Del 28 de octubre al 1ro. de noviembre se estará llevando a cabo la edición número 18 del Festival Internacional de Cine de Morelia, una de las celebraciones más importantes del cine mexicano, entre otras cosas. En la cobertura de los largometrajes de documental y de ficción que forman parte de la selección oficial de este año me estará acompañando Javier Espinoza (pueden encontrarlo en Twitter y en Letterboxd). Les compartimos nuestras reseñas de los documentales seleccionados.
Yermo
(Everardo González, 2020)
Yermo es una película extraordinaria, aunque no es fácil explicar por qué. Su belleza se encuentra, no en lo que pasa, sino en su punto de vista: una mezcla paradójica entre empatía y objetividad, entre distancia e intimidad que solo un documentalista muy sensible y experimentado podría lograr.
Yermo no tiene un protagonista único o una narrativa convencional. Filmada entre Mongolia, Chile, Perú, Marruecos, India, Estados Unidos, Namibia, México e Islandia, se compone de viñetas de la vida diaria de personas que viven en paisajes desérticos. No nos dicen mucho de de ellos como individuos, cuando mucho alguna reflexión básica sobre cómo es vivir donde viven. Pero la película se adentra de manera tan natural en la intimidad de sus hogares y asentamientos, compartiendo con el espectador algo reservado para apenas unos pocos.
La fotografía es preciosa. Los paisajes son retratados desde una cámara estática, comunicando lo vasto y en ocasiones inhóspito del espacio. La vegetación es casi nula, el poco movimiento es creado por la arena que es desplazada por el viento. Cuando González se acerca a sus habitantes, es con una cámara en mano que se mueve con curiosidad; los movimientos espontáneos de ellos dictan los de la cámara.
Aun cuando la película se resista a interrogarlos con mayor profundidad, uno los siente tomando control e imprimiendo su personalidad. Los personajes se dirigen constantemente a la cámara, frecuentemente en tono juguetón. Uno de ellos se pregunta burlonamente si el camarógrafo no será como otro que vino a la comunidad a, se rumora, grabar a las parejas teniendo relaciones sexuales. Conocen los clichés del formato documental.
Yermo no retrata las culturas que retrata de manera abstracta o politizada. Quizá porque ninguna cultura es totalmente “pura”: en cada una vemos coexistir tradiciones transmitidas por generaciones y componentes de lo que en tiempos anteriores se habría llamado “civilización” (carros, electrodomésticos, ropa de marca). Sus canciones y prácticas no son vistas como rituales exóticos sino como realidades constantes de la vida diaria. La mirada de la película no es romántica pero sí bella. El sentimiento es quizá mejor expresado por uno de sus personajes, una mujer de Rayastán que dice “En Jaisalmer hay mucha gente y no hay silencio. Y aquí en el desierto todo está muy tranquilo siempre.” Tal es el hechizo de la película.–AVR
★★★★1/2
Las flores de la noche
(Omar Robles & Eduardo Esquivel, 2020)

“Hoy soy mujer, el maricón del pueblo, aunque me prendan fuego” exclama el cantautor Alex Anwandter al cierre de Las Flores de la Noche, documental dirigido por Omar Robles y Eduardo Esquivel. Situado en la comunidad de Mezcala de la Asunción, en el municipio de Poncitlán, Jalisco, es el retrato de Violeta Nicole, Dulce Gardenia, Alexa Moreno y Uriel Ramos, todos en diferentes etapas de aceptación femenina, pero unidos a pesar de los obstáculos. Así es como se divierten más y organizadas hasta se involucran en causas nobles, amenizando espectáculos públicos para beneficencia.
El documental se enfoca en la amistad entre Violeta, Dulce, Alexa y eventualmente Uriel. Han pasado por pruebas de todos tipos, desde bullying (entre ellas), comentarios mordaces e intercambios amorosos. Esto admiten que ha fortalecido su relación, sin pasar por alto situaciones y problemas individuales. Violeta, por ejemplo, busca tutoriales sobre operaciones de reasignación de sexo y carga con una melancolía causado por una relación amorosa que siente que no es correspondida con la reciprocidad que merece.
