En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Hermosa venganza, o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.
(Promising Young Woman; Emerald Fennell, 2021)
Hermosa venganza de Emerald Fennell ha tenido un viaje inusual, quizá más inusual que el de la típica película que se estrena en estos tiempos turbulentos. Programada originalmente para llegar a salas de Estados Unidos en abril de 2020, esta relativamente pequeña película de género se movió a diciembre de ese mismo año, tiempo ideal para mantenerse fresca en la memoria de los votantes de los principales premios de la industria. Sus cinco nominaciones para las estatuillas de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas sugieren que ella fue la principal apuesta de Focus Features, el brazo de distribución de prestigio de Universal Pictures, para la gloria del Oscar.
Un recorrido fortuito y un tanto inesperado, pero no del todo sin precedentes. ¡Huye!, la ópera prima de Jordan Peele, trascendió su modesto presupuesto y sus raíces de género para convertirse en un favorito de los críticos y de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Una parte de su éxito puede explicarse por su temática: era una película sobre el racismo hecha por un director afroamericano. Pero las acusaciones de que la Academia estaba siendo políticamente correcta también ignoraban los méritos de la película, tanto de su contenido como de su realización. ¡Huye! es una tensa y atmosférica película de suspenso que remezcla conceptos familiares para tocar el racismo desde un ángulo poco explorado por Hollywood. Sus villanos no eran abiertos en su desprecio, eran los blancos moderados de quien Martin Luther King Jr. advirtió. El blanco de su crítica era más estructural que individual. La norma, no la excepción.
Hermosa venganza llega entonces como una crítica sistémica disfrazada de película de género, disfrazada de película de prestigio. Es una película escrita y dirigida por una mujer, protagonizada por una mujer, sobre un tipo de violencia que afecta en mayor proporción a las mujeres. Carey Mulligan interpreta a Cassie, una mujer de treinta años que, tiempo después de abandonar la escuela de medicina, parece atorada en casa de sus padres y en un trabajo sin futuro en una cafetería.
Por las noches asiste a un bar donde finge encontrarse en estado de ebriedad para engañar a los hombres que van ahí con la intención de “conquistar” mujeres. De ahí procede a ahogarlos con su propia soga, metafóricamente hablando. En la primera secuencia de la película, ella sigue a un hombre más o menos de su edad a su apartamento. Él le sirve otro trago a pesar de que nota que está ebria, la besa a pesar de ella claramente se resiste y le quita la ropa interior a pesar de que parece estar dormida. Es entonces que Cassie revela estar completamente sobria y consciente, confrontándolo y alterando el balance de poder supuesto hasta ese momento.

En términos prácticos, el plan de Cassie no parece muy bueno. Involucra colocarse en un lugar íntimo y vulnerable y humillar a hombres que, ella confía, apenas la ven como una persona. Por más que la película acompañe sus regaños (que al final no son más que eso) con amenazadora música de cuerdas y lo que parecen truenos, y por más que sus víctimas sean cómicos y patéticos clichés de internet (uno viste un sombrero de fedora, otro es un fanático de David Foster Wallace que le dice que se ve mejor sin maquillaje), uno no deja de sentir que es ella y no el hombre en cuestión quien está en verdadero peligro.
Estas escenas, no obstante, logran cierto propósito de incomodar. Como invocando la frase de Margaret Atwood que dice que las mujeres temen que los hombres las maten, pero los hombres que las mujeres se burlen de ellas, Hermosa venganza invierte (por un rato) la dinámica típica de la violencia en pantalla. Pienso en el cine de acción y cómo en él, la muerte de un hombre es típicamente irrelevante o heroica. Tiene un significado nulo o demasiado establecido, no tiene poder transgresor. Como alternativa, Cassie no ataca el cuerpo, sino el ego. Los obliga a confrontarse con la idea de que son malas personas. No mata, humilla. Asume que sus víctimas tienen menos miedo de morir que de, por ejemplo, ser falsamente acusados de cometer una violación.
La película da una explicación para el comportamiento de Cassie. Cuando ella estaba en la escuela de medicina, su mejor amiga Nina fue violada por uno de sus compañeros. Después de que la universidad se lavara las manos del caso y que un abogado la acosara para abandonar los cargos, Nina se suicidó. El trauma y el duelo no se manifiestan de forma racional, y el lidiar con ellos no es proceso lineal. De ahí que las acciones de Cassie parezcan no tener una meta verdadera, pero sí estén dirigidas a una catarsis momentánea. La vemos, no solo engañar a hombres, pero también a mujeres cercanas (y hasta cierto punto cómplices) al caso, para que experimenten por lo menos temporalmente lo que ella y Nina sintieron; de revelar la podredumbre moral debajo de un respetable exterior.

