen sus prejuicios muy arraigados. No obstante, Meinhard logra ganarse la simpatía de por lo menos unos pocos de ellos poco a poco.

Un tema recurrente en la película es aquel de la territorialidad. Los habitantes del pueblo ven a Meinhard y los demás constructores con desconfianza y recelo; en parte porque su localidad está tan aislada, en parte porque los hombres vienen de otro país y en parte porque la mujer que uno de ellos acosó en la playa era una de ellos. Pero los mismos constructores no están exentos de esta actitud. Cuelgan orgullosamente una bandera alemana en su campamento y se molestan cuando ésta desaparece y más adelante uno de los búlgaros juega con ella. Nuestra identidad como personas siempre es más complicada que nuestra nacionalidad. Pero también es cierto que cuando un elemento cualquiera de nuestra identidad es atacado, tendemos a proteger ese pedazo de nosotros.

Me disculpo por la brevedad de esta reseña, pero la verdad es que no encontré mucho qué decir sobre esta película. Western es una impresionante obra de mímica y comentario sobre el titular género. Pocos cómo éste exploran el fin de una época o las vidas de hombres perturbados y solitarios. Ver sus convenciones desarrollarse en un contexto contemporáneo ayuda a poner en perspectiva cómo las cosas han cambiado con el tiempo y cómo siguen iguales; cómo son vistas por el lente de Hollywood y cómo son en realidad. Hay algo profundamente melancólico en que Meinhard no se identifique del todo entre sus compañeros y los habitantes del pueblo, y su final conmueve por cómo lo muestra no dejando de intentarlo. Sólo no creo que hubiera tenido que esperar dos horas para llegar a ese momento.

★★★