Del 27 de octubre al 1ro. de noviembre se estará llevando a cabo la edición número 19 del Festival Internacional de Cine de Morelia, una de las celebraciones más importantes del cine mexicano, entre otras cosas. En la cobertura de los largometrajes de documental y de ficción que forman parte de la selección oficial de este año me estará acompañando Javier Espinoza (pueden encontrarlo en Twitter y en Letterboxd). Les compartimos nuestras reseñas de los largometrajes de ficción seleccionados.

Hope, Soledad

(Yolanda Cruz, 2021)

Hope, Soledad encuentra los paralelos entre un peregrinaje y una road movie. La historia sigue a dos mujeres que comparten muy poco más allá de un destino en común y la sustancia es proporcionada por sus interacciones, aquello que revelan o deciden no revelar a la otra. El título, entre irónico y sincero, hace referencia a sus respectivos nombres: Hope (Frida Cruz) llega a Oaxaca desde Estados Unidos y de inmediato la impresión de no querer estar ahí. En los primeros minutos del largometraje de Yolanda Cruz la vemos en el baño del aeropuerto, sosteniendo un papel de migración y posteriormente mojándose el rostro, como agotada y queriendo despertar a la cruda realidad.

Cuando el camino de Hope finalmente se cruza con el de Soledad (Karen Daneida), ésta la ve triste y se acerca para preguntarle si está bien. Hope le grita que se vaya, en inglés. Eventualmente se disculpa. Ambas van camino a Juquila, pueblo a donde periódicamente se realiza un peregrinaje para honrar o hacer plegarias a la Virgen de Guadalupe. La película es una crónica de una amistad que emerge de manera casual y por las circunstancias: no es que se sientan obligadas a acompañarse, pero tampoco parecen desarrollar alguna intimidad profunda. Las une más que nada la ausencia de otros: Soledad en particular quiere dejar atrás la congoja que le generó la muerte del gran amor de su vida, mientras que Hope trata constantemente de comunicarse por teléfono con alguien sin obtener respuesta.

Hope, Soledad funciona mejor como un documento del evento del peregrinaje. Las filas multitudinarias proporcionan valores de producción a una película por demás modesta e íntima. Más impresionantes aún son los preciosos paisajes de los montes verdes y los atardeceres nublados. Los colores de la fotografía vibran y las composiciones están armadas con cuidado y dinamismo en cuanto a los elementos en pantalla. El diseño sonoro llena los silencios con los sonidos de la naturaleza. El ritmo de la película es mesurado, sin caer en la pretensión de películas que apuntan a lo contemplativo.

La película finalmente confía en que el vínculo de Hope y Soledad mantenga nuestro interés. Es un instinto finalmente acertado, a pesar de que al final apenas y conocemos más detalles de sus vidas que los que conocimos en el principio. Cierta crudeza en las actuaciones y la edición puede perdonarse porque el espíritu de la película es sincero.-AVR

★★★

Travesías

(Sergio Flores Thorija, 2021)

Tijuana y San Diego han sido llamadas en conjunto una “mega región” cuando se trata de promoverlas desde el punto de vista económico. En otras ocasiones se refieren a ellas como “the Cali-Baja Experience” como atractivo turístico, enfatizando que la experiencia en esa zona tiende a ser binacional, sin importar que un muro las divida. Las vidas de Tijuana y San Diego se cruzan, y lo mismo sucede en Travesías con las historias de sus dos personajes principales: la de Alejandra (Alejandra Carrillo) y la de Víctor (Víctor García); ella empieza en México y él en Estados Unidos.

Alejandra vive en Tijuana y trabaja como manicurista. Pero cuando le informan que han encontrado el cuerpo de su hermano que recientemente había cruzado a Estados Unidos a trabajar, ella ingresa a trabajar en una maquiladora con la intención de cruzar la frontera y buscarlo, pero los recursos le son insuficientes. Víctor estudia negocios en Nueva York y en una ocasión que regresa a San Diego para visitar a su madre, es invitado a una fiesta en México, a la que acepta ir de mala gana. En un claro reflejo de la realidad migratoria, él puede cruzar sin problema a Tijuana y ella tiene que ir como indocumentada a San Diego.

