En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Belfast, o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.
(Belfast; Kenneth Branagh 2022)
Belfast de Kenneth Branagh tiene un inicio nada menos que accidentado. Un montaje que se antoja más a un video turístico que a una película–tomas panorámicas de sitios importantes, una canción alegre de Van Morrison–nos muestra la capital de Irlanda del Norte como es ahora, antes de saltar al pasado y al blanco y negro, a un vecindario de clase trabajadora con filas de casas y vibrante actividad. Un plano secuencia nos muestra una escena idílica de vecinos saludándose entre sí y niños jugando. La cámara pronto se enfoca en Buddy (Jude Hill), un pequeño que blande una espada de juguete y la tapa de un bote de basura como escudo, corriendo alegremente hasta que la música se detiene y él también. La cámara ahora da varias vueltas a su alrededor, evocando esa toma característica del cine de acción de Michael Bay. Su expresión aterrada es una reacción a un grupo que llega rompiendo ventanas y lanzando bombas molotov a los negocios y automóviles cercanos. Los vecinos corren a refugiarse a sus casas; Buddy, es rescatado por su madre (Caitríona Balfe), quien usa el “escudo” de Buddy como escudo de verdad para protegerse de los que lanzan piedras en su dirección. La película se recupera después de esto, pero nunca deja del todo atrás este sentimentalismo fácil.
Ambientada en 1969 y con elementos autobiográficos, Belfast muestra parte del conflicto norirlandés, pero manteniendo su enfoque en Buddy y su familia. Hay poco o ningún intento de colocar lo que pasa en el contexto de la historia de Irlanda y el Reino Unido o en la lucha del nacionalismo irlandés. La religión es el único factor tomado en cuenta: los alborotadores del principio son protestantes, atacando tiendas y casas católicas. Buddy y su familia son protestantes también, pero no quieren nada que ver con ellos. Su padre (Jamie Dornan), quien regresa de trabajar en Inglaterra, trata de esquivar el reclutamiento por sus vecinos más radicales.
Belfast tiene una estructura anecdótica. Escenas de la vida diaria, interacciones de Buddy con su familia y vecinos, que no necesariamente fluyen de manera lógica, pero que en conjunto crean la sensación de los azares y rutinas de la vida en comunidad: bailes y chistes en las calles, su abuela (Judi Dench) y abuelo (Ciarán Hinds) compartiéndole bromas y filosofía coloquial mientras le ayudan con su tarea, su primer enamoramiento con la niña más inteligente de la clase (Olive Tennant), juegos y travesuras con su prima Moira (Lara McDonnell) y los programas y películas que pasan en la televisión y en el cine local. Todo esto con un teatro militar de fondo: soldados, barricadas, tanques y helicópteros iluminando las calles por la noche.
El director de fotografía Haris Zambarloukos (a cargo de todas salvo una de las películas de Branagh desde 2007) captura estos momentos preciosamente. Adopta un estilo que evoca tanto a la fotografía urbana como al dramático uso de la luz y ángulos de otro director famoso por sus adaptaciones de Shakespeare, Orson Welles. Lentes angulares dan protagonismo al espacio y la actividad; la casa de interés social que comparte la familia se siente acogedora, un tanto apretada, a un lado siempre hay alguien más haciendo otra cosa.

Su elenco es talentoso y capaz. Dornan, tan asociado con el papel titular en Cincuenta sombras de Grey, es definitivamente una sorpresa, pero la verdadera revelación es Balfe. No solo es una actriz comparativamente desconocida, también carga con dos de las escenas más dramáticas, las cuales Branagh muestra en planos estáticos que hacen énfasis en el poder de su actuación. Hill es inicialmente el eslabón más débil; sus primeras escenas tienen una energía como de comedia de televisión, sobreactuando la ternura y gracia de un niño pequeño (un primer plano en una de ellas solo hace el efecto más intenso), aunque finalmente se adapta a los varios matices emocionales de la historia.
Aunque mayormente en blanco y negro, Belfast recurre al color como acento para ciertas escenas. La lógica detrás de su uso es clara, limitándose a los paisajes de la ciudad en el presente y a escenas de las películas u obras que Buddy y su familia ven en el cine local y en el teatro. El rostro de Buddy, cautivado por Un millón de años A.C., Chitty Chitty Bang Bang y un montaje de Canción de Navidad añaden al elemento autobiográfico: una fascinación que se convierte en la en una celebrada carrera de Branagh en el cine y el teatro. Pero el efecto es ocasionalmente distractor, una muy consciente ruptura en el mundo de la película–particularmente en el caso de la obra, pues la fotografía digital de la película es más evocativa en blanco y negro que en color.
Belfast es un bienvenido cambio de dirección para Branagh; una película pequeña y minimalista para alguien que parecía atorado en las franquicias pedestres de Paramount (Thor, Código sombra: Jack Ryan), Twentieth Century Fox (Asesinato en el Expreso de Oriente y su secuela recién estrenada) y Disney (Cenicienta, Artemis Fowl: El mundo subterráneo). Tiene varios paralelos con Roma de Alfonso Cuarón, otra película de un director que regresa a su hogar de la infancia, contrastando de manera agridulce esos recuerdos de júbilo e inocencia con su contexto histórico más amplio.
Pero la película de Branagh está lejos de la de Cuarón, pues sus ambiciones son mucho más limitadas. Belfast se encuentra a medio camino entre lo manipulador y lo verdaderamente conmovedor, tendiendo siempre hacia lo primero. Es un viaje nostálgico sazonado por clichés sentimentales (la escena de Navidad, con tomas amorosas de juguetes, parece sacada de un anuncio de televisión). Y es una historia que puede resumirse en villanos y héroes bien definidos–no protestantes contra católicos pero sí protestantes buenos contra protestantes malos–y una serie de dichos trillados: no hay lugar como el hogar y no importa de donde vengas mientras seas de buen corazón.