(Birds of Prey: Or the Fantabulous Emancipation of One Harley Quinn; Cathy Yan, 2020)

La Margot Robbie que salió en Escuadrón suicida no es la misma que hizo Aves de presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn. En 2016, cuando se estrenó la primera, habían pasado tres años desde El lobo de Wall Street, la película que la catapultó a la atención del mundo, pero contribuyó a imponerle una imagen prefabricada; para los medios, su talento era secundario a su cuerpo. Leonardo DiCaprio, su coestelar, ganó su primer Oscar en 2015 por El renacido; Robbie, después de algunos dramas independientes relativamente ignorados y propuestas comerciales que decepcionaron en la taquilla, logró aparecer en un ganador del Óscar ese mismo año… en un cameo en La gran apuesta, en el que era reducida a nada más que su apariencia.

Escuadrón suicida pasará a la historia como una de las más desafortunadas entregas en el cine basado en comics, pero Robbie salió bien librada. Fue el producto de un estudio desesperado por replicar el éxito del Universo Cinematográfico de Marvel, pero inseguro de cómo hacerlo. La producción fue apurada para cumplir con una fecha de estreno fija; el decepcionante desempeño en taquilla de Batman v. Superman: El origen de la justicia obligando a Warner Bros. a alterar la visión del director David Ayer con ayuda de la compañía detrás de su bien recibido tráiler. La crítica la despedazó, pero la película fue un modesto éxito en taquilla (recaudó casi 750 millones de dólares alrededor del mundo sobre un presupuesto de 175) y Robbie y Will Smith opacaron efectivamente al Guasón de Jared Leto.

Y vaya que Robbie supo aprovechar ese éxito a su favor. En 2017 produjo y protagonizó Yo, Tonya, película sobre la vida de la patinadora artística Tonya Harding, y su feroz presencia en pantalla, tan afín a la personalidad que venía cultivando, le valió su primera nominación al Oscar. Las dos reinas, su siguiente apuesta por la legitimidad como actriz dramática, fue un breve retroceso; la película fue un duelo de actuaciones entre ella y Saoirse Ronan, y Robbie no siempre estuvo a la altura. Pero ahora, seis años después de El lobo de Wall Street, su momento ha llegado por fin. En 2019 interpretó a la actriz Sharon Tate en la nueva película de Quentin Tarantino Había una vez en Hollywood (haciendo a un lado su limitado tiempo en pantalla, Robbie supo imponerse y dar una actuación memorable), y con El escándalo de Jay Roach, ahora anotó su segunda nominación al Oscar. El mundo le pertenece, parece.

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Y tal como produjo su primer papel nominado al Oscar, Robbie y su compañía LuckyChap producen lo que es técnicamente una secuela a Escuadrón suicida, pero antes que nada su intento de conquistar la taquilla mundial. Al frente y al centro de Aves de presa está su Harley Quinn; alguna vez una psicóloga determinada que se enamoró y se convirtió en la secuaz del Guasón, su paciente y el archirrival de Batman. Siempre hubo algo de torcido sobre el Guasón y Harley Quinn, creada por los escritores Paul Dini y Bruce Timm para la serie animada de Batman de los noventas; una relación abusiva en la que ella era la víctima. Este retrato se extendió a la interpretación de Robbie en Escuadrón suicida.

Aves de presa, escrita por Christina Hodson y dirigida por Cathy Yan, trata de enfrentar directamente el bagaje del personaje. La película abre al poco tiempo de la ruptura entre Quinn y el Guasón (el personaje aparece brevemente a través de material de archivo y un doble de cuerpo, pero Leto, quizá el peor Guasón de la pantalla grande, está afortunadamente ausente). Es sobre ella tratando de encontrarle sentido a su vida después de pasar tanto tiempo definiéndose en función de él; enfrentándose, por ejemplo, al hecho de que su asociación con él es lo único que la protege de los vengativos criminales de Ciudad Gótica (un paralelo con la realidad de muchas relaciones abusivas, que se mantienen menos por los sentimientos que por la dependencia material de una de las partes).

Aves de presa encuentra un balance cuidadoso en que puede sugerir una situación abrumadora sin sacrificar el tono afable que impone el blockbuster estadounidense. Los cómics y las películas basadas en ellos son en su mayoría fantasías de poder, y la acción que sirve como catalizador para eventos de la película, Harley estrellando un camión con la planta de químicos tóxicos (guiño, guiño) donde nació el “amor” entre ella y el Guasón, es a la vez espectacular como simbólicamente importante.