Uriel tiene el arco más completo. Vemos una transformación personal completa desde la negación de su preferencia sexual, que incluye reuniones en la Iglesia y terapias de conversión. Convencido de haber tenido un encuentro con Dios, decide cambiar el rumbo de su vida y como lo dice varias veces: romper círculos. Esto al tiempo que vemos su otra faceta, ensayando valses para quinceañeras, mientras planea abrir su barbería y estética, la cual se hace realidad con el apoyo de sus amigas, tras un proceso de aceptación.
En contraste, Violeta, Dulce y Alexa se preparan para el desfile gay en Chapala. Ellas son unas reinas que parten plaza no importando si es de día o de noche, y aunque escuchen burlas a su alrededor, nada las detiene en sus objetivos–incluido piscar frambuesas o un partido de fútbol. Ese es el principal acierto de Las Flores de la Noche, que va sobre su esfuerzo por convertirse todos los días en las mujeres que quieren ser, y no en lo que la gente opina sobre ellas. Hay un momento muy emotivo que apuntala eso: Alexa maquilla a su madre, quien en un acto supremo de amor le dice que “siempre he estado orgullosa de ella”. A veces no se necesita más que eso.–JE
★★★1/2
Kuxlejal
(Elke Franke, 2020)

Kuxlejal (palabra para “vida” en el lenguaje tsotsil), establece desde muy temprano lo que está en riesgo para sus personajes. El documental nos cuenta en sus primeros minutos del alto índice de suicidios entre los jóvenes tsotsiles; de otros que recurren al alcohol, a las drogas o a cortarse. La abundancia de casos sugiere un problema sistémico. Pero la película es prudente en su decisión de no caer en una explicación simplista o total. Muchos factores, por supuesto contribuyen a la decisión de una persona de quitarse la vida, y muchos de ellos tienen que ver con el entorno. Pero la causa última solo puede conocerse por la persona que tomó la decisión.
Julio Erik, un adolescente local, toma cartas en el asunto y convoca a otros jóvenes a desarrollar un proyecto creativo. De ahí nace S Hip-hop Jlumaltik, una agrupación rapea tanto en español como en tsotsil. Es una forma de dejar salir aquello que sienten; de convertir la lengua tsotsil en una fuente de orgullo, aun si es combinándola con un importe cultural extranjero.
Kuxlejal dura poco más de cuarenta minutos y es un tanto rudimentaria en su técnica. Elke Franke, la directora nacida en Alemania, le añade pocos toques expresivos; la fotografía parece más orientada hacia el registro que hacia la poesía. Pero esto funciona a su favor porque las voces de los jóvenes son más que suficiente para anclarla emocionalmente. El tiempo de duración no le da oportunidad de profundizar verdaderamente en cada uno de ellos, pero sus personajes son instantáneamente simpáticos; tienen una energía que nos lleva a conectar con ellos más allá de su haber perdido a seres queridos.
Lo que funciona especialmente sobre el documental es que entiende tanto el suicidio como una consecuencia, sino inevitable, por lo menos lógica, del sentirse aislado y sin dirección, y a la música como una forma en que uno mismo puede de encontrar o construir esta dirección. S Hip-Hop Jlumaltik se siente fundamental para quienes forman parte de él. Su importancia va más allá de si los demás escuchan o no, pero la sustancia de sus letras y el carisma de sus miembros crean un poderoso argumento a favor de escuchar.–AVR
★★★
La mami
(Laura Herrero Garvín, 2020)

Hay mas sororidad que drama o lucha de poderes en el baño del cabaret Barba Azul, y esa es la primera sorpresa de La mami. La vida nocturna se suele retratar con tintes sórdidos, donde se pelean con uñas y dientes por ganar dinero. En contraste, la directora Laura Herrero Garvín nos da una visión intima, personal y no tendenciosa sobre las mujeres que conviven diariamente en este lugar, en su mayoría madres de familia que van a tomar alcohol y bailar con los clientes del lugar después de haber dejado a sus hijos durmiendo en casa.
