(Silvana Lázaro, 2023)

Canción de invierno de Silvana Lázaro abre con un planteamiento simple. Danielle (Ruth Ramos) y Diego (Andrés Lupone Ojeda) son dos jóvenes que han sido mejores amigos desde los tres años. Los dos también son músicos: ella toca la guitarra y él la trompeta. Recientemente, ambos han pasado por amargas rupturas románticas. Una tarde se reúnen para hablar de sus desgracias: lamentan tener que volver a encontrarse con sus ex y se preguntan por qué no pueden simplemente irse manejando de la Ciudad de México. Entonces lo hacen.

La película no está muy preocupada con la trama. Como en un cortometraje previo, Crónica marciana, el guión de Lázaro toma su concepto como una excusa para hilar observaciones y sentimientos sobre el amor y la nostalgia. La elección del formato de la road movie, un género cinematográfico que abraza el azar, es inteligente. Algunos pasajes, como cuando Diego se pone a jugar futbol con un grupo de niños y les empieza a preguntar qué quieren ser de grandes, o cuando sus Danielle se encuentra con un hombre recién deportado de Estados Unidos, tienen la soltura y espontaneidad de un documental. Incluso cuando la conexión entre sus episodios es tenue, la combinación las enriquece; emerge una unidad que podemos sentir, aunque no necesariamente explicar. Sus personajes errantes se sienten unidos al mundo que los rodea.

El camino de Danielle y Diego los lleva a Baja California (las locaciones específicas apenas reciben mención, pero ojos atentos pueden reconocer Ensenada, Tijuana y La Rumorosa). Su tratamiento de la frontera, el mar y las montañas es romántico, pero nunca se siente como un mero promocional turístico. Por un lado, la película nunca deja que los paisajes se vuelvan meramente exóticos y desplacen los sentimientos de sus personajes. Danielle y Diego reaccionan a ellos con curiosidad y apertura, nunca fingiendo que lo comprenden de verdad; es una manifestación del limbo en sus vidas.

Cuando notan que su dinero no les alcanza, piden permiso de tocar en un bar y ahí Danielle conoce a Alex (Marisol Cal y Mayor), una cantante con la que empieza una relación casual. Durante el desayuno, Diego trata de que Danielle le dé detalles, pero es de manera juguetona y amistosa. No hay indicación de que Danielle y Diego compartan sentimientos románticos, pero es una sospecha que la película reconoce y con la que juega.

Canción de invierno_1

Los dos recuerdan, de manera bromista, las veces en las que los han confundido con novia y novio. En su viaje comparten muchos momentos íntimos: Diego sosteniéndole el cabello mientras vomita, Danielle acostándose en su regazo, los dos deteniéndose para abrazarse en medio de la carretera. Podemos dejar que las convenciones de otras películas más explícitamente románticas nos digan qué pensar, o simplemente aceptar la ternura y el cariño que vemos.

Canción de invierno dura poco menos de una hora y veinte minutos, tiempo en el cual aprendemos muy poco de Danielle y Diego y de sus respectivos pasados. Conocemos lo que se cuentan entre ellos, y en realidad se cuentan muy poco porque se conocen tan bien que no hay mucho qué decir. Hay destellos que pueden interpretarse como recuerdos o productos de su imaginación. La distinción finalmente importa poco, pues la película siempre está más preocupada con los sentimientos y sensaciones que con los hechos.

Podemos quedarnos con la impresión de que las caracterizaciones de Danielle, Diego y Alex son superficiales y descuidadas, pero esta imprecisión añade al misterio y encanto. Canción de invierno se contenta simplemente con dejarlos ser. Quizá saber demasiado sobre ellos nos habría predispuesto demasiado: a anticiparles finales obvios en lugar de estar abiertos al azar. La película está hecha con una soltura improvisada que parece brotar naturalmente de sus personajes, como un rechazo consciente de una rigidez impuesta desde fuera.

Esos sentimientos que sus personajes no pueden expresar con palabras, la película los encuentra a través de imágenes y sonidos. El título recibe una explicación dentro del guion; ésta finalmente no dice mucho pero sugiere algo más importante: un ambiente y un ánimo. Visualmente dominan la cámara en mano y la poca profundidad de campo, marcadores del cine independiente y abierto a los accidentes. Momentos de sentimientos intensos se apoyan en los barridos de luces que caracterizan el cine del hongkonés Wong Kar-wai.

Canción de invierno parece buscar esa misma mezcla de melancolía y seducción. El ambiente es ligeramente triste, pero nunca pesado. Va más allá de una anécdota simple para encontrar una intangible masa de sentimientos. Es cierto que los jóvenes sienten con más intensidad y la película captura cómo una ruptura romántica puede sentirse apocalíptica, pero también una apertura al azar que es finalmente optimista y llena de esperanza. Un primer paso hacia encontrar quienes somos en realidad.


★★★


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