En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Llaman a la puerta o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.


(Knock at the Cabin; M. Night Shyamalan, 2023)

Si algo distingue a M. Night Shyamalan de otros cineastas de Hollywood que se especializan el suspenso y el horror es un abrazo de lo sentimental que puede rayar en lo ingenuo y lo ridículo, pero que le da a sus mejores películas una calidez y sentimiento de asombro. En ellas, la fe y espiritualidad se manifiestan en una verdadera sensación de revelación. En El sexto sentido, El protegido y Señales, los aclamados éxitos de taquilla que cimbraron su reputación, empezamos con personajes en un lugar de incredulidad y hasta cinismo y poco a poco descubrimos algo intangible y fantástico que de alguna manera potencia el horror y la catarsis emocional.

Aunque basada en material previamente existente, en este caso una novela del escritor de horror y fantasía Paul Tremblay, Llaman a la puerta está hecha con el sello característico de Shyamalan. Su concepto encaja especialmente bien en esta más reciente etapa de su carrera, quien desde Los huéspedes de 2015 se ha concentrado en películas de bajo presupuesto (para los estándares del cine comercial estadounidense), mayormente financiadas por él mismo y por ende definidas por unos pocos personajes y limitadas locaciones.

Llaman a la puerta se sitúa en una cabaña en lo profundo de un bosque donde una pareja, Eric (Jonathan Groff) y Andrew (Ben Aldridge), se encuentran vacacionando con su pequeña hija adoptiva Wenling (Kristen Cui). Wen juega en el bosque atrapando saltamontes cuando se le acerca Leonard (Dave Bautista), un hombre de estatura imponente pero de apariencia gentil. Leonard se detiene a jugar con ella y por un momento incluso parece ganarse su confianza hasta que empieza a traicionar sus verdaderas intenciones. Leonard viene acompañado de Sabrina (Nikki Amuka-Bird), Adriane (Abby Quinn) y Redmond (Rupert Grint), quienes portan armas y no tardan en introducirse a la cabaña e inmovilizan a padres e hija.

Leonard y sus compañeros dicen que necesitan su ayuda para prevenir el fin del mundo. Para hacerlo, Eric, Andrew y Wen deben matar a uno de ellos mismos. Leonard y sus compañeros no pueden intervenir, la decisión debe ser consciente y voluntaria, si es que puede llamársele así a al asesinato de un ser querido. Los tres, por supuesto, no están convencidos. Eric y Andrew, acostumbrados a ser blanco de violencia homofóbica, suponen lógicamente, que se trata de un elaborado plan para torturarlos psicológicamente. Esta ambigüedad ayuda a mantenernos enganchados. Sentimos que hay más en las razones de los invasores.

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Incluso cuando el planteamiento es simple y la acción apenas sale de la cabaña, el guion de Shyamalan, Steve Desmond y Michael Sherman encuentran variedad en sus incidentes. Padres e hija constantemente ingenian formas de escaparse y desescalar la situación. Tensiones emergen entre los mismos invasores: el impulsivo Redmond choca con Leonard, quien siente que la mejor forma de cumplir su cometido es tratando de comunicar con claridad su misión y su importancia a sus víctimas. Entre Eric y Andrew vemos que sus palabras tienen distinto efecto, pues uno es más creyente y espiritual que el otro.

Shyamalan sostiene la tensión con la fotografía a cargo de Jarin Blaschke y Lowell E. Meyer y su intencionado contraste entre vastos planos generales donde impera el entorno y claustrofóbicos primeros planos en los que sus personajes parecen hablarnos directamente. Desde la primera escena, en la que Wen ve a Leonard como una vaga figura que deambula entre los árboles, la película construye un efectivo énfasis en el punto de vista. En otras ocasiones, la cámara toma agencia, resistiéndose a mostrar los detalles más grotescos de su violencia; su verdadero poder se encuentra en el preludio a ella. Si la película tiene un gran tropiezo visual son sus efectos visuales, que pocas veces se integran de verdad a su entorno lleno de texturas naturales, disminuyendo la seriedad con que podemos tomar lo que sucede.

Las actuaciones en general son efectivas. Grint, como el más desesperado y tradicionalmente villanesco de los invasores es suficientemente perturbador, pero más inquietantes son Amuka-Bird y Quinn, quienes interpretan su fanatismo religioso con potencia y sinceridad. Se sienten más peligrosas porque lucen desesperadas y capaces de todo. Aunque Shyamalan hizo un retrato más emotivo de la paternidad en su película anterior Viejos, en Groff y Aldridge igualmente vemos a dos personas que comparten un amor puro y que están dispuestas a todo por su hija y lo que han construido juntos.

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Pero el más efectivo es sin duda Bautista, en un papel que deja claro que, aunque John Cena y Dwayne Johnson son estrellas más grandes, es él quien ha tenido la más lograda transición de luchador a actor de cine. Bautista ha destacado en papeles secundarios en las películas de Guardianes de la galaxia, Blade Runner 2049 y más recientemente en Glass Onion: Un misterio de Knives Out, precisamente porque como intérprete se resiste a destacar y se entrega a las necesidades de la película que lo rodea. No hay ego en su actuación, ni necesidad de exagerar sus emociones. Entiende el poder de su presencia y corporalidad y en el caso de Leonard uno ve a alguien consciente de que su altura y músculos intimidan a la gente y por ende debe compensar con su lenguaje corporal y su voz.

Leonard resulta más aterrador porque Bautista transmite que sus acciones provienen de su entendimiento particular de la bondad. Es la convicción de su personaje lo que le da poder a la actuación y por ende a la película. Lo que hace a Llaman a la puerta diferente de otras películas de terror y a Shamalan un director tan particular es precisamente ese énfasis en la fe y en la espiritualidad. Sus invasores provocan miedo, no necesariamente por lo que son capaces de hacer, sino por lo que los mueve. Son almas perdidas y desesperadas. Entendemos que los cultos como al que pertenecen se alimentan de esto. Si alguna vez hemos sentido una falta de propósito, o una desesperanza ante eventos que pudieran augurar un apocalipsis, podemos entender el camino que siguieron.

Llaman a la puerta es una película cruel. Ya que mucha de esa crueldad se infringe a una pareja gay, es posible que algunos la lean como homofóbica. Su final, si bien reafirma la pureza y fidelidad de su amor mutuo, también les arrebata la certeza en sus creencias y aquello por lo que viven. De haber terminado de otra manera, quizá hubiera sido un efectivo thriller denunciando el fanatismo religioso y la mentalidad de los cultos, pero hubiera sido menos congruente con el espíritu de Shyamalan. Al final de la película, nos quedamos en un mundo que evade la comprensión de sus personajes y que deben enfrentar, más solos que antes.


★★★