Hay dos personajes que se exploran con detalle. La primera es la que le da el título a la película. Orillada por la necesidad creada por sus hijas enfermas, Olga fue bautizada por un mesero cuando empezó a trabajar en un bar. Años después se convirtió en “La Mami”, la encargada del baño y guardarropa de las damas de compañía o “trabajadores sociales”, como ella misma las nombra, corrigiendo a un cliente. La Mami es guardiana, psicóloga y defensora de ellas, además que mantiene limpios los baños y lucha a diario porque nadie mas lo haga, siempre defendiendo su labor.
La otra historia es la de Carmen, recién llegada de Tijuana, a quien también bautizan ahí como Priscila. En ella vemos una evolución completa. En sus primeros días es tímida, un tanto temerosa de todo. Conforme agarra confianza se le pone al tú por tú con las demás, pero nunca innecesariamente agresiva. La Mami y Priscila tienen mucho en común, ya que el hijo de esta última está internado en un hospital, lo que la llevó al Barba Azul.
Entre rituales, interminables sesiones de maquillaje, confidencias, risas y lágrimas, vamos conociendo a este grupo de mujeres trabajadoras, que se enfrentan diariamente a la incertidumbre: con qué clientes a los que se van a enfrentar, en qué condiciones terminarán la jornada, cómo las recibirán en el transporte público, entre otras preocupaciones. La Mami lo dice claramente, ellas son mujeres valientes que trabajan con hombres que sirven para dos cosas “para nada y para dar dinero”. –JE
★★★1/2
No son horas de olvidar
(David Castañón Medina, 2020)

Jorge y Juana han estado juntos desde antes de escapar de Chile. Después del golpe de estado que en 1973 sacó a Salvador Allende de la presidencia, han construido su vida de pareja en la ciudad de México. Ahora que ambos rondan los ochenta años, Juana ha empezado a desarrollar alzhéimer.
Desde su llegada a México empezaron a registrar sus vivencias a través del formato ahora prácticamente desaparecido del VHS. Su intención era poder compartir su vida en México a sus seres cercanos una vez que regresaran a Chile. Ahora que Juana está empezando a perder la memoria, los videos y los cuadernos que ella guarda son su herramienta principal para tratar de aferrarla a la realidad. No son horas de olvidar, de David Castañón Medina, es la crónica de estos esfuerzos, de una feroz devoción a una lucha que se sabe perdida.
Los videos de Jorge y Juana son incorporados al montaje del documental de manera inteligente. La brillante fotografía digital del resto del documental contrasta con la textura de baja resolución del video primitivo, que se siente todavía más como una preservación incompleta de momentos que pasaron. El detalle se pierde, pero la emoción y la intimidad se mantiene.
No son horas de olvidar explora preguntas fundamentales sobre qué nos hace humanos; de dónde empieza nuestra experiencia y reconocimiento de nosotros mismos como personas. Somos más que carne y hueso, pero ese componente biológico es precisamente lo que hace posibles nuestras capacidades mentales: lo que nos da la capacidad de reconocer, recordar a otros. Y si somos seres sociales, si construimos nuestras vidas a través de experiencias compartidas, ¿qué pasa cuando nos empiezan a olvidar? ¿seguimos existiendo de la misma manera?