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Así como Aves de presa es la historia de Quinn tratando de dejar atrás una relación abusiva, también es una continuación de la historia de Robbie tratando de construir su propio camino en Hollywood. Pero más que un egocéntrico tributo al carisma de su estrella (como lo fue Deadpool, y su secuela de 2018 un poco menos; ambas siendo también películas sobre un violento y vulgar antihéroe con una afinidad por romper la cuarta pared), la película tiene un espíritu inclusivo y solidario. No sólo tiene quizá el elenco más diverso de un blockbuster hollywoodense,–su equipo central, las titulares “Aves de Presa”, es interpretado por cinco mujeres: una afroamericana, otra de ascendencia puertorriqueña y otra coreana y filipina–es también la historia de éstas mujeres dándose cuenta del origen común de los obstáculos que se ponen en su camino, y uniéndose para vencerlos.

Las une estar sujetas a una relación de poder desigual o un trauma pasado. Renee Montoya (Rosie Perez), lleva años en la policía solo para ver cómo sus compañeros (hombres) se llevan el crédito por su trabajo. Como la chofer del mafioso Roman Sionis (Ewan McGregor) y la cantante en su club nocturno, Dinah Lance/Black Canary (Jurnee Smollett-Bell) está a la voluntad de sus caprichos y exigencias. Helena Bertinelli/Cazadora (Mary Elizabeth Winstead), busca venganza por el brutal asesinato de su familia. Cassandra Cain (Ella Jay Basco) es una joven que sobrevive como carterista, que sin quererlo se ve involucrada en las maquinaciones del submundo criminal de la ciudad.

Aves de presa es una película sobre la sororidad, así como la naturaleza estructural del poder. Las películas de Hollywood pueden no ser el medio más adecuado para combatir el estatus quo (como una de las grandes industrias del entretenimiento son, después de todo, el estatus quo), pero aun dentro de sus limitaciones, la película destaca: prefiero el guiño a la bisexualidad de su protagonista que un beso entre dos personajes prácticamente inexistentes en Star Wars: El ascenso de Skywalker. Y considerando el altar Hollywood con las fuerzas policiacas, hay algo incisivo en ver una película de alto presupuesto cuyas heroínas se refieren tan casualmente a los policías como “cerdos”.

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Su mayor problema es quizá el guion, no su concepción de los personajes o su contenido, sino la forma en que está estructurado. La trama, que involucra la búsqueda de un valioso diamante, pudo haber sido una más divertida y disparatada si el guion se hubiera construido alrededor de ella y no un elemento añadido así nada más. Un conflicto más estrecho y profundo entre Harley y Sionis, el villano principal y el único personaje más egocéntrico que ella, podría haberle de dado más peso a su confrontación final, y uno quisiera más tiempo con las Aves de Presa juntas, pues la química entre las actrices es excelente. En su lugar, la película está armada alrededor de la incómoda narración de Harley; saltando entre pasado y presente, tratando de reconstruir los eventos que acaban de pasar. Pero más que seguir una intención o una línea argumental coherente, los saltos parecen querer desorientar y recordarle al espectador que efectivamente se trata de una película ingeniosa.

Una pequeña lástima, pues Aves de presa no tiene por qué reiterar su ingenio. Cuando llega el momento de la acción, Yan construye secuencias que son emocionantes e imaginativas, particularmente un rescate de la cárcel y el clímax dentro de un parque de atracciones. Como todo realizador de acción que se respete, coloca la cámara pensando en la claridad y el impacto, utilizando el espacio y sus elementos para darle a sus heroínas siempre nuevas herramientas para despachar a las olas de secuaces que aparecen a lo largo de la película.

Aves de presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn tiene cosas más interesantes que decir sobre el abuso, la violencia y la desigualdad social que, por ejemplo, Guasón, pero es dudoso que reciba el mismo reconocimiento en los premios porque se divierte tanto con su concepto. Y Robbie, quien interpreta a Harley Quinn una caricatura viviente (la escena en que le pide a Cassandra que tire un trozo de dinamita por la ventana de un carro es digna del Coyote y el Correcaminos), haciendo salvajes expresiones y nunca demasiado preocupada por lo que transcurre a su alrededor, logra rescatar al personaje del desastre que fue Escuadrón suicida. Es una victoria para el personaje y la actriz, pero no todos los paralelos de la película con la realidad son afortunados. En el proceso de escribir esta reseña se anunció la participación de Robbie, Michael B. Jordan y Christian Bale en la nueva película de David O. Russell, un director con su propia historia documentada de abuso y acoso. Añado este dato, no cómo crítica de Robbie, pero como recordatorio del Hollywood al que desde siempre y hasta la fecha se enfrentan ella y muchas actrices.

★★★1/2