En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Bestia o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.


(Beast; Baltasar Kormákur, 2022)

Bestia es un impresionante despliegue de técnica al servicio de una historia que es prácticamente inexistente. Esto es algo bueno, pues es precisamente la técnica lo que la mantiene emocionante y entretenida, sacando a la superficie los impulsos más viscerales y primitivos que su premisa sugiere. Bestia es un cuento de supervivencia, de un hombre que se enfrenta a lo peor que la naturaleza puede poner en su camino. Dicho de forma más precisa y con menos moños, es una película en la que Idris Elba se pelea con un león salvaje, en cierto momento con nada más que un cuchillo y sus propios puños. La película entiende que su atractivo y potencia principal se hallan en ese encuentro entre la proeza física humana y el imponente e inhóspito paisaje.

Bestia desperdicia poco tiempo, su magra duración de poco más de hora y media es dedicada en su mayoría al suspenso y a la acción. Su parte más floja es su inicio, en el que se siente obligada a presentarnos a personajes delineados con las más burdas pinceladas. Elba interpreta a Nate, un médico recientemente enviudado que ha descuidado su relación con sus dos hijas. Esperando reconciliarse con ellas, Nate lleva a Mare (Iyana Halley) y Norah (Leah Sava Jeffries) a la sabana de Sudáfrica para que conozcan el pueblo natal de su madre. Los acompaña el “tío” Martin (Sharlto Copley), un viejo amigo de Nate y un experto en vida salvaje, quien sirve como su guía. Pero un viaje familiar no bastará para enmendar su ausencia en momentos clave de su vida, sugiere Mare, la mayor de las dos. Todo este drama tiene una predecible repercusión más adelante, pero se siente como toda una tarea pasar por él.

Mare y Norah parecen estarse divirtiendo y Nate cree estar haciendo progreso, pero cuando finalmente llegan al pueblo, éste los recibe con una horripilante sorpresa: la población entera ha sido brutalmente atacada por un león. No quedan sobrevivientes. Antes de que Nate y su familia puedan huir, el león ataca el carro de Martin, el cual se estrella y no vuelve a arrancar. El vehículo les da seguridad temporal, pero el león no deja de acecharlos. El guion, a cargo de Ryan Engle y basado en una historia de Jaime Primak Sullivan, explica esto dándole más motivos a la titular bestia que a sus personajes humanos. En un mensaje ambientalista que termina algo confundido y perdido en el caos, la película lo establece como una víctima de persecución a manos de cazadores furtivos que ahora busca venganza contra todos los que se les parezcan.

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Dos cosas le ayudan a Bestia a trascender una narrativa algo floja. Filmada en locación en Sudáfrica, la película extrae drama y realismo de sus paisajes y locaciones rurales. En una época en que toda película de Hollywood parece ambientarse en fríos ambientes computarizados, el campo abierto hace una gran diferencia. Kormákur y el director de fotografía Philippe Rousselot le añaden suspenso y una sensación de inmersión a estos espacios filmando la mayoría de las escenas de acción como planos secuencia en los que la cámara flota constantemente, siguiendo lo que pasa. Es un recurso que hace que hasta escenas tan mundanas como Nate y sus hijas subiéndose a la camioneta de Martin fluyan con dinamismo y naturalidad. Y una secuencia en la que Martin tiene un contacto directo con una manada de leones convierte en brillante trabajo de efectos visuales en una escena de particular anticipación y ternura, una ilusión perfectamente sostenida.

Sus planos secuencia no dejan de sentirse como un artilugio, pero uno bienvenido en una película cuyo mismo concepto es un artilugio–las emociones simples se sienten más apropiadas aquí que en 1917 de Sam Mendes, una película que claramente aspira a mayor seriedad. La capacidad de este recurso para simular el tiempo real y fijarnos a un punto de vista hace maravillas para el suspenso y la tensión. Pasamos estas secuencias en una falsa sensación de seguridad, buscando señales de peligro en las partes más aisladas de la imagen. Bestia está hecha con una paciencia y precisión que pocas veces se ve en los entretenimientos actuales que Hollywood produce.

Esta paciencia para los momentos individuales no necesariamente se extiende para la película como un todo. Una vez que la acción empieza, sí se toma respiros ocasionales que evitan que ésta se vuelva monótona, pero no necesariamente logran darle una mayor emoción a lo que pasa. Momentos que podrían aprovecharse para reforzar el impacto de su brutal final terminan sintiéndose como relleno. Lo que le precede no le da la importancia que quizá merece. Bestia es una película predecible, apenas convencida de su trillado subtexto sobre un hombre que simbólicamente recupera su masculinidad a través de la violencia y la protección de su familia. Pero es suficientemente placentera y entretenida.


★★★