La temática de No son horas de olvidar es definitivamente delicada y uno es invitado a cuestionarse, más que con otros documentales, la propia ética del medio. Los lapsos en los que Juana pierde su lucidez son incómodos, pero Castañón Medina los equilibra con una sincera identificación con su pareja protagónica. No estamos ahí para ver su sufrimiento desde lejos, pero para compartir sus emociones y hacernos las mismas preguntas que ellos. –AVR
★★★★
499
(Rodrigo Reyes, 2020)

500 años después de la conquista española tenemos el regreso de uno de sus ejecutores. Haciendo el recorrido que Hernán Cortés realizó, este conquistador “redescubre” México. Evidentemente el país es diferente en forma, él se sorprende sobre todo de lo que ahora es la Ciudad de México. Recuerda que era el lugar más bello del mundo y la mancha urbana actual no cumple con esa visión. El conquistador (Eduardo San Juan) camina entre obreros trabajando en una calle y presencia una ceremonia cívica en una primaria de la costa; con cierto asombro, pero sin caer en el chiste fácil. Éste es el principal mérito de 499, que no incluye referencias directas al anacronismo. El director Rodrigo Reyes logra mantener la compostura del personaje principal, nuestro hilo conductor a través de varias historias crudas sobre violencia en México.
En Veracruz, vemos a un grupo de personas buscando fosas clandestinas. A la par escuchamos el testimonio de una madre que busca a su hijo, un policía y socorrista de 24 años, que desapareció cinco años atrás. Al continuar la búsqueda se revela la forma en que van cavando “por el camino correcto”: “Si empieza a oler feo, es ahí”. Dirigiéndose a la sierra, el conquistador es capturado por unos defensores de la tierra y es acreedor de un acto de bondad de uno de los lugareños. Recuerda que en el siglo XVI él llegó junto a 400 hombres y consiguió que los nativos se les unieran, aprovechando el resentimiento que le tenían a los aztecas que les quitaban tierras, mujeres y niños. Ellos formaron el ejército contra Moctezuma, ahora la rebelión es diferente: en esta ocasión no se dejarán de otro tirano.
Después de conocer la historia de unos migrantes que tuvieron que huir por amenazas de la Mara Salvatrucha, vemos el único momento orgánicamente divertido: cuando un ex-militar le comparte al conquistador su amplia experiencia con armas, los dos revelan haber sido responsables de muchas muertes; ríos de sangre corrieron gracias a ambos, en sus respectivos periodos.
499 tiene como cierre su relato más crudo. Llegando al Estado de México, el conquistador se encuentra con Lorena Gutiérrez. Ella le cuenta sobre el feminicidio de su hija Fátima, de 12 años, a quien con la violencia más vil fue privada de la vida por sus vecinos, a los que ella salvó de ser quemados, por querer creer en el proceso de justicia en el país. Este último testimonio es desgarrador, y al final de cuentas no debería sorprender al conquistador: su paso quemando ídolos existentes no fue diferente al exceso de violencia que Lorena le expone.
¿Mejoró este lugar con la llegada del conquistador? ¿Es esto lo que él creía que pasaría? ¿Está sorprendido de lo que ha pasado? Son preguntas con respuesta ambiguas. Lo único que le interesa a él es saber dónde quedó la riqueza, la gloria del “lugar más bello que había visto en el mundo”. El director cumple con presentar de forma ingeniosa estas historias urbanas, que sin la presencia del personaje del conquistador podrían no pasar de la relatoría. Ésta inclusión le da un toque de sofisticación, que mantiene el interés de uno hasta el final, donde tenemos un epílogo curioso, muy ad hoc al destino que tienen muchos de los conquistadores, esos que siguen buscando El Dorado.–JE
★★★1/2
Tu’un Savi
(Nute Kuijin, 2020)

Tu’un Savi es la historia de una lengua contada a través de una historia personal y viceversa. Es obra de Nute Kuijin, un fotógrafo y documentalista que nació y creció en la comunidad Ñuu Savi (ubicada entre los estados mexicanos de Guerrero y Oaxaca; por fuera se les conoce como mixtecos). Después de la muerte de su padre, Nute regresa a documentar los esfuerzos de las personas de la comunidad por preservar la lengua.
