En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Belle, o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.


(Ryū to Sobakasu no Hime; Mamoru Hosoda, 2022)

Los mundos virtuales recurren en la obra de Mamoru Hosoda. Algunos de sus primeros trabajos como director fueron para episodios de televisión y cortometrajes de Digimon, la franquicia que sigue a un grupo de preadolescentes y sus aventuras con criaturas que vivían una red formada por sus aparatos electrónicos. Su segundo largometraje fuera de una marca establecida fue Summer Wars, escrita por Satoko Okudera y producida por Madhouse, sobre los esfuerzos de dos adolescentes por salvar una red social. Y la idea aparece de nuevo en Belle, escrita y dirigida por Hosoda para Studio Chizu, la casa de animación que él mismo fundó con Yuichiro Saito.

El tema no ha dejado de ser pertinente. La imagen de un mundo nuevo, de una fértil frontera sin explorar, ha sido una de las metáforas más utilizadas para describir el internet. Las plataformas, comunidades y videojuegos en línea solo han hecho que el ciberespacio se sienta más como su propia realidad, vinculada a la nuestra pero distinta. Y ha sido particularmente sonado en meses recientes desde que Facebook, una de las empresas de tecnología más grandes del mundo, anunció su cambio a Meta y sus ambiciones de construir un espacio virtual aquellos de la ciencia ficción.

Los mundos virtuales tienen por supuesto su atractivo. No solo un universo en el que la distancia geográfica y la escasez material no plantean verdaderos problemas, pero también uno donde se puede construir una nueva personalidad y apariencia, un escape de lo desagradable del mundo real. Tanto Digimon como Summer Wars se enfocan en personajes en la infancia y adolescencia; esto no solo es un reflejo de cómo las nuevas generaciones pueden absorber nuevas tecnologías con mayor facilidad, pero también de cómo el escape y la conexión que los espacios digitales hacen posibles apelan a las ansiedades de esa edad.

Belle gira alrededor de un mundo virtual llamado U, cuyos usuarios utilizan avatares llamados AS. Uno de los AS más populares es Belle, una bella joven que cautivó el mundo digital (y a su contraparte real) con su música. Belle es una verdadera estrella pop y el alter ego de Suzu (voz de Kaho Nakamura), una estudiante de bachillerato que es totalmente su opuesto: tímida, insegura, a quien pocos le prestan atención fuera de su mejor amiga Hiroka (Lisla Ikuta). Suzu está enamorada de Shinobu (Ryō Narita), un amigo suyo de la infancia, pero no se anima a hacer algo al respecto porque está convencido de que él preferiría estar con Ruka (Tina Tamashiro), una compañera popular.

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Suzu tiene, o alguna vez tuvo, una pasión por la música. Desde pequeña empezó a cantar y a componer canciones apoyándose en aplicaciones para el teléfono. Pero cuando su madre, quien siempre la alentó a desarrollar sus talentos, falleció tratando de salvar a otra niña de una inundación, Suzu se vuelve retraída. Solo recupera su motivación dentro de la distancia y anonimidad que le proporciona Belle. Todo hasta que uno de sus conciertos es interrumpido por el Dragón (Takeru Satoh), un avatar infame por los estragos que causa en el mundo virtual. El Dragón despierta la fascinación de Suzu, por lo que ella y Hiroka se dan la tarea de identificarlo en el mundo real.

La animación de Belle, en línea con las películas anteriores de Hosoda, es preciosa y acertada en los distintos sabores que le da a sus dos mundos. Los espacios de U, de brillantes colores y llena de elementos que abruman la mirada, y sus habitantes, que se mueven y flotan sin preocuparse por la gravedad, utilizan notablemente el modelado en tercera dimensión. Se aprecia en la fluidez de los movimientos de los personajes y los frecuentes y deslumbrantes giros de la cámara. En el mundo real, Hosoda da prioridad a planos estáticos y personajes más planos, pero también más expresivos, que parecen creados por animación cuadro por cuadro tradicional. Es un contraste que reafirma la repetición y rutina de la vida de Suzu y las posibilidades en apariencia infinitas que ofrece el mundo virtual.

Como podría sugerir su nombre, Belle se trata de una adaptación del cuento de hadas de La bella y la bestia. Se toma muchas libertades, por supuesto, pero también hace claras sus raíces. Suzu viaja al castillo del Dragón y descubre a una persona noble y vulnerable debajo. Llega incluso a bailar con él, en una toma que evoca uno de los momentos más icónicos de la película de Disney, quizá la versión más conocida de la historia. Belle nunca deja de operar bajo la lógica de un cuento de hadas, un cuento brillante y finalmente optimista en el que imperan las grandes emociones y una interpretación inocente del mundo.

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Belle está más preocupada con su heroína que con el funcionamiento o las complejidades de su mundo virtual. Preguntas como quién lo construyó, para qué propósito y cómo se regula son finalmente inútiles e infructíferas, pero de vez en cuando se convierten distracciones de lo que acontece entre Suzu y el Dragón, o Suzu y sus compañeros del mundo real. Uno de los villanos de la película, Justin (Toshiyuki Morikawa), es un autodenominado policía y superhéroe de U y tiene la misión de detener al Dragón. Él y sus secuaces cumplen una función narrativa similar a la de los habitantes del pueblo que terminan asaltando el castillo en La bella y la bestia, pero están tan desconectados del resto del drama que se sienten como una torpe desviación–la película de Disney sorteó este problema convirtiendo al líder de la turba en un pretendiente amoroso que es rechazado por Bella. Y la metáfora del ciberespacio resulta una combinación incómoda con el subtexto romántico del cuento, pues Suzu, una adolescente, se ve cada vez más involucrada con alguien que, por mucho del tiempo de duración de la película, podría ser cualquier otra persona en otra parte del mundo.

Pero la inocencia de Belle es inseparable de sus intenciones y de su encanto. Detalles prácticos y su entendimiento del mundo real (o virtual) parecen secundarios a las emociones de sus personajes, a las cuales Hosoda llega sin sentirse condescendiente. No deja de decir que es más importante estar en el aquí y en el ahora, pero lo hace reconociendo cómo en el mundo virtual los más jóvenes pueden encontrar y desarrollar vínculos tan poderosos y profundos como los del mundo real. El mayor acierto de Belle es precisamente su capacidad de capturar esa mentalidad particular de la adolescencia. Es una película sobre cómo a esa edad las cosas se sienten una intensidad que se disipa con el tiempo perspectiva y sobre esa primer probada de independencia y valentía que caracteriza a las mejores historias sobre la madurez temprana.


★★★1/2