En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver El hoyo en la cerca o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.
(Joaquín del Paso, 2022)
Nuestra primera impresión del Centro Escolar Los Pinos es idílica: música pacífica y alegre nos acompaña por campos verdes, un árbol con tiernas aves y una mítica montaña nevada en el horizonte. Es en este oasis donde un grupo de niños varones pasará sus próximos días, dedicándose a distintas actividades diseñadas para su diversión y su formación en los valores cristianos. Ésta es la ambientación de El hoyo en la cerca, lo nuevo del director mexicano Joaquín del Paso, cuya película anterior, Maquinaria Panamericana, también trataba sobre las rutinas y dinámicas grupales en un espacio cerrado en el que todo gradualmente desciende al caos.
El hoyo en la cerca no sigue una narrativa rígida ni tampoco tiene un protagonista claro. Se compone de episodios y subtramas más o menos aisladas, el colectivo es más importante que el individuo. Los niños y los tutores se vuelven instantáneamente reconocibles por alguna característica superficial: instructores de distintas nacionalidades y acentos, un paramédico con el cabello relamido y frenillos, un niño con muletas y collarín, por ejemplo. La mayoría de los asistentes pertenecen a la clase acomodada de México. Casi todos los niños son de piel blanca, con la excepción de Eduardo (Yubáh Ortega), el único becado y objeto burlas y apodos. Solo vemos a los padres de uno, quienes llegan a recogerlo en helicóptero y con una actitud de prepotencia que no le deja esconder que se trata de un político de gran importancia–el padre pide quedarse más tiempo, pero acepta la negativa con poca protesta; él también asistió al campamento y este momento que parece quedar en el aire sugiere cómo hasta las élites del país se sienten subordinadas a la religión que los crio desde pequeños.
El guion, de del Paso y Lucy Pawlak, sintetiza siglos de historia católica en México en un par de días. La misión declarada del centro es la formación de jóvenes que se convertirán en adultos cristianos ejemplares. Las primeras prácticas de conversión religiosa son evocadas en la continua tradición de las misiones, en las que los niños y sus tutores visitan el pueblo cercano a entregar víveres y ropa a personas necesitadas a quienes no esperan volver a ver y a quienes se le ha enseñado a ver como inferiores desde el principio. Su actitud prepotente y violenta puede verse como una traición de la caridad y rectitud que se supone se les inculca, pero es también congruente con cómo desde temprano se les enseña a verse como intocables y privilegiados espiritualmente.

El hoyo en la cerca captura las distintas contradicciones este pensamiento y los medios por los que se sostiene. Es una unidad basada en la constante rivalidad y el pleito interno, en antagonizar a quienes no pertenecen y a quienes se salen de las reglas. Cuando Joaquín (Lucciano Kurti) se vuelve sospechoso de robar comida, sus compañeros lo torturan hasta que es obligado a confesar. Termina encontrando perdón, siempre y cuando no cuestione las reglas. La observación de sus valores es en general hipócrita. La idea de la homosexualidad es motivo de burla y vergüenza pero el acoso sexual de uno de sus miembros mayores hacia un niño es prácticamente ignorado.
El miedo es una herramienta fundamental. A los niños se les enseña a temer: a sus compañeros, a sus instructores, pero más que nada al México que los rodea, el cual aprender a ver como una tierra de violencia, narcotráfico y fantasmas vagamente exóticos. El título de la película se refiere a un agujero en la malla perimetral del centro. Manchas de sangre sugieren que por ella puede haberse introducido algún animal o una persona. El descubrimiento parece perturbar los planes del campamento, pero termina encajando perfectamente dentro de ellos. Todos estos sentimientos llegan a su culminación a través del juego. En el juego de banderas, la actividad más ansiada por los niños, los jardineros (de piel oscura) se prestan al ser perseguidos y molestados por los niños en una simulación de combate militar que termina escalando a violencia real.
El hoyo en la cerca está hecha con una paciencia y limpieza que vuelve un tanto más perturbador y chocante lo que nos muestra. La fotografía en colores alegres, en conjunto con su ambientación campirana, incluso evocan un poco a Midsommar: El terror no espera la noche de Ari Aster. Por mucho de su duración, el horror está implícito en los detalles y la atmósfera. La película se rehúsa a mostrar lo que parece ser un acto de pederastia, pero no antes de un prolongado preludio. Es una película cínica y desagradable, pero con una clara intención. Que nos permite comprender una visión horrible del mundo recurriendo a toques de exageración sin perder su firme apego a la realidad. Que convierte el lado oscuro de una de las instituciones más longevas y respetadas del México desde la colonia en una expresión cinematográfica visceral y perturbadora.