Nute aparece como narrador, uniendo con una voz en off las distintas viñetas y personajes. El documental, en poco más de cuarenta minutos, muestra a cantantes, maestros y congresos que transmitiendo cómo hablar el tu’un savi a su propia comunidad. Parten de lo que ellos mismos saben y se adaptan a su público receptor. Vemos una clase bastante convencional en la que un maestro les pide a sus alumnos repetir las pronunciaciones de los animales que señala, pero también la transmisión del lenguaje a través de la música, incluyendo a un joven rapero que rima en inglés, español y tu’un savi.
La misión es inevitablemente incompleta. Nute hace referencia a cómo los ñuu savi tenían su propio sistema de escritura, el cual fue prohibido tan pronto como inició la colonia española y prácticamente desapareció. Décadas después de la Independencia mexicana, con la expansión del sistema de educación pública, el habla de lenguas nativas siguió siendo castigado. A sus usuarios se les continuó imponiendo el español. En la actualidad, las clases de tu’un savi se llevan a cabo utilizando el alfabeto latino como referencia para la pronunciación. Más que el regreso a algún pasado desaparecido o imaginado, vemos adaptación y creación.
Pero aun a pesar de estos esfuerzos, algo inevitablemente se pierde. El momento más poderoso de la película es quizá el montaje que Kuijin hace a partir de fotografías viejas y enmohecidas. Son extrañamente preciosas y abstractas, pero indescifrables: lo que en su momento registraron es apenas perceptible. Tu’un Savi se resiste a cualquier expresión abierta de emoción, pero la inserción de lo que parece celuloide de 8 milímetros alternado con el registro en video digital, el uso de los sonidos de la naturaleza, sugieren una atmósfera de paz y nostalgia. El tono es de firme resistencia y quieto desafío, y encuentra su mejor expresión en la poderosa declaración de identidad que el director hace al final de la película.–AVR
★★★
Non Western
(Laura Plancarte, 2020)

Nanci y Thaddeus han encontrado apoyo el uno en el otro. Vienen de infancias difíciles, han vivido en hogares ajenos y han sufrido abuso y violencia. El tener eso en común los fortalece. Llega el momento de formalizar su relación y es cuando descubren que aquello que no comparten es lo que los puede separar: sus formas de pensar son completamente diferentes. La directora Laura Plancarte nos sienta en la mesa de la familia Red Bird (la familia de Thaddeus en Montana) y vemos de frente y en directo cómo le dicen a Nanci que sus doctorados y diplomas ahí no valen nada.
Poniendo en contexto lo anterior: Thaddeus quiere casarse en una ceremonia tradicional Cheyenne, lo que convertiría a Nanci en una esposa con la principal (y al parecer única) obligación del cuidado de su marido y sus hijos. Olvidándose de sus metas personales o su interés en seguir estudiando o trabajando, ella deberá ser ama de casa. Él dice que “las tradiciones no se están enseñando a las nuevas generaciones”, ella por su parte refiere que no quiere dejar de ser quien es, “me gusta quien soy”. La familia no se la pone fácil a Nanci. La ideología feminista que profesa va en contra del papel que “hombres y mujeres” deben desempeñar en la comunidad. Nada de salvar a otros, ni defender a las mujeres. El hijo de Nanci está sorprendido de que su madre contemple este cambio de vida: es una profesionista destacada, “se la pelean las escuelas”, dice.
Johanna M. Red Bird, madre de Thaddeus, se convierte en el villano de esta situación. Considera que Nanci fue irrespetuosa con su hijo al decir que no era del tipo que a ella le gustaba y decide no participar de esta unión. Esta situación complica aún más este difícil momento, en el que deben decidir si el amor es más fuerte y cuál de los dos va a ceder ante el dilema. La relación entre madre e hijo no ha sido la mejor desde que él decidió irse pensando que en otro lado tendría un mejor futuro. Lo peor de esto, a los ojos de ella, es que se fue a vivir con una familia blanca. Johanna tampoco la tuvo fácil, fue víctima de violencia doméstica y de alguna forma no quisiera que se repita este círculo trayendo a su familia alguien que podría estar eventualmente disgustada por el rol que tiene que interpretar ahí. Ella es sin duda el personaje más complejo en este relato.
