(Baburu; Tetsurō Araki, 2022)
Viendo Burbujas no tardé en sentir de que esta era una historia que había visto antes. No solo porque está explícitamente basada en La sirenita de Hans Christian Andersen–tanto que uno de sus personajes toma una copia del libro y lo lee en voz alta como para hacer más obvio que su protagonista está basado en el príncipe del cuento. También porque una vez más estamos ante un adolescente serio y callado cuya vida es puesta de cabeza por la llegada de una muchacha bonita y (por más cursi que suene, es el adjetivo más apropiado) burbujeante. Y también porque esta emergente relación tiene implicaciones que van desde lo mundial a lo cósmico. Vista de esta forma, no hay mucho que la distinga de otras animaciones japonesas que han encontrado éxito recientemente; sean Me quiero comer tu páncreas o las películas de Makoto Shinkai Tu nombre y El tiempo contigo. Es una colección de clichés, pero con uno que otro detalle que la hacen relativamente leve, entretenida y simpática.
La historia se ambienta en Tokio, que después de un cataclismo ha dejado de ser la capital de Japón. Cinco años antes de los eventos de la película, aparecieron en ella misteriosas burbujas en el cielo. Cuando éstas estallaron, la ciudad quedó bajo el agua y sujeta a inexplicables anormalidades de la gravedad, imaginadas como agujeros negros rodeados de un torbellino de luz rosa. La zona fue abandonada, pero pronto ocupada por grupos de jóvenes sin hogar que ahora se pelean por los recursos que necesitan para sobrevivir en feroces competencias (una mezcla de parkour con captura la bandera) por los edificios dilapidados.
El mejor de todos ellos es Hibiki (voz de Jun Shison), un adolesente que sufre de hipersensibilidad auditiva pero que puede saltar y deslizarse por los edificios del viejo Tokio como ninguno. Burbujas contiene más de una atractiva fantasía adolescente: un mundo de libertad y sin supervisión adulta, con un protagonista que sobrevive gracias a inusual destreza atlética. Hibiki vive con sus compañeros en un barco con sus compañeros de equipo y Makoto (Alice Hirase), una científica que está investigando los fenómenos gravitatorios que hacen el moverse por el área algo tan peligroso.

Hibiki es callado y solitario. También es el único que puede escuchar lo que parece una canción emanando de la Torre de Tokio, donde se encuentra uno de los torbellinos. Guiado por la curiosidad, Hibiki decide acercarse a investigar, pero no logra mantener su equilibrio y cae a las aguas. Es entonces que algo extraordinario pasa. Una de las burbujas, que parece tener inteligencia propia, lo sigue y se convierte en una muchacha adolescente que finalmente lo rescata. La joven tiene una curiosidad primitiva por el mundo que lo rodea, el cual le es totalmente nuevo. Su vestimenta es un uniforme escolar con retazos de distintos colores y patrones, como para enfatizar su alegre idiosincrasia. Hibiki y sus compañeros deciden llamarle por la palabra japonesa para canción, Uta (Riria), y le permiten vivir con ellos.
Visualmente, Burbujas es preciosa. La animación corre a cargo de Wit Studio, responsable del fenómeno Attack on Titan y su director, Tetsurō Araki, es el mismo de las tres primeras temporadas de la serie. Las escenas de acción mezclan modelado en tercera dimensión y los trazos de la animación tradicional de tal manera que las secuencias de parkour se desarrollan con una emocionante fluidez. La cámara y sus personajes pueden moverse con lo que se siente como absoluta libertad. Una paleta de colores cálida y casi tropical le dan un ambiente placentero que contrasta con su concepto postapocalíptico. La atmósfera onerosa y deprimente que uno esperaría dada la premisa da lugar a un mundo soleado y amigable. Es una bocanada de aire fresco.
En los momentos más tranquilos se asoman preocupaciones más profundas. La premisa de una ciudad perdida a una inundación, por ejemplo, hace eco a las ansiedades por el cambio climático. Hay una curiosidad y respeto por la naturaleza: a la complejidad y aparente inteligencia que hay en sus diseños (las espirales, por ejemplo). No obstante, mucho tiempo se pierde en personajes que carecen de la personalidad suficiente para volverse entrañables, y subtramas que apenas añaden conflictos banales un tanto desconectados del resto. Tiempo valioso es dedicado al secuestro de Makoto por una pandilla rival y una competencia que Hibiki y Uta ganan con poca dificultad. Clichés como los que dominan en Burbujas tienen su lugar y hasta cierto encanto. Bien empleados pueden crear un atajo emocional hacia ideas más profundas. Pero Burbujas repite estos clichés sin agregar mucho de nuevo, estableciendo un mundo que no termina de hacer sentido y atorando a sus dos personajes principales en una dinámica que parece y no parece un romance. El esqueleto está ahí, pero le falta la emoción.
★★1/2
Burbujas está disponible vía streaming en Netflix.