No hay momento de tregua en la trama de Travesías, que arranca con la celebración de un cambio de vida en búsqueda del progreso en la forma de una recreación de La última cena de Leonardo da Vinci, una macabra predicción de que tal vez éste será el último momento feliz para la familia de Alejandra. Misma situación con Víctor, quien en el reencuentro con sus raíces en Tijuana tiene la oportunidad de conectar con sus primos en una quinceañera, solo para después caer en una espiral de situaciones desafortunadas.

Travesías va un poco más allá del típico retrato de la historia fronteriza, no precisamente por el shock value (que lo incluye), sino por su enfoque en sus personajes y su devenir, tomando su tiempo para explorarlos y presentar sus contextos detalladamente, incluyendo a sus ciudades como personajes paralelos que tienen la cualidad de abrazarlos para darles cobijo y confort, para después apretarlos hasta asfixiarlos. Mientras la sociedad no cambie sucederán historias como estas y valdrá la pena exponerlas en pantalla.-JE

★★★

50 o Dos ballenas se encuentran en la playa

(Jorge Cuchí, 2021)

50 o Dos ballenas se encuentran en la playa es la historia de Félix (José Antonio Toledano) y Elisa (Karla Coronado), dos jóvenes de diecisiete años que se encuentran a través del juego de la ballena azul, un desafío en línea en el que deben cumplir cincuenta retos impuestos por un administrador anónimo antes de suicidarse finalmente. Pero Félix y Elisa coinciden en la vida real y una vez que se conocen terminan enamorándose. La aparente condena inevitable de ambos, más que alejarlos, los empuja más cerca.

Ambos tienen vidas difíciles. Sus respectivas madres intentan con desesperación acercarse a ellos, pero no encuentran la forma de hacerlo y terminan comportándose regañonas. Ambos tienen padres ausentes. Félix ve al suyo esporádicamente, mientras que el de Elisa falleció en un asalto. Su madre tiene una nueva pareja que, Elisa sugiere, es abusivo.

50 utiliza varios trucos para tratar de transmitir esa alienación y pretensión adolescente que caracteriza a sus personajes. La pantalla dividida aparece para mostrarnos las vidas de ambos al mismo tiempo; es un recurso que sirve para distanciarnos de lo que pasa y llamar atención a la artificialidad de todo, pero también para conectarlos a través de sus teléfonos, en eventos que ocurren de manera simultánea y sincrónica a pesar de la distancia. También presume prolongados planos secuencia que de vez en cuando sirven para alargar el suspenso, mismos que encuentran el momento indicado para moverse y seguir la acción sin llamar demasiada atención a sí mismos. No es necesariamente una película bien dirigida, pero sí una cuya realización claramente necesitó de talento.

50 entiende que es natural para los adolescentes tener fantasías con la muerte. Quizá como escape de los nuevos sufrimientos que caracterizan, quizá como revancha para los que hacen mal o ignoran a uno. Pero está demasiado atrapada en la mórbida fantasía de sus dos protagonistas, recurriendo más a imágenes chocantes en la superficie que a alguna narrativa que tenga algo nuevo que decir sobre ellas.-AVR

★★

Nudo mixteco

(Ángeles Cruz, 2021)

Tres nativos de San Mateo en Oaxaca regresan a su comunidad después de migrar en busca de mejores oportunidades. Vuelven por diferentes motivos: María (Sonia Couoh) regresa al velorio de su madre; Esteban (Noé Hernández) a recuperar a su familia luego de irse a Estados Unidos a trabajar; y Toña (Myriam Bravo) a terminar un ciclo de abuso familiar. Sus tres historias se cruzan circunstancialmente, pero de forma efectiva, ya que en esa comunidad todo se resuelve entre ellos.

