(Kimi; Steven Soderbergh, 2022)

Para alguien que supuestamente se retiró en 2013, Steven Soderbergh se ha mantenido bastante ocupado. Claro, las circunstancias de su retiro temporal y su regreso son explicables por las tendencias cambiantes de Hollywood. Soderbergh es un cineasta de raíces independientes que vino a gozar de éxito artístico y comercial durante los noventas y la primera década del nuevo milenio. Algunos hitos: en 2000 se convirtió en uno de pocos cineastas en ser nominado dos veces el mismo año al Oscar de Mejor Dirección y en 2001 inauguró su propia franquicia con La gran estafa. Pero como fuerza creativa se veía cada vez más desplazado por un Hollywood cada vez más calculador y menos dispuesto a tomar riesgos.

Soderbergh anunció su retiro después del thriller Terapia de riesgo, y cuatro años después regresó con La estafa de los Logan, una diestra comedia con varias estrellas, financiada sin el apoyo de un gran estudio. Soderbergh experimentó con ser su propio distribuidor hasta que las corrientes de la industria de nuevo se voltearon a su favor. En los nuevos gigantes del streaming y en su estrategia de crecimiento a toda costa, el director ha logrado encontrar espacio para sus proyectos. High-Flying Bird y The Laundromat fueron estrenadas por Netflix en 2019, mientras que Let Them All Talk de 2020 y No Sudden Move de 2021 por uno de sus principales competidores, HBO Max.

Kimi, su tercera película para la plataforma de propiedad de Warner Media, es pragmática e inteligente también en la dirección que traza para el cine post-COVID. Pocas producciones que se han reanudado recientemente han tenido oportunidad de aludir a la pandemia, ya sea porque sus guiones fueron hechos antes de que ésta empezara o porque sus realizadores razonan, no sin motivos, que el coronavirus es lo último que la gente quiere ver en su entretenimiento. Hay, por supuesto, excepciones: películas como Locked Down de Doug Liman y la producción de Michael Bay Songbird, usaron el virus para darle un giro a géneros cinematográficos conocidos, pero con resultados poco alentadores. Kimi, por su parte, es una película que aborda la pandemia y sus efectos sin ser explícita y exclusivamente sobre ella. Trata el aislamiento y sus casi universales ansiedades, pero también reconoce que las personas tenemos otras preocupaciones. Que nuestras vidas no se detienen.

Kimi_1

Es también una mezcla atinada del lado más comercial y el más experimental de Soderbergh. La película lo reúne con el guionista David Koepp, cuyos créditos incluyen éxitos de la talla de Parque jurásico, Misión: Imposible y El hombre araña, pero quien también gravita hacia historias de suspenso en espacios reducidos como La habitación del pánico. También le permite seguir explorando el potencial de la cinematografía digital, un medio que ha abrazado como pocos de sus contemporáneos–sus películas Unsane de 2018 y High Flying Bird de 2019 fueron notorias por filmarse utilizando la cámara de los iPhone 7 y 8, respectivamente.

Kimi es protagonizada por Angela Childs (Zoë Kravitz), una joven recluida en su (inexplicablemente amplio y bien decorado) departamento de Seattle. La pandemia es una de las razones por la que nunca sale de ahí, otra es su propio trauma que la paraliza cuando está a punto de cruzar la puerta. Angela, como muchos todavía, trabaja desde casa. Es empleada de Amygdala, una compañía de tecnología que está por entrar a la bolsa de valores y cuyo producto estrella es Kimi, una asistente virtual en el molde de Alexa de Amazon o Siri de Apple. El éxito de Amygdala, como de muchos gigantes de la industria, se encuentra en su capacidad de disfrazar el trabajo humano repetitivo de innovación automática e invisible. Para mejorar el funcionamiento de Kimi, programadores como Angela escuchan fragmentos de conversaciones de sus usuarios y hacen los cambios necesarios al código. Cuando Kimi confunde “ME!”, la canción de Taylor Swift con el pronombre personal, es Angela quien le enseña a no repetir este error en el futuro.

Es un sistema con obvios problemas de privacidad, seguridad y legalidad, con claros precedentes en la industria tecnológica real. En esto, la película encuentra su premisa. En lo que se siente como un homenaje a La ventana indiscreta, la solitaria protagonista de Kimi descubre un posible crimen mientras espía a otras personas sin salir de su apartamento. En una de las grabaciones que debe examinar, Angela encuentra lo que parece ser una agresión contra una mujer. Ella trata de reportarlo a sus superiores, pero ellos tratan de minimizarlo. No es su responsabilidad, y con la entrada a la bolsa próxima, lo último que necesitan es la sospecha y mala publicidad.

Kimi_2

El guion de Koepp resuelve todos estos elementos con limpieza. El componente corporativo resulta al final poco explorado. Está la intriga de los hombres que siguen a Angela, buscando que ella guarde silencio–un raro pero efectivo papel de villano para el actor mexicano Jaime Camil, que transmite cómo la pragmática maldad corporativa se disfraza de elegancia y respetabilidad–pero Kimi mantiene su enfoque en cómo ella lidia con esta situación en particular, y no con sus efectos más prolongados y más a gran escala. Es un thriller pequeño con una heroína y antagonistas bien definidos, cuyos placeres se encuentran en Soderbergh y Koepp, veteranos de la industria, redescubriendo con ingenio las formas del cine independiente.

Tanto o más interesante que sus elementos de suspenso es la forma en que la película entreteje observaciones sobre la vida de su protagonista y el estado del mundo actual. Angela continúa comunicándose con su madre, su dentista y su psicóloga, pero interacciones que en tiempos anteriores la habrían sacado de su zona de confort ahora pueden evitarse con cerrar una pestaña de la computadora en cuanto se vuelven incómodas. Es la otra cara de un mundo sin fricción. Las protestas contra la desigualdad y la situación de las personas sin techo en Seattle, aparecen en los márgenes, recordando, no solo su relevancia, pero su raíz en común con la economía que impulsa a la industria de la tecnología. Uno no existe sin el otro.

Kravitz, la presencia principal y por largos ratos la única, es una efectiva ancla para la película. Transmite vulnerabilidad y tenacidad con igual convicción. Lo que en un inicio es la fragilidad de Angela, para el final se convierte en su motivación y fuerza. La verdadera estrella es, por supuesto, Soderbergh, cuyo espíritu práctico y espontáneo se aprecia tanto como su rechazo de la etiqueta de autor. El realismo de la película es aumentado por el uso de la luz misma de los espacios (las fuentes de luz, particularmente en las oficinas de Amygdala, a ratos no parecen corresponder en temperatura, lo que en otra película se entendería como un descuido). Las tomas en exterior aprovechan las fuertes líneas rectas de las escaleras, las calles y las columnas de los edificios para crear un efecto dramático y desorientador. Y la fotografía digital es utilizada, no solo para transmitir inmediatez, pero también como recordatorio de que la tecnología está observando. Kimi es una película que saca lo mejor de las circunstancias y de sus creativos, aún si está lejos de ser lo mejor de sus respectivas carreras. Es un contenido y económico cuento de suspenso que también permite explorar uno de los temas favoritos de Soderbergh: las estructuras del capitalismo y las personas que pelean contra él.


★★★1/2


Kimi está disponible vía streaming en HBO Max