(Pokémon: Detective Pikachu; Rob Letterman, 2019)
En la discusión de la cultura popular hay algo conocido como la “maldición de las películas de videojuegos”. Ésta se refiere a los muchos intentos de Hollywood por adaptar algún conocido videojuego a la pantalla grande, y sus históricamente terribles resultados. Se ha hablado mucho de las razones por las que esto pasa. Por una parte, cualquier adaptación cinematográfica inevitablemente elimina aquello que es atractivo del medio original: la capacidad de interactuar con el ambiente y la historia. Cuando Roger Ebert bromeó que la película de 2005 Doom “es como si un niño viniera a tu casa y usara tu computadora y no te dejara jugar;” seguramente no fue el único que pensó lo mismo.
En sus inicios, los videojuegos eran un medio por el que Hollywood no tenía ningún afecto particular, al que solo reconocían por su demostrada rentabilidad. Llevarlos a un medio narrativo también lo encerraba a una situación perder-perder: las historias de Super Mario Bros. o Street Fighter eran apenas una excusa para las mecánicas de un juego de aventura o de pelea. La simpleza era parte del encanto. Estos elementos básicos no bastaban para sostener una película de hollywoodense, pero cualquier intento de imponerle una estructura tradicional no podía evitar desplazar aquello que los hacía reconocibles.
Es así como los noventa dieron lugar a un Mario Bros. que sustituía el colorido Reino de los Hongos por una fría distopia futurista, y después a una adaptación de Street Fighter que trataba de colar una enorme galería de combatientes en poco más de hora y media. Algunas demostraron ser un tanto duraderas: Tomb Raider dio lugar a dos películas protagonizadas por Angelina Jolie, mientras que Resident Evil inspiró un total de seis películas estrenadas entre 2002 y 2017. No obstante, nunca se convirtieron en éxitos taquilleros comparables con las películas basadas en cómics.
Poco a poco, las cosas empezaron a cambiar. Los videojuegos se hicieron narrativamente más complejos y parecidos al cine; la película de Assassin’s Creed y una nueva versión de Tomb Raider podían existir sin comprometer elementos de su historia o inyectarles cosas fuera de lugar. Más importante aun, la generación que creció con los videojuegos finalmente estaba en edad de trabajar detrás de la industria del cine. Antes de dirigir Warcraft: El primer encuentro de dos mundos, Duncan Jones ya era un entusiasta de los juegos en que se basaba la película. Lo mismo puede decirse de Jordan Vogt-Roberts, actualmente desarrollando una adaptación de Metal Gear Solid, y en cierta medida de Dan Hernandez y Benji Samit, dos de los guionistas de Pokémon: Detective Pikachu, la primera película basada en un videojuego en obtener una puntuación positiva en el agregador de crítica cinematográfica Rotten Tomatoes.

Detective Pikachu asume desde el principio que el público en general está familiarizado con su mundo: uno en el que humanos interactúan con criaturas con poderes llamadas Pokémon que típicamente pelean entre sí. Quizá porque los juegos y la serie animada de Japón ya agotaron este concepto, quizá porque construir una película de Hollywood alrededor de lo que básicamente son peleas de animales resulta incómodo, Detective Pikachu parte del juego del mismo nombre para el Nintendo 3DS, el cual hacía mayor énfasis en la narrativa de misterio que en las repetitivas mecánicas de pelea.