María resiente el rechazo de su padre debido a su relación lésbica con Piedad (Eileen Yañez) a la que invita a salir del pueblo e irse con ella a la ciudad donde trabaja como empleada doméstica. Hay pasión y remembranza, pero las cosas ya no son iguales. Piedad ahora es madre y en un primer momento María parece aceptarlo. María se revela víctima de la añoranza pero nada más.

Por su parte, Esteban regresa a encontrar a su esposa Chabela (una estupenda Aída López) con otro hombre a su lado, para lo que convoca a una asamblea general en el pueblo. Si no es suya, no será de nadie y deberá pagar con pena corporal. Exponen su caso y, en uno de los momentos de mayor tensión en la trama, Chabela debe aceptar que su destino está en manos de los reunidos ahí, no importando la decisión que se tome. El duelo entre López y Hernández –físico, intenso, violento–es digno de recalcarse.

Como parte de la comunidad que decide el destino de Chabela, Patrocinia (Sabel Sánchez Sánchez) recibe a su hija Toña, que a su vez viene a llevarse a su hija–quien prácticamente no la conoce debido a que la dejó al cuidado de su abuela cuando se fue. Toña sabe que su hija fue abusada por su tío, como ha hecho con todas las mujeres de la familia. Patrocinia quiere que todo se quede como está, pero Toña no está dispuesta y peleará por la justicia.

La directora Ángeles Cruz está en terreno conocido con Nudo Mixteco. Utiliza elementos que ya habíamos visto en su trabajo como directora de cortometrajes, con actores a los que sabe sacarles provecho y que están a la altura de las historias que escribe. Filmada en locación en Villa Guadalupe Victoria, Oaxaca, Cruz nos lleva a las entrañas de la vida en la comunidad sin romantizarla. Muestra una sociedad patriarcal que en conjunto y con los usos y costumbres decide el futuro de sus habitantes, así como la voz femenina decidida a hacerse escuchar. Las tres historias de Nudo Mixteco funcionan en conjunto y parten de personajes bien construidos de los que deberían verse más seguido en pantalla.–JE

★★★1/2

Estación catorce

(Diana Cardozo, 2021)

Lo que hace especial a Estación catorce son las cosas en las que decide sostener su mirada y las cosas que no. La película abre con un pueblo en pánico por lo que resulta ser un ataque del crimen organizado: un grupo armado llega en sus camionetas, mata a una pareja y le prende fuego a su casa. Pero este episodio no es representativo de la película. Después de que la policía haya hecho sus averiguaciones (o un intento de, pues solo una persona en el pueblo se anima a hablar), lo único que parece haber cambiado es que el pequeño Luis (Gael Vásquez) y su familia tienen un nuevo sofá que su padre Manuel (Antonio Becerril) logró tomar durante el saqueo.

Estas primeras partes muestran el impacto de la violencia a través de la mirada de un pequeño de siete años. Están hechas con una energía que asemeja a una película de terror, manteniendo a los perpetradores fuera de cuadro, sugeridos a través de los balazos. Cuando la familia finalmente sale, la cámara los sigue a través del caos de numerosos extras, apenas deteniéndose en el fuego y los cuerpos de la pareja tirados sobre la calle, sobre un charco de sangre. Para aumentar el efecto, corta ocasionalmente a la mirada de Luis.

Pero la película en realidad no se trata de eso. Dedica más tiempo a episodios de la vida diaria en el pueblo de San Luis Potosí que le da su nombre; uno bastante revelador, pues sugiere que su única razón de ser y sustento es el ferrocarril. Fuera del atentado que abre la película, parece que no mucho pasa en Estación Catorce. Vemos los juegos que Luis comparte con sus amigos de la escuela, sus mascotas y sus hermanos en los montículos de una mina cercana y sobre las vías del tren instantes antes de que éste pase.

