En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Nomadland, o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.
(Nomadland; Chloé Zhao, 2021)
Nomadland de Chloé Zhao abre citando un síntoma extremo de la Gran Recesión. En 2011, la compañía de materiales para la construcción (un sector directamente afectado, por razones evidentes, por la ruptura de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos) USG cerró su mina yesera en Empire, una comunidad en el estado de Nevada. Empire fue una colonia industrial que nunca pasó de los mil habitantes; cuando la mina cerró, la principal fuente de empleo en la comunidad desapareció y ésta se convirtió en un pueblo fantasma (el texto al inicio la película menciona que el mismo código postal fue descontinuado; como para enfatizar que el lugar fue, práctica y metafóricamente, borrado del mapa).
Fern (Frances McDormand) fue una residente de Empire por muchos años. Tiempo después del cierre de la mina y el fallecimiento de su esposo, finalmente toma la decisión de dejar el lugar. Deja sus pertenencias en un almacén individual y con nada más que una van a la que le ha hecho las modificaciones necesarias para poder vivir dentro de ella, emprende un viaje por las carreteras del país, saltando de un empleo temporal a otro. Va de un almacén de Amazon a la cosecha de remolachas en el medio oeste, a ser una guía de turistas en el Parque Nacional Badlands, a servir alimentos en un restaurante cercano.
En su recorrido se encuentra con distintas personas que comparten su estilo de vida, así como historias similares. Fern y los demás “nómadas” gravitan a esta vida por varias razones. Una parte es material y otra emocional. Han perdido trabajos y seres queridos. En el camino, la soledad y los mínimos recursos con los que cuentan se convierten, no en una limitación sino en una oportunidad. Sus mentes y cuerpos se entregan a tareas prácticas: constantemente los vemos creando o arreglando con sus propias manos lo que necesitan para sobrevivir. Hay un sentido de rebelión hacia el mundo a su alrededor. No están atados a un lugar en particular, ni cargan con la obligación a largo plazo de un hogar o un trabajo tradicional. Y aunque en constante movimiento en direcciones diferentes, los nómadas ofrecen una comunidad estrecha. Mediante el trueque consiguen los objetos que necesitan, formando relaciones al mismo tiempo, y están dispuestos a apoyarse entre sí porque comparten un mismo conjunto de dificultades.

Congruente con su temática, Nomadland tiene una estética aterrizada y práctica. La cámara de Joshua James Richards usa el formato panorámico, ideal para destacar el vasto espectáculo de los paisajes de Estados Unidos, pero rara vez se mantiene estática. Usa la simetría solo en relación con lugares que invitan esa estabilidad o rigidez: el interior del almacén de Amazon, la casa de la hermana de Fern, a quien visita cuando necesita un préstamo para reparar su van. La mayoría de las veces, Richards busca a los personajes y la acción de una manera que se siente improvisada, como si lo que vemos estuviera ocurriendo por primera vez frente a nuestros ojos. Los cortes de imagen y sonido son abruptos y la luz rara vez cae limpiamente sobre los rostros de sus personajes, pero frecuentemente les da un halo brillante en contraluz. Se siente espontáneo pero nunca crudo; ligeramente mágico sin ser manipulador o artificial. Nomadland es una película que parece encontrada más que construida.
Esto es en parte porque Frances McDormand y David Strathairn, actores con amplias y reconocidas trayectorias (McDormand en particular cuenta ya con dos premios de la Academia) comparten pantalla con un amplio elenco de nómadas reales (Swankie y Linda May, ambas mujeres mayores, son dos de los personajes más prominentes) más o menos interpretándose a sí mismos. Es un recurso que Zhao (quien también escribió, editó y coprodujo la película), ha utilizado anteriormente y que aquí le permite a la película fluir de manera no lineal y destacando una rica colección de detalles. Sus personajes cuentan íntimas historias, como recuperando una tradición oral que les era extraña en la sociedad que conocían antes. Hablan a veces en frases trilladas, pero la película no usa esto de manera condescendiente. Se sienten como ideas y sentimientos a los que ellos se aferran para encontrar la fuerza para salir adelante. Una de las compañeras de Fern en Amazon cita una letra de Morrissey que tiene en sus tatuajes (que se puede traducir como “El hogar, ¿es solo una palabra? / “O es algo que llevas contigo?”) que puede parecer una obvia síntesis del tema de la película, pero como accidente del azar, como algo que Zhao encontró durante la realización de la película, es perfecta.