Non Western no es fácil de ver una vez que uno decide el lado que va a tomar como espectador. Tal vez sea con ella o con él, es complicado mantenerse neutral. Vemos cómo Nanci entra de lleno a algo que podría afectarle para siempre y lo que la motiva a eso es su amor por Thaddeus, nada más. Son ese tipo de decisiones que mucha gente tiene miedo de tomar y que la mayoría preferiría no tener que hacer. –JE
★★★
Ciudad
(Maya Goded, Julio Hernández Cordón, Nuria Ibañez, Carlos F. Rossini, 2020)

Ciudad abre con dos imágenes particularmente sugerentes. Una pantalla casi en blanco, pero con suaves contornos de formas que apenas podemos distinguir. Después el interior de lo que parece una casa, sus limpias paredes un lienzo para las sombras creadas por las distintas luces que llegan del exterior. Ruido blanco. Lo público penetrando en lo privado.
El documental no es el producto de una sola visión sino de cuatro. El fotógrafo Carlos F. Rossini recibe el crédito principal, pero en la dirección lo acompañan Maya Goded, Nuria Ibañez y Julio Hernández Cordón. Como la palabra que le da su título, es a la vez caótica y ordenada: un retrato de un lugar en el que vidas y contradicciones se intersecan formando un todo no siempre coherente, pero que se sostiene por sí mismo.
Uno tendría que esforzarse para encontrar una narrativa. Ciudad se compone de una serie de vistas de la Ciudad de México; capturas casi al azar de sus calles, edificios, puentes y su gente. Rossini se encarga de la fotografía que, en blanco y negro le añade una unidad y neutralidad a la típicamente bulliciosa ciudad; la misma paciencia que le dio a La camarista, que también fotografió. El efecto es curiosamente calmante: la ciudad no se siente como una densa aglomeración de colores llamando nuestra atención a distintos lugares.
Las texturas toman protagonismo. Los patrones repetitivos de las torres de departamentos y los pasos a desnivel chocan con los rostros humanos. Cada primer plano de una persona se siente como una ruptura: nos volvemos conscientes de que, aunque una ciudad está específicamente diseñada para ser habitada por seres humanos, éstos no parecen pertenecer ahí. La misma forma de la ciudad aliena y empequeñece. Preciosos planos cenitales, tomados varios metros desde el cielo, evocan un videojuego: sus habitantes se sienten menos como personas que como piezas de una maquinaria que no deja de funcionar. Cuando nos muestra a gente bailando, por supuesto que resaltan: es como si estuvieran tomando de vuelta lo que les pertenece.
Ciudad tampoco tiene un discurso particularmente evidente. Tiene algunos personajes recurrentes: mexicas practicando rituales, una agrupación de salsa, una mujer con su perro y un ciclista que se desplaza hábilmente por las concurridas avenidas. En una escena vemos a un policía resguardando las ruinas de un edificio, probablemente derribado durante el terremoto de 2017. En otra vemos un centro de mando con enormes pantallas desplegando la información de cámaras de seguridad en la vía pública. Se nos invita a pensar en la incompetencia gubernamental y en el poder a través de la mirada. Pero éstos son apenas fragmentos d e la imagen completa. Ciudad observa desde más lejos.
Rossini, Goded, Ibañez y Hernández Cordón dejan a disposición del público la tarea de encontrar el sentido entre su colección de imágenes, o quizá que se pregunte si éste sentido existe en primer lugar. Las contradicciones de la película son las mismas que las que se viven todos los días en la ciudad.–AVR
★★★★