Pero una narrativa emerge sutilmente, enfocada en la relación de Luis con su padre. Luis, el hijo mayor, está en esa edad en la que empieza a notar y hacerse preguntas sobre el comportamiento de sus padres, pero no tiene el bagaje o experiencia necesarias para hacerles sentido. Él se convierte en el blanco de sus frustraciones y empieza a imitar sus comportamientos más agresivos, tradicionalmente masculinos: se trata de pelear con un vendedor y con un compañero que habla mal de Manuel. Aunque el episodio que inaugura la película termina siendo una anomalía, termina estableciendo el tema central de una película preocupada con formas más sutiles de agresión y violencia.–AVR

★★★1/2

El otro Tom

(Rodrigo Plá, Laura Santullo, 2021)

La filmografía en conjunto de Laura Santullo y Rodrigo Plá se ha caracterizado por los retratos de mujeres fuertes y El otro Tom no es la excepción. Elena (Julia Chávez) es una madre soltera que parece tener todo en contra, sobre todo cuando los sistemas de salud y educativos la quieren obligar a medicar a su hijo Tom (Israel Rodríguez) para que su errático comportamiento se modifique.

Tom es diagnosticado con rastorno por déficit de atención e hiperactividad y una vez aplicado el tratamiento se convierte en “otro Tom”, lo que le produce inseguridad sobre cuál es la forma correcta de conducirse. No tiene una figura paterna presente y se aferra al papel de protector de su casa, desaprobando las actividades de su madre, quien no se deja amedrentar, siempre buscando un punto de acuerdo.

El otro Tom refleja la realidad de incontables madres que buscan la forma de garantizar una buena vida para sus hijos. Pedir ayuda económica al gobierno se convierte una tarea titánica, pues trabajadores sociales y maestros la acusan de irresponsable al negarse a las limitadas opciones que le ofrecen. Elena defiende su idea de que no es lo mejor para su hijo. La película se pregunta si las medicinas son el camino correcto para tranquilizar a alguien que se comporta diferente, por la razón que sea.

Santullo toma por primera vez el crédito de directora en conjunto con Plá con buenos resultados. Ambos guian a Chávez y Rodríguez (en sus primeros papeles) hacia actuaciones intensas que transmiten la desesperación de ambos personajes desde sus respectivas trincheras, estrechando sus vínculos conforme avanza la trama. Visualmente, su estilo no es tan marcado como en los trabajos anteriores de Plá, lo cual ayuda a entrar en el conflicto mucho más rápido. Es una historia que podemos reconocer de la vida real, y esa familiaridad está bien retratada.–JE

★★★1/2

El camino de Sol

(Claudia Sainte-Luce, 2021)

El camino de Sol empieza moviéndonos el piso. Sol (Anajosé Aldrete) y Christian, su hijo pequeño, llegan al departamento de Jaime (Armando Hernández), padre de él y expareja de ella. Cuando parece que la película se va a tratar de cómo los tres navegan esta tensa separación, Christian es secuestrado por los ocupantes de una camioneta negra. Sol trata de alcanzrlos pero es inútil; pronto la camioneta desaparece y ella tiene qué pensar otra forma de recuperarlo.

El camino de Sol se esfuerza por situarnos en la mente de Sol y por que a través de sus sentimientos y sensaciones, podamos entender su pensar y sus acciones. Una escena en la que deja que el agua caliente del grifo le queme las manos sugiere de un sentimiento de culpa, un castigo que ella se aplica a sí misma por su distracción y su impotencia. El enfoque es atrevido pero acertado, pues lo que Sol termina haciendo puede, para un observador externo, parecer incongruente. Sol va a la policía, pero una vez que se da cuenta de que el proceso va a ser lento y costoso, decide tomar las riendas del asunto aun cuando no está segura de los resultados.

Ella recibe una llamada de un hombre que dice ser uno de los secuestradores, exigiéndole 100 mil pesos. No hay certeza de que esté diciendo la verdad, pero el juntar el dinero por lo menos le da a Sol una meta y un propósito. Para reunir el dinero, engaña a las clientas del doctor con quien trabaja como recepcionista y empieza a cobrar los rescates de perros desaparecidos (que después desaparece ella misma). No tiene un plan a largo plazo, actúa por pura desesperación.

