En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Los espíritus de la isla o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.


(The Banshees of Inisherin; Martin McDonagh, 2023)

En Inisherin, una isla en la costa de Irlanda, Pádraic Súilleabháin (Colin Farrell) llega a la casa de su mejor amigo Colm (Brendan Gleeson) para invitarlo, como siempre lo ha hecho, a tomarse una cerveza en el pub local. Colm lo ignora y cuando Pádraic más tarde tiene la oportunidad de hablar bien con él, Colm le da sus razones: ha decidido que Pádraic es una persona aburrida y que sus conversaciones sin sentido lo distraen demasiado de cosas que considera más valiosas e importantes como componer música para su violín.

Éste es el planteamiento básico de Los espíritus de la isla, la nueva película del escritor y director Martin McDonagh, y es uno que resulta cómico al principio. Pádraic trata de arreglar las cosas, incluso haciendo que el cura local le diga algo a Colm durante su confesión, pero sin resultados. Lo único que logra es que el resto del pueblo, incluyendo su hermana Siobhán (Kerry Condon), admita que también lo consideran algo aburrido y no muy inteligente. Habiendo perdido amigo más cercano, Pádraic solo puede compartir sus penas con Dominic (Barry Keoghan), un muchacho desaliñado y el único varón en el pueblo a quien parecen tenerle menos estima que a él.

Los espíritus de la isla se sitúa en 1923, al final de la Guerra Civil Irlandesa, en la que fuerzas del Estado Libre y el Ejército Republicano se disputaban el gobierno legítimo de los territorios cedidos por el Reino Unidos después de la Guerra de Independencia. El conflicto armado no toca directamente a Inisherin. Aparece solo como explosiones del otro lado del mar, que se ven y escuchen a lo lejos. Discutiéndolo en el pub, el policía local Peadar (Gary Lydon) hasta confunde a los dos grupos.

El guion de McDonagh no nos dice qué pensar de ella, ni la hace una parte central de la trama, es una más de muchas cosas que integran el día a día de la isla. Si ésta afecta a sus personajes, es de manera indirecta. ¿Será esta proximidad a la guerra lo que de repente pone a Colm a pensar en su propia mortalidad? ¿Lo que lo tiene tan preocupado por dejar algún legado en la forma de su música? ¿Serán los eventos de la película una metáfora para un pleito entre personas que comparten un hogar? ¿O son las explosiones la metáfora? ¿Anuncios de una muerte que pudiera venir (así como los banshees del título original en inglés son espíritus del folclor irlandés que anuncian muertes)?

Los espíritus de la isla_1

Los espíritus de la isla es una película atinada a los ritmos y rutinas de un pueblo pequeño. Uno en el que todos se conocen, en el que incluso personas por las que uno siente apatía y desagrado resultan familiares: el policía que no saluda, la entrometida encargada del correo, por ejemplo. El placer y el drama de la película se derivan de esta experiencia de la comunidad, de la forma en que sus actores adoptan el vernáculo y el acento característicos de la región. Tanto de ella se desarrolla en la forma de conversaciones. Más que hacer que la película se vuelva aburrida, se convierte en un reflejo de lo central que la plática es para este pueblo–en particular para Pádraic, que se aferra a esas horas que comparte con Colm en el pub.

Pero es esta familiaridad y repetición lo que encierra a sus personajes y alimenta los rencores que hay. Dominic se cree enamorado de Siobhán, pareciera porque ella es la única mujer que más o menos se le aproxima en edad. Pádraic no puede no pensar en el rechazo de Colm, no solo porque lo consideraba su mejor amigo, sino también porque no hay nada que lo distraiga. Pádraic y Colm procesan lo que pasan de distintas maneras, pero en ambos casos, los vemos llegar a comportamientos destructivos, irreversibles. Se puede encontrar más bondad en sus respectivos animales: el perro de Colm y la burra de Pádraic se convierten en fuentes de humor y tranquilidad para cada uno.

Ben Davis fotografía la película de manera convencional y poco intrusiva. Pensamos más en la preciosidad de sus paisajes que en la exactitud de sus cuadros. La cámara, cuando se mueve, lo hace con una fluidez y espontaneidad que no rompe el realismo. Un enfoque más contemplativo y distante quizá habría capturado con mayor exactitud la vida comunal de la isla, pero también habría distraído la atención de su par central. El trabajo de Davis se concentra en destacar el trabajo de los actores: fragmenta las acciones, destacando sus rostros, sus movimientos y sus reacciones, para que McDonagh y al editor Mikkel E. G. Nielsen escojan los mejores fragmentos en el montaje.

Hay paralelos marcados entre Los espíritus de la isla y Tres anuncios como un crimen, la película anterior de McDonagh, en que ambas parecen querer explorar un conflicto social más grande a través de la vida diaria de un pueblo pequeño. Aquí, McDonagh lo ha hecho de una forma más lograda, en parte porque se adapta con mayor comodidad y facilidad a este ambiente (el director es británico, pero de padres irlandeses) que al medio oeste estadounidense y sus tensiones raciales. Los espíritus de la isla es suficientemente ambigua y espontánea que igualmente se siente como un retrato del día a día en una pequeña y retirada isla y de un pleito inexplicable entre amigos de toda la vida.


★★★1/2