(Venom; Ruben Fleischer, 2018)
¿Cómo se hace una película con alguien como Venom como protagonista? Estamos hablando de un personaje que no solo no es humano sino que técnicamente es un traje parlante que devora gente sin remordimiento. Se necesitaría un sentido del humor muy oscuro, un director como Sam Raimi (quien de hecho llevó al personaje a la vida El hombre araña 3 pero curiosamente no lo quería en la película) para que la violencia y la inexistente moralidad del personaje logren ser simpáticos o por lo menos tengan sentido.
Sea cual sea la forma ideal de llevar a Venom a la pantalla grande, algo que queda claro es que la nueva película que lleva su nombre no la es. Venom, de Ruben Fleischer, no sólo fracasa al convertir a una baba extraterrestre psicópata en un protagonista agradable, una gran hazaña considerable; es además un desastre narrativo sin personalidad que me hizo añorar por la creatividad y técnica de algo como El depredador. Ambas películas de hecho tienen mucho en común. Venom abre también con una nave especial estrellándose en la tierra, dejando en libertad a una criatura alienígena con planes misteriosos para el planeta. Como sucede en la película de Shane Black, no hay intento de cultivar ningún misterio a su alrededor. De inmediato vemos una muestra de sus poderes en una iluminación plana y sin matices.
La nave del prólogo de Venom le pertenece a la Fundación Life (en los cómics, una organización de supervillanos y no una referencia a la película del año pasado Life: Vida inteligente, que se sospechaba era una precuela de ésta), una corporación de bioingeniería que, entre otras cosas, se dedica a la búsqueda de vida en otros planetas. Su preciosa carga consiste en cuatro simbiontes, organismos parasíticos que toman el control de otras formas de vida.
Tres de ellos son recuperados por el multimillonario Carlton Drake (Riz Ahmed), la cabeza de la fundación. Drake quiere utilizar a los simbiontes para adaptar los cuerpos humanos al espacio y así colonizar otros planetas. Aunque sus planes a largo plazo pueden parecer familiares, sus métodos harían que Elon Musk parezca un jefe humano y considerado. Su idea de un experimento consiste en dejar que los simbiontes se introduzcan a los cuerpos de sujetos sin la menor consideración porque estos mueran si no son compatibles.
El que los “voluntarios” de Carlton Drake sean personas pobres sin otra opción que entregar sus vidas a una gigantesca y siniestra corporación recuerda a un punto en la trama de la sátira del capitalismo Sorry to Bother You (ópera prima del director Boots Riley, todavía sin fecha de estreno en México), pero eso sería darle demasiado crédito al guion de Jeff Pinkner, Scott Rosenberg y Kelly Marcel. Aun cuando el protagonista de la película, Eddie Brock (Tom Hardy), es un reportero independiente que se especializa en exponer cómo el gobierno y las corporaciones atropellan al hombre común, todo comentario político resulta totalmente accidental y secundario.

Venom tarda bastante en llegar al grano. Una complicada serie de eventos que consume la mayoría de su tiempo de duració llevan a Brock a convertirse en el receptáculo de Venom, uno de los simbiontes. Los primeros síntomas que Eddie experimenta son escuchar voces, sentir mucha hambre (devora restos de pollo de la basura y una langosta viva) y temporalmente estar en una película entretenida. La actuación de Hardy, llena de tics y expresiones exageradas, canaliza efectivamente a Jim Carrey y Nicolas Cage. La dirección monótona muestra una chispa de inspiración en la escena en que Eddie trata de purgarse del parásito en su cuerpo mientras la cámara lo sigue frenéticamente por su apartamento.
Venom es básicamente la historia de Eddie desarrollando síndrome de Estocolmo hacia la criatura que posee su cuerpo. Al principio está horrorizado de que éste use su cuerpo contra su voluntad para matar y alimentarse de personas de manera brutal, pero con el tiempo comienza a apreciar los “poderes” qué este le ofrece: resistencia a impactos de bala, súper fuerza, y la apariencia de un desastre petrolero viviente.
Esto, sin embargo, está al centro de lo que hace a Venom un terrible candidato para protagonizar una película de superhéroes convencional. No hay nada inspirador en un personaje cuyo conflicto moral más importante es matar o no matar gente por alimento y placer. Es chocante ver a Eddie y a su exnovia Annie (Michelle Williams, completando el sobrecalificado elenco de la película) hablar de las genialidades de Venom cuando éste acaba de utilizar su cuerpo de manera tan sangrienta.
Puedo más o menos ver la lógica detrás de la película, sobre todo la de encargarle la dirección a Ruben Fleischer, pues su ópera prima, Tierra de zombies, combinó hábilmente humor y carisma con un violento apocalipsis zombi. Tierra de zombies fue una película inspirada, mientras que Venom es una hecha en automático y que a gritos anuncia que fue mal manejada en la postproducción. Ésta es una película sin un segundo acto. Tan pronto como Eddie y Venom se encuentran, están listos para encaminarse al obligatorio clímax de acción. Venom pasa de ser un villano sin remordimiento a un más o menos noble antihéroe tan rápido que hasta la misma película parece sorprendida. Esto podría ser un gran problema, pero es también una bendición disfrazada. No hay nada especial sobre Venom, agradecí que tuviera la decencia de acabarse temprano.