En su elección de planos, la directora Claudia-Sainte Luce alterna entre la fría distancia y la incómoda proximidad, un apto lenguaje para comunicar el aislamiento y la frustración de su protagonista. El camino de Sol parte de las intensas emociones que un hijo provoca en su madre. Es precisamente esa intensidad de sentir lo que la hace más vulnerable. El camino de Sol es un retrato poco favorecedor, pero matizado y definitivamente humano. Ser madre no tiene por qué ser sinónimo de héroe.–AVR

★★★1/2

Una película de policías

(Alonso Ruizpalacios, 2021)

Una película de policías es un experimento audiovisual compuesto de cuatro recreaciones que convergen en pantalla para contar la historia de dos elementos de la policía de la Ciudad de México. Mónica Del Carmen es María Teresa Hernández Cañas, quien continúa el legado familiar en la fuerza siguiendo los pasos de su padre, quien se manifiesta inconforme con la decisión. Por su parte, Raúl Briones encarna a José de Jesús Rodríguez Hernández (mejor conocido como Montoya) quien en contraste con ella tuvo un padre ausente, pero se unió por admiración a su hermano.

La película abre con la atención de una emergencia, un parto, en el que vemos la falta de entrenamiento médico en la formación policial. Teresa es muy clara cuando dice que para que la ambulancia llegue al lugar solo debe triangular información dando fe de que es una llamada de auxilio real, pero cuando ésta no llega decide usar sus propios recursos para apoyar. A Montoya, por otro lado, lo vemos siendo agredido en varias ocasiones, tratando de mantener siempre la compostura. Ambas historias convergen cuando se presentan como pareja y dan testimonio del origen de su relación, sus experiencias y su visión del ejercicio en el sector.

El reverso de las caracterizaciones de Teresa y Montoya aparece en la forma de material sobre la preparación de los actores para llevar a la pantalla esta historia. Este “detrás de cámaras” fue grabado por los actores durante sus entrenamientos en la academia de policía, e incluye testimonios de sus recorridos por la ciudad y sus opiniones sobre el cuerpo de policía. Las conversaciones entre actores y policías versan sobre la percepción pública de la carrera policial, por lo general negativa.

Una película de policías es un rico ejercicio sobre la vida de dos elementos de la policía; un recorrido por sus alegrías, miedos, traumas, e injusticias percibidas durante su trabajo. El cierre acrecenta el interés con la aparición de los personajes que dieron origen a la historia, completando un circulo que no suelta al espectador desde el aranque. Del Carmen y Briones una vez más caracterizan a una pareja, como recientemente hicieron en Asfixia de Kenya Márquez. Pero la toxicidad de aquella da lugar aquí al afecto y la empatía. Al venir los dos de relaciones complicadas encuentran refugio en el otro y ese lazo es el más valioso.–JE

★★★★

Los minutos negros

(Mario Muñoz, 2021)

Los minutos negros parte de una ambientación de época y un género que parecería anticuado pero se siente como un reflejo del México actual. La película de Mario Muñoz, basada en la novela de Martín Solares, es una obra de cine negro que se ambienta en la década de 1970 pero aborda de frente la violencia, así como la corrupción que la protege y que frena la aplicación de la justicia.

Leonardo Ortizgris interpreta a Vicente Rangel, un otrora músico y ahora detective empeñado en encontrar a un asesino de niñas en una pequeña ciudad petrolera en el Golfo de México. Pronto resulta evidente que Rangel se enfrentará a más obstáculos que solamente al asesino. Con la atención de los medios, el caso se ha politizado: el departamento de policía de una ciudad vecina quiere capturar al culpable y llevarse el crédito, mientras que un importante líder sindical parece tener sus propios motivos para que el caso no se resuelva.