La naturaleza también juega un papel importante. Los bosques, desiertos y costas del paisaje estadounidense le ofrece a Fern amplias oportunidades para perderse (en una ocasión literalmente). Pero ese contacto es fugaz: apenas la vemos experimentar algunos paisajes y texturas cuando ya la vemos de vuelta en algún trabajo repetitivo, agotador y poco remunerado. Y es que al mismo tiempo que Nomadland parece una historia sobre querer escapar del sueño americano, ese de una casa unifamiliar en los suburbios y un trabajo estable y seguro del que uno puede vivir hasta jubilarse, también es sobre lo imposible que es regresar a él. Fern y los demás nómadas parecen abrazar este estilo de vida, se acomodan más a él que a la aparente normalidad de la que están escapando. Pero ¿qué tanto fue una decisión propia y qué tanto fueron orillados a él? Bob Wells, una especie de gurú de estilo de vida nómada (que aparece en la película interpretándose a sí mismo), está a nada de (en términos más o menos marxistas), reconocer y celebrar su propia explotación. Uno siente también que, en sus propios ojos, no tienen otra opción.
Hay una brecha grande en el sueño americano y la realidad. Por una parte importante del siglo XX, se podía decir que se estaba cumpliendo para muchos (aunque no de manera equitativa). Pero en algún momento la tendencia empezó a revertirse. La crisis petrolera de los setenta desembocó en la austeridad de los ochenta y la liberalización de los mercados internacionales de los noventa. El acelerado crecimiento económico de Estados Unidos se estancó, el gobierno dejó de invertir en servicios básicos para sus ciudadanos y las empresas manufactureras que servían como fuente de empleos empezaron a migrar a países con mano de obra más barata y estándares laborales y de seguridad más laxos. El estado benefactor, ese del New Deal de Franklin Roosevelt o de la Gran Sociedad de Lyndon Johnson, y que sirvió como motor para parte importante de esa prosperidad inicial, dio lugar al neoliberalismo de Ronald Reagan y la firma del Tratado de Libre Comercio bajo Bill Clinton.

La Gran Recesión de 2008 llegó de manera brusca, pero las bases para ella estaban asentadas desde hace tiempo. Fue la desregulación financiera (que inició con Reagan) lo que permitió que los bancos ofrecieran créditos inmobiliarios engañosos a personas con poca capacidad de pagarlos de vuelta. Cuando la burbuja inmobiliaria (causada por la especulación alrededor de los precios de bienes raíces) colapsó, la actividad económica se detuvo una vez más, resultando en la pérdida de empleos y casas para millones, no solo en Estados Unidos pero también alrededor del mundo.
Nomadland no es una película abiertamente política. Nunca es explícita en su condena de los sistemas en los que sus personajes están inscritos. Estoy seguro de que muchos verán un problema en esto. Pero si Nomadland no es una película radical es porque su protagonista tampoco es una persona políticamente radical; Zhao se preocupa principalmente con cómo ella piensa y siente. Tampoco es que necesite ser más obvia en su mensaje. Es difícil ignorar las contradicciones que aparecen: particularmente entre los espacios masivos y automatizados de los almacenes de Amazon y las acomodaciones improvisadas en la van de Fern, apenas aislada de las extremas temperaturas del exterior.
La trágica ironía de Nomadland es que el escape que sus personajes buscan es ahora el futuro del capitalismo. A medida que los nuevos gigantes de la industria (Amazon, pero también empresas como Uber o Lyft, entre otras) dependen más de clasificar a sus empleados como contratistas, veremos más precariedad e incertidumbre disfrazada de libertad y flexibilidad. El comentario que su hermana le hace a Fern, sobre cómo ella y los demás nómadas son como los nuevos pioneros, tiene un doble filo. Ella lo dice tratando de elevar su estilo de vida a términos heroicos y audaces, pero el futuro probable es que más personas, orilladas por la misma necesidad, tengan que vivir como ella. En su retrato de un Estados Unidos devastado por la desigualdad económica, Nomadland ve más el árbol que el bosque. Pero no deja de ser una película compleja, es solo que su complejidad es interior. Es sobre personas atrapadas entre su memoria de un pasado perdido y su imaginación de un futuro incierto, empujadas en distintas direcciones, aferrándose al sustento y consuelo que pueden encontrar.