(Barbie; Greta Gerwig, 2023)

¿Por qué hacer una película sobre Barbie? Más importante, ¿por qué hacerla en 2023? Y quizá aún más importante, ¿cómo? La idea suena al más anacrónico y desesperado comercialismo: un comercial de dos horas para una muñeca mejor conocida por reforzar regresivos estereotipos y cánones de belleza imposibles. Una película de Barbie para nuestros tiempos tendría dejar en claro que no simpatiza con sus elementos más controversiales al mismo tiempo que celebra esa fantasía original de moda y estilo de vida. Necesitaría de un casi milagroso acto de equilibrismo.

¿Quién podría hacerla? A primera vista, Greta Gerwig resulta una elección curiosa para dirigir un potencial blockbuster con el bagaje de Barbie. Sus primeras dos películas en solitario, la modesta historia sobre la adolescencia Lady Bird y la adaptación del clásico literario Mujercitas sugieren una carrera respetable, alejada de los excesos y obsesión con las marcas del Hollywood actual. Digo a primera vista, porque ambas películas denotan un sincero interés con temas que podrían darle un giro fresco y personal a una película de Barbie, sin alejarse de la esencia del producto. Sus protagonistas se enfrentan a las aspiraciones y expectativas creadas por el mundo que las rodea. Lady Bird y Mujercitas, en el fondo, se tratan de cómo una mujer se convierte en una mujer. Y pocos objetos han desatado tanta conversación sobre lo que es ser mujer como la muñeca Barbie.

Gerwig puede hacer la película que quiere en parte gracias a Margot Robbie, una intérprete talentosa y una productora aún más inteligente por la forma en que ha manejado su carrera. Su compañía LuckyChap produjo Yo, Tonya, la película que vendría a darle su primer gran reconocimiento como actriz dramática, y Aves de presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn, uno de los ejemplos más frescos del género más estéril de Hollywood (el cine de superhéroes), dirigida con confianza y energía por la cineasta emergente Cathy Yan. Optar por Gerwig rindió frutos, pues Robbie emerge de Barbie, no solo como una verdadera estrella, pero también como la pieza central de la visión artística de una cineasta increíblemente capaz. En Barbie, Gerwig no abandona las ideas que siempre le han interesado, simplemente tiene un tapiz más grande para explorarlas.

La historia abre en Barbieland, un mundo paralelo al nuestro habitado por las muñecas y muñecos de la línea de juguetes de Barbie. Están las encarnaciones estereotípicas de Barbie (Robbie) y su mejor amigo/novio Ken (Ryan Gosling), pero también versiones con diferentes personalidades, cuerpos y profesiones. Kate McKinnon, Issa Rae, Alexandra Shipp, Emma Mackey, Hari Nef y Sharon Rooney interpretan a algunas de las demás Barbies, mientras que Simu Liu, Kingsley Ben-Adir, Scott Evans y Ncuti Gatwa a algunos de los otros Ken.

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Barbieland es, en apariencia, una utopía matriarcal en la que las Barbies se dedican a profesiones célebres (presidente, astronauta, piloto, escritora, doctora, científica, etc.) mientras los Ken se limitan a admirarlas con adoración y donde todos los días concluyen con elaboradas fiestas de baile. Gerwig, la diseñadora de producción Sarah Greenwood y el cinefotógrafo Rodrigo Prieto imaginan a Barbieland con brillantes colores y una gloriosa artificialidad que evoca a las películas clásicas filmadas en estudio. No luce real, pero sí como un lugar que se puede tocar y jugar con él. Cada día es tan perfecto como el anterior hasta que la Barbie de Robbie empieza a pensar en la muerte, tiene una mañana en la que todo le sale mal y sus pies perfectamente arqueados (para acomodarse a sus tacones) de repente se vuelven planos. Para solucionarlo, Barbie debe viajar al mundo real y reconectar con la niña que jugó con ella.

El planteamiento es divertido, al mismo tiempo que se presta para comentario sobre las relaciones de género. El mundo de Barbie es una versión caricaturesca del empoderamiento femenino, en el que las mujeres ocupan todos los puestos de poder y los hombres abrazan su rol como accesorios. Pero esta burbuja de perfección los deja poco preparados para los matices y problemas del mundo real. Barbie llega convencida de que será amada y celebrada por inspirar a mujeres y niñas, pero solo encuentra rechazo por los estereotipos que refuerza. Ken, por su parte, queda deleitado por un mundo dominado por hombres y busca implementar su versión del patriarcado en Barbieland.

