En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Jackass por siempre, o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.
(Jackass Forever; Jeff Tremaine, 2022)
Es difícil explicar el atractivo y, por qué no llamarle así, genio, de Jackass, la serie de televisión y las películas que se desprenden de ella. El concepto parece tan simple: un grupo de hombres se someten a una serie de retos y bromas, poco más que serpentinas (en ocasiones literalmente involucrando serpientes) formas de provocarse daño corporal o algún otro castigo escatológico. Escójase una parte del cuerpo (típicamente los genitales masculinos) y algún medio (animales de todas clases son un claro favorito) para causarle dolor y en teoría se tiene uno de los gags característicos de esta duradera franquicia. Pero una mirada más cercana a su ejecución revela una definitiva creatividad y técnica. Hay tanto que podría salir mal, no solo en la seguridad y logística de las acrobacias, sino también en su presentación. Es la clase de estupidez que solo se puede lograr con refinamiento, inteligencia y teatralidad.
Tres temporadas y tres películas no bastaron para agotar el concepto desarrollado originalmente por Jeff Tremaine, Johnny Knoxville y Spike Jonze. Jackass por siempre demuestra que no solo que éste es amplio y lleno de posibilidades, pero también que quienes están a cargo de hacerlos realidad siguen, metafóricamente hablando, apuntando hacia los cielos–aun si en la realidad eso significa estrellarse estrepitosa y violentamente contra el suelo. Es una película ambiciosa e ingeniosa a su manera.
La mayoría del grupo original, liderado por Knoxville, regresa para esta secuela: Steve-O, Chris Pontius, Dave England, Jason “Wee Man” Acuña, Ehren McGhehey y Preston Lacy. Pesan la ausencia de Ryan Dunn, quien falleció en un accidente automovilístico en 2011, poco después del estreno de Jackass 3D, y de Bam Margera, cuyos pleitos con el resto de los creadores resultó en su despido de la película–Jackass por siempre incluye una dedicatoria a Dunn y Margera aparece brevemente en un sketch filmado muy al principio. Quizá para compensar por su falta, y respondiendo a la edad avanzada de los demás (oscilan entre los 45 y 52 años), aquí se les unen Sean “Poopies” McInerney, Zach Holmes, Jasper Dolphin, Rachel Wolfson y Eric Manaka, así como una plétora de invitados en la forma de patinadores y otros atletas, así como celebridades de la talla de Eric André, Machine Gun Kelly y Tyler, the Creator. La admiración de algunos de ellos por el grupo original es palpable; el elenco de Jackass por siempre hace alusión a su propio legado sin que esto se sienta indulgente.

La película abre poniendo la barra arriba, con una elaborada y afectuosa parodia a las películas japonesas de monstruos (es fácilmente un mejor tributo a Godzilla que Godzilla vs. Kong). Más que por el giro de que el monstruo es interpretado por el pene de Chris Pontius pintado de verde, la secuencia brilla por sus efectos prácticos: el cuidado puesto en la construcción y destrucción de sus sets y miniaturas. Nada en la película supera esta secuencia en términos de escala y complejidad, pero su culminación, como la de un buen chiste que zigzaguea, regresa todo brillantemente a sus placeres más vulgares e inmediatos.
Jackass por siempre tiene una estructura suelta y flexible. Cada sketch es presentado rápidamente, una breve explicación precede el inevitable dolor e hilaridad y cada uno termina justo antes de sentirse que se alarga de más. Las bromas más complicadas se intercalan con segmentos más cortos, gags visuales apenas, que mantienen el ritmo de la película ágil e impredecible. El director Jeff Tremaine y los editores Matthew Kosinski, Matthew Probst y Sascha Stanton-Craven merecen crédito en particular. A juzgar por las imágenes que acompañan los créditos finales, tuvieron que sortear muchísimo material grabado para lograr una hora y media bien calibrada; que nunca se da un respiro, pero que nunca se vuelve monótona en su intensidad. No hay un hilo narrativo que conduzca de un sketch a otro, pero sí lo que parece una intención en su orden. Lo más emotivo y espectacular es guardado para el final: el regreso de un desafío clásico y un raro reconocimiento de la fragilidad del cuerpo de Knoxville es seguido por un clímax que se desenvuelve con los efectos especiales y la acción multitudinaria de una película de guerra.
El cuidado se nota también en cómo la película juega con las expectativas. Su uso de las reglas de la comedia y del suspenso incluso, es astuto–parafraseando el adagio de Hitchcock: “si Dave England está dando una entrevista y de repente lo bañan con semen de cerdo es una sorpresa, pero si Johnny Knoxville revela previamente 20 litros de semen de cerdo, esa misma entrevista se convierte en un minuto completo de tensión” (la respuesta de England, por cierto, es una obra maestra de eufemismo cómico). Esa misma expectativa es aprovechada en otros gags para darles una vuelta inesperada. Una broma potencialmente dolorosa y bizarra es presentada solo para convertirse en una broma más dolorosa bizarra. Eric Manaka lanzándose en bicicleta a lo que parece una rampa es quizá el ejemplo más representativo; un gag visual digno del Coyote y el Correcaminos.

No se puede tampoco subestimar la habilidad de Knoxville y compañía como entretenedores, su simple carisma y su compromiso a incorporar parodias y gestos teatrales, elevando sus ocurrencias al nivel de verdadero espectáculo. Hay homenajes a El silencio de los inocentes y a Rocky. Hay una recreación de los programas de concursos de televisión y una divertida burla a los consejos de belleza en el que su primera miembro mujer se somete a picaduras de escorpión como un sustituto a las inyecciones de Botox. El segmento en el que Knoxville se lanza a un lago desde un cañón podría brillar por sí solo, pero no se puede más que admirar la decisión de tratarlo como una recreación del mito de Ícaro. Quizá por su edad, Knoxville se abstiene de muchas de las acrobacias, optando mejor por el rol de anfitrión. Es un papel que desempeña hábilmente y aunque sus participaciones en el lado receptor del sufrimiento son pocas, son definitivamente memorables.
Knoxville es la figura que más se asocia a Jackass, su creador y su rostro principal. Aunque la inclusión de nuevos participantes viene con la promesa implícita de heredar la franquicia a una nueva generación, es difícil imaginar a Jackass sin él. Al mismo tiempo, Jackass no es solo Johnny Knoxville, es también el sentido de camaradería y complicidad entre el grupo que logra reunir a su alrededor. A pesar del visible sufrimiento que cada uno tiene que tolerar, ninguno parece estar ahí contra su voluntad. Tampoco por ego o por querer demostrar algo a alguien más. Es un ambiente extrañamente igualitario y horizontal. No hay verdadera crueldad de fondo. Hay un tacto casero y práctico. Se siente como una extensión natural de un grupo de amigos haciendo cosas atrevidas buscando divertirse entre sí o sacarle un bien intencionado susto a las personas que los rodean.
El cine es un medio visual, capaz de despertar nuestras emociones más viscerales y primitivas. Se necesitó una serie de películas (¿documentales? ¿comedias de sketches?) basados en un programa de televisión basado en las ocurrencias de un grupo de amigos para recordarnos que el cine también puede ser un hombre encontrando una forma elaborada de golpear a otro hombre en los testículos. Y Jackass por siempre demuestra que todavía hay muchas formas de hacerlo.