(Crazy Rich Asians; Jon M. Chu, 2018)
He aquí algunas cosas de las que estoy bastante seguro. La forma en que las personas son representadas en la pantalla importa. Al ser un componente tan importante de nuestra cultura, lo que vemos en el cine y la televisión influye en cómo vemos a otros y en las actitudes que practicamos día a día. Los estereotipos raciales y de clase son dañinos porque nos hacen ver a otros en una luz anticuada y deshumanizante. El reciente movimiento que ha habido a favor de la diversidad parte de este razonamiento. Pero la diversidad también es buena para el arte y el entretenimiento porque enriquece la cantidad y la calidad de historias que se pueden contar en él.
Tómese por ejemplo a Locamente millonarios, todo un hito cultural al ser la primera película de un gran estudio de Hollywood en situarse en un ambiente contemporáneo y contar con un elenco casi totalmente asiático-americano desde 1993. Hemos visto historias como ella antes; es después de todo una comedia romántica sobre una joven profesionista que conoce a la familia conservadora de su novio y los malentendidos que resultan de todo ello. La diferencia se encuentra en los matices culturales que explora.
Rachel Chu (Constance Wu) es una joven maestra de economía en la Universidad de Nueva York. Lleva tiempo saliendo con Nick Young (Henry Golding), y él está deseoso de que ella conozca a su familia; la boda de un amigo muy cercano le ofrece la excusa perfecta para viajar a Singapur, donde toda ésta vive. Tanto Rachel como Nick son de ascendencia china. Él creció en Singapur, ella en Estados Unidos. Rachel espera que la fricción y tensiones sean mínimas, pues tienen raíces en común, pero su madre Kerry (Tan Kheng Hua), quien emigró a Estados Unidos poco antes de que Rachel naciera, contesta que sus trasfondos y formaciones son radicalmente diferentes.
Y son diferentes en más de una forma. Mientras la madre de Rachel sufrió de privaciones para criar a su hija, la familia de Nick vive “cómodamente,” el eufemismo que él usa para esconder que son el clan más rico de todo Singapur. Sus ancestros llegaron a la isla en el siglo XIX cuando ésta todavía era todavía una colonia británica y, cómo dice uno de los personajes, prácticamente la convirtieron en la ciudad estado más prospera de la era moderna. Su afluencia actual se manifiesta en mansiones, banquetes, alta moda, y una intensa atención mediática, lo mismo que las familias ricas del otro lado del Pacífico.
Pero la larga historia de su riqueza viene acompañada de un rígido apego a la tradición. Rachel se gana pronto a los amigos de Nick, Colin (Chris Pang) y su prometida Araminta (Sonoya Mizuno), a sus primos Astrid (Gemma Chan) y Oliver (Nico Santos), pero no logra conectar con su madre, Eleanor (Michelle Yeoh). Ella tiene muy claro qué la pareja ideal de su hijo es una madre de vocación con un apellido prestigioso, y Rachel, una dedicada y exitosa profesionista con una madre de clase obrera, no es ninguna de las dos.

Pero Eleanor no es la caricatura de la madre regañona cuya única función es hacerle la vida imposible a la mujer de la que su hijo está enamorado. Su idea de feminidad es resultado de su formación, pero es sin embargo sincera. Ella está totalmente entregada a su rol de madre y ama a su familia más que nada. Rachel sabe que Nick debe elegir entre ella y su madre, lo que hace su lugar en todo esto mucho más difícil.
El director Jon M. Chu maneja integra hábilmente el conflicto interior de Rachel con personajes y situaciones más típica de la comedia romántica. Como las mejores películas del género, Locamente millonarios encuentra el núcleo de humanidad debajo de las absurdas convenciones. Hay numerosas personalidades estridentes: Goh Peik Lin (Awkwafina, quien hizo una fuerte impresión en la reciente Oceans 8: Las estafadoras), la compañera de Rachel en la universidad; los primos de Nick, Eddie (Ronny Chieng), un ocupado empresario, y Alistair (Remy Hii), quien usa su parte del dinero familiar para financiarle una película a su novia actriz (“Ella es terrible, pero él está financiando la película,” se queja el director) y Bernard (Jimmy O. Yang), el tremendo compañero escolar de Colin, quien le organiza una despedida de soltero en un barco carguero en aguas internacionales. Pero ninguno de ellos saca a la película de su centro. La subtrama más prominente, sobre Astrid y su esposo Michael (Pierre Png), un prestigioso militar que trata de hacer despegar una empresa privada, ofrece un contraste importante a la historia de Rachel y Nick.
Los excesos millonarios de la película son ocasionalmente distractores, y ésta no se decide entre criticarlos y dejarse llevar por ellos. El título y algunos de los personajes sugieren que la riqueza de la familia es en realidad absurda; situaciones como un retiro espiritual que se convierte en un día de compras y un spa son tratados como chistes. Pero la película mira con amor extravagancias como una iglesia que se inunda lentamente como un pantano y al resort Marina Bay Sands, caracterizado por sus tres torres idénticas y su terraza flotante.
Pero al mismo tiempo que casi todo en la película es excesivo, la dirección de Chu muestra algo de moderación, inspirándose más en las comedias románticas de antaño, con sus elegantes composiciones, vibrantes colores y suaves movimientos de cámara. Escenas, como una cerca del final, están armadas para sacar la mayor comedia posible de sus entornos. Al final, me di cuenta de que estaba demasiado atrapado en la fantasía romántica que todo lo demás fue relativamente fácil de pasar por alto. Hay muchas razones para ver estas absurdas muestras de riqueza con cinismo. Pero el lado de mí que disfruta las comedias románticas, disfrutó mucho la película a pesar de ellas.