Los minutos negros tiene un amplio elenco que refleja diferentes aspectos de la sociedad mexicana y sus redes de poder. Sofía Espinosa hace de fotoperiodista de Ciudad de México que responde a quien la provoque con los calificativos de burgués y fascista, Mauricio Isaac de un desaliñado compañero detective y Carlos Aragón de Taboada/Travolta del ambicioso rival de Rangel, entre muchos otros.

Ortizgris es sin embargo el elemento que más destaca, atinando la decepción y cinismo que tiende a caracterizar a los protagonistas de la novela negra, sin perder el sentido del humor y la calidez de alguien que hace lo que hace, mayormente, por las razones correctas. El detalle de época es cuidado en la música, la decoración y los efectos visuales; la jerga y la camaradería entre los personajes mantienen los procedimientos amenos y entretenidos a pesar de la sombría temática, al mismo tiempo que sirven como pista de los pactos entre hombres que sostienen la corrupción en la comunidad.

La trama de Los minutos negros no es necesariamente muy original, y las representaciones gráficas de violencia contra mujeres jóvenes terminan sintiéndose como una idea secundaria: después del catalizador de la trama, terminan teniendo poca repercusión. Pero más astuto es su forma de presentar la historia: a través de los ojos de un joven aspirante a policía, interpretado por Krystian Ferrer, la película captura una gradual pero profunda decepción con los aparatos de justicia mexicanos. Enterarse de lo que pasa en el país todavía hace a uno sentirse así.AVR

★★★

El hoyo en la cerca

(Joaquín del Paso, 2021)

El Centro Escolar Los Pinos recibe a sus alumnos en su campamento anual. Es evidente que ellos pertenecen a una clase social privilegiada y prejuiciosa, que se sirve de los lugareños para después depositar en ellos algunas donaciones. Entre los jóvenes hay algunos que destacan, como Jordi (Valeria Lamm Williams) quien decide enfocar sus energías en atacar a Eduardo (Yubáh Ortega), el único en el grupo con beca (y tez morena). Hay quienes le siguen el juego, otros no.

Eduardo rápidamente reconoce las dinámicas de poder y toma acción. Sabe que está en condición de desventaja y se alinea con la mayoría: aprovecha otro de los ataques de Jordi y sus secuaces para desprenderse de Joaquín (Lucciano Kurti), el único que lo había tratado con empatía. A la par de esto vemos al grupo de los adultos que los acompaña repitiendo lecciones sobre moral, valor y la conexión que se supone deben tener con Dios. Una de las lecciones se detona con la desaparición de un pastel, y al no encontrar un culpable, los jóvenes crean un chivo expiatorio. Éste, para que no se detengan las actividades programadas, acepta la responsabilidad.

La película toma su título, muy apropiadamente, del hoyo que encuentran en la cerca que delimita el exclusivo lugar. Éste parecería el vehículo para que “la maldad” entre al campamento, cuando resulta ser todo lo contrario. Es incluso usado como escape por Diego (Eric David Walker) a quien el paramédico Edwin (Raúl Vasconcelos) droga continuamente para, inferimos, abusar de él. Diego no sabe que éste no será el único acto de violencia del que sería víctima.

Las actividades en las que los muchachos participan, recreativas y de conducta social, desembocan al sacrificio del más débil: provocadas y solapadas por los adultos y replicadas por los más jóvenes. Es aquí donde radica la sustancia de El hoyo en la cerca de Joaquín del Paso y Lucy Pawlak, quienes previamente estudiaron otro tipo de dinámicas en espacios cerrados, las del ambiente laboral en Maquinaria panamericana de 2017. Lo que sucede en el campamento, se queda ahí, o al parecer es lo que pretende el grupo de adultos, encabezado por el Profesor Monteros (Enrique Lascurain), quien en una forma de perpetuar esta forma de educación, continuamente violenta a quien no comulgue con la doctrina. Hay algo terrorífico en todo lo que ocurre ahí.–JE

★★★1/2