Barbie y Ken son encantadoramente tontos, y Robbie y Gosling se deleitan (y nos deleitan) interpretándolos. Pero la película no les niega su humanidad o, más bien, el potencial de ser humanos. Barbie y Ken no tienen ambiciones propias, son ridículos porque nacen en un mundo ridículo y lo aceptan sin chistar–Barbieland es, de alguna manera, también una analogía para la nostalgia y las fantasías de juego infantil; divertidas, pero insostenibles a largo plazo–pero también invitan a observar lo mucho que nuestro propio mundo es ridículo y sin embargo lo aceptamos.

Gerwig explora sus ideas con menos sutileza que en películas previas. Sus momentos dramáticos y declaraciones más fuertes aparecen en la forma de discursos que articulan muy claramente las ideas de la película, particularmente sobre las expectativas imposibles que se ponen sobre las mujeres (un monólogo de America Ferrera). Pero el guion de Gerwig y Baumbach, afortunadamente, nunca dejan que su mensaje se interponga a un buen chiste. Más bien, el mensaje y su sentido del humor se complementan perfectamente. Se apoya en la larga tradición de comedias sobre batallas de los sexos.

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El estilo de Gerwig como directora ha sido descrito como plano y funcional, cosa que no me parece del todo acertada. Las imágenes de Lady Bird y Mujercitas pueden no ser muy elaboradas y por lo tanto no saltar a primera vista como “gran cinematografía” pero siempre tienen una claridad e intención. Es la estética del cine clásico bien empleada. En una comedia hecha y derecha, donde la precisión y la claridad son fundamentales para que funcionen los gags, Gerwig brilla. En Barbie, la fotografía y los cortes siempre están al servicio de chistes abundantes, atrevidos y que brotan naturalmente de las personalidades de sus personajes. En la película hay algo de las eras doradas de Los Simpson y Bob Esponja, series de animación de ritmo rápido, absurdo, anidando bromas una dentro de otra y constantemente estirando las reglas de su universo.

Barbie se alarga un poco cerca del final, cosa que le atribuyo, no a que su mensaje eclipsa la narrativa, sino a las normas del guionismo de los blockbusters. Es la misma flaqueza de las películas de Los Simpson y Bob Esponja, donde algún gran conflicto dramático aparece, a veces socavando la comedia (¿necesitaba Barbie una subtrama sobre una reforma constitucional?). Pero cuando Barbie se divierte, se divierte de verdad y hasta sus elementos más superfluos (la subtrama con los ejecutivos de Mattel) se prestan para grandes momentos. Barbie es un encanto y una maravilla; lejos de ser un engranaje de un estudio, Gerwig entretiene de manera experta, prestándose la amplia historia de las comedias y los musicales para darnos aquello que no esperábamos ni sabíamos que queríamos. No tiene que decirnos que se inspiró en Cantando bajo la lluvia y las películas de Jacques Demy, es evidente.

Barbie nunca ignora que nace de un producto comercial y que su público lo sabe. El universo de la película coexiste con la existencia de Mattel, la compañía que creó a Barbie y los mismos personajes articulan varias críticas que la compañía ha recibido a lo largo de su historia. El enfoque no es del todo nuevo, numerosas películas comerciales aluden al hecho de que son productos comerciales y juegan con que el público lo sabe (Matrix Resurrecciones siendo uno de los ejemplos recientes mejor logrados). Y el guion de Gerwig y Noah Baumbach se apoya en algunas de las convenciones de las películas sobre multiversos (portales que permiten saltos cómodos entre universos), aunque es inteligente al nunca perder mucho tiempo en explicarlas.

Una película sobre Barbie que trata de conciliar el feminismo y la venta de muñecas siempre iba a ser incongruente. Barbie es una película inteligente, no porque su mensaje sea intachable; es una comedia, no un manifiesto. Reconoce sus límites y no se toma tan en serio, pero puede reírse de sí misma sin trivializarse. Los dilemas y cuestionamiento de Barbie siempre son la plataforma para los chistes, nunca su blanco. Apela a las niñas y mujeres jóvenes sin ser condescendiente; se hace las mismas preguntas que ellas se hacen a esa edad y las toma en serio. Si podemos mirar más allá de su comercialismo (no ignorarlo), nos encontraremos con una de las comedias más originales, emotivas y existenciales que Hollywood ha producido en los últimos años.


★★★★


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