Justice Smith interpreta a Tim Goodman, un joven que alguna vez soñó con ser entrenador Pokémon. Él trabaja como un ajustador de seguros (no es que su ocupación importe de verdad, el único propósito es establecer que su vida es aburrida) hasta que recibe la noticia de que su padre Harry, un detective de la policía de Ryme City, ha fallecido en un accidente automovilístico. Los dos nunca fueron cercanos, por lo que Tim quiere solo recoger sus cosas y regresar a casa, pero Lucy Stevens (Kathryn Newton), una joven reportera por la que Tim se siente instantáneamente atraído, y el compañero Pokémon de Harry, un Pikachu con una gorra de Sherlock Holmes, le dan razones para quedarse. Se supone que los Pokémon y los humanos no pueden entenderse entre sí, pero Tim puede escuchar a la simpática rata amarilla de poderes eléctricos hablar con la voz (y captura de movimiento facial) de Ryan Reynolds. Pikachu sospecha que Harry se encuentra desaparecido y que no ha muerto de verdad, pero no sabe por dónde empezar a probarlo.
Detective Pikachu tiene una influencia más que obvia y esa es ¿Quién engañó a Roger Rabbit? de Robert Zemeckis: por la forma en que adapta los elementos del género de misterio para un público masivo familiar e integra a criaturas de caricatura con actores de carne y hueso. Aunque la imagen de un Pikachu peludo y de un Charizard con escamas pueden sentirse un poco extrañas, el nivel de detalle es suficiente que los Pokemon interactuan razonablemente con el resto del mundo, al mismo tiempo que conservan un parecido las versiones de caricatura con las que el público ya está familiarizado. Ésta última fue una lección que la reciente Sonic: La película aprendió por las malas–Paramount terminó cediendo a las presiones de los usuarios de Internet, retrasando su estreno varios meses para que el diseño del personaje se pudiera parecer más a su versión original.

El mundo de Detective Pikachu es definitivamente el mejor aspecto de la película. Ryme City, el sueño utópico del multimillonario Howard Clifford (Bill Nighy), se parece en igual medida a Tokio y a Londres. Con luces de neón y sombras duras, el director de fotografía John Mathieson la convierte en un alegre eco del Los Ángeles de Blade Runner, mientras que el compositor Henry Jackman la acompaña con un tema que la hace sentir optimista y futurista. Cada rincón también contiene un chiste visual en el que algún Pokémon utiliza sus poderes para cubrir una función diaria. Es un lindo detalle, independientemente de si uno es fanático de las criaturas o no. Como Lucy menciona en cierto momento de forma burlona: “todos son lindos”.
Pero la familiaridad que supone de su público también es un problema. Hernandez y Samit desarrollaron la historia con Nicole Perlman y completaron el guion al lado de Derek Connolly y el director Rob Letterman. Uno puede ver las necesidades del universo abrumando la narrativa: al mismo tiempo tienen que dar mucho por sentado y explicar bastante para que todo más o menos tenga sentido. El misterio final involucra por lo menos tres conceptos de ciencia ficción y fantasía que parecen sacados de la manga, algo desafortunado considerando lo mucho que el género depende de un equilibrio entre desafiar las expectativas del público sin traicionar su propia lógica establecida (Entre navajas y secretos esto no es).
Smith, juvenil y cínico, y Reynolds, irreverente e hiperactivo, se complementan como los polos opuestos que suelen integrar los dúos del cine de policías. Hacen un buen equipo, pero el drama familiar que acongoja a Tim se articula solo a través de incómodos flashbacks que interrumpen el flujo de la narrativa, y el diálogo de Pikachu deja a Reynolds atorado en modo Deadpool en lugar de inyectarle una personalidad distintiva al personaje.
¿Se ha roto entonces la maldición? Detective Pikachu captura mucho de lo que es atractivo sobre Pokémon: el vínculo entre los humanos y las criaturas y cómo éste se hace notar en cada aspecto de su mundo. Pero se siente inofensiva y anónima y todavía no encuentra una historia que valga la pena contar con él. Quizá alguien con un mayor afecto por la fuente pueda encontrar algo más que disfrutar (vi la caricatura y jugué varios de los juegos de niño, pero siempre fui más parcial a Digimon). Digamos que películas basadas en videojuegos no han terminado de evolucionar.
★★
Pokémon: Detective Pikachu está disponible vía streaming en HBO