El título original (que se traduce a “prometedora mujer joven”) hace una referencia irónica tanto a Nina como a Cassie. Las dos eran las mejores de su clase hasta la violación de Nina. Es en cierta medida una extensión de la crítica sistémica que la película intenta. Cassie y Nina eran “prometedoras”, pero bajo los términos de la misma institución que les falló. El que la directora sea una también una mujer no cambia el hecho de que la institución esté más interesada en proteger el orden que a mujeres individuales. De manera inteligente, Hermosa venganza se resiste a narrativas de conspiración y a villanos fáciles. Al final, los que taparon el caso lo hicieron, no por sincero compromiso a una causa más grande, sino para proteger sus propios intereses individuales. Pero es así como el estatus quo se sostiene. Uno imagina que para Cassie, seguir el camino del éxito académico y después profesional es complicidad con quienes destruyeron la vida de su mejor amiga.
El guion de la película es bueno en el sentido hollywoodense más básico. Sus conflictos principales son articulados con limpieza y eficiencia. La vida de Cassie es puesta de cabeza de manera en un giro un tanto predecible por la llegada de Ryan Cooper (Bo Burnham), un viejo compañero de la escuela de medicina, cuya amabilidad y carisma la hacen cuestionar sus preconcepciones sobre los hombres. Más adelante, esta posibilidad es puesta a prueba cuando él mismo, sin quererlo, revive en su mente el caso de Nina.
Pero esta efectiva base es socavada por la falta de detalle en otras partes. Los diálogos van aburridamente al grano o alargan las escenas con intercambios demasiado enamorado de su propio ingenio; uno no siente que sus personajes tienen vidas más allá de lo que vemos en pantalla. El ejemplo más vergonzoso es Gail (Laverne Cox, quien es por cierto una de las actrices trans más reconocidas del cine y la televisión), cuya caracterización nunca vas más allá de ser la supervisora y amiga de Cassie; sus conversaciones y acciones giran totalmente alrededor de ella.

Hermosa venganza no tiene textura o sabor local. Más que dar la impresión de que esto podría pasar en cualquier parte, uno siente que solo podría pasar en el mundo imaginado y difuso de las películas, las revistas y los videos musicales en los que claramente se inspira. La artificialidad parece una elección deliberada, pero su intento de reivindicar la estética colorida y glamorosa de la cultura pop tradicionalmente dirigida hacia mujeres (uno de sus detalles más memorables es una versión de “Toxic” de Britney Spears en chillantes cuerdas), se traduce más que nada en una iluminación plana y tomas estáticas.
Carey Mullligan, una de las actrices más destacadas de su generación, hace que las dos facetas de Cassie se sientan naturales, pero igualmente está restringida por el material. Uno la cree como la eterna adolescente demasiado cómoda en la casa de sus padres y como la confiada vigilante que siempre está un paso de adelante, pero la película apenas mira a la persona debajo de la manipulación, al final ambas ambos son rostros que ella construye para cumplir con su cometido.
El elemento más fascinante (aunque para nada el más logrado) de Hermosa venganza es su final. Se sabe que Emerald Fennell, guionista además de directora de la película, originalmente concibió una conclusión más cínica antes de encontrar resistencia por parte de sus financiadores. El final que vemos no es necesariamente el que su realizadora quiso, pero es el que la película tiene y según el cual debe ser interpretada. En el nivel más superficial, es un final satisfactorio, pero también uno que no es del todo creíble y una traición de sus ideas potencialmente más poderosas. Si la película previamente hacía referencia a un problema sistémico, el final está construido sobre un acto de extraordinaria eficacia por este mismo sistema.
Pero es este mismo final fantástico lo que quizá la hizo tan atractiva a los ojos de la Academia, una institución liberal en los valores que pregona, pero conservadora en sus métodos y prácticas. Es radical, pero no tanto. Hermosa venganza es una película sobre un problema estructural, pero su final sugiere que la solución se encuentra en un cambio de corazón o un acto de buena fe por parte de las mismas estructuras. Su respuesta a la violencia hacia las mujeres entonces tiene la fuerza de una palmada en la muñeca.