(Fair Play; Chloe Domont, 2023)

Desde el despegue mediático de #MeToo, el movimiento que surgió con la intención de exponer el acoso y abuso sexual endémicos en distintos espacios de la sociedad, el cine se ha mostrado más dispuesto a hablar de las dinámicas que los hacen posible. Algunas, como Hermosa venganza han tocado temas como las secuelas del abuso y la complicidad de las autoridades y las amistades masculinas al encubrirlo, pero de manera oportunista y sin un mensaje coherente. En otras, como La asistente de Kitty Green, forma y fondo se combinan brillantemente para capturar las dinámicas de incertidumbre y manipulación. El resultado es simultáneamente revelador y cinematográficamente cautivador.

¿A cuál de las dos se parece Juego limpio, la ópera prima de la directora Chloe Domont? Las principales preocupaciones del movimiento aparecen en una trama sobre las dinámicas de poder y relaciones sexuales en un ambiente laboral–uno debe ser cuidadoso al aplicar conceptos en boga para deducir lo que una película dice, lo que David Bordwell llama “reflexionismo”, pero la misma Domont ha descrito a Juego limpio como un “thriller post-#MeToo”, por eso me siento cómodo invocándolo aquí.

Juego limpio sigue a una pareja que parece tenerlo todo. Emily (Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich) son dos jóvenes analistas en una empresa que se dedica a manejar fondos de inversión. Ambos son guapos y están locamente atraídos el uno al otro. Una de las primeras escenas sugiere una película más o menos atrevida. En una fiesta celebrando la boda del hermano de él, Emily y Luke se encierran en un baño para tener relaciones sexuales. A medida que él empieza a practicarle sexo oral, se da cuenta de que su boca y el vestido de ella se han manchado de sangre menstrual. Los dos se ríen.

Luke nos da la impresión de ser simpático y comprensivo, por lo menos al principio. Cuando Emily regresa de ver a su jefe Campbell (Eddie Marsan), a mitad de la noche, Luke le pregunta si él trató de sobrepasarse con ella y por un momento su preocupación parece genuina. Ehrenreich es ciertamente un actor carismático. Uno no se convierte en una de las partes más celebradas de una comedia de los hermanos Coen como ¡Salve, César! sin verdadero talento. La opinión del mundo hacia él se agrió un poco después de Han Solo: Una historia de Star Wars; Ehrenreich es efectivo en ella, pero llevaba las de perder al interpretar un personaje hecho famoso por Harrison Ford. Su participación en Oppenheimer, pequeña pero importante, y aquí, por lo menos en la primera parte, son muestra adicional de su rango actoral.

Luke y Emily se comprometen (inmediatamente después del incidente de la sangre), pero no pueden revelar su relación ante sus amigos y compañeros de trabajo, mucho menos después de que Emily recibe un ascenso, lo que efectivamente la haría culpable de tener relaciones sexuales con su subordinado. Es una inversión de la típica dinámica denunciada por #MeToo (mujer poderosa en posición de ventaja sobre un hombre), pero también lo más cerca que la película se acerca a mostrarnos algo que se aleje de lo familiar. Entre más tiempo pasa, más simplistas se vuelven las caracterizaciones. La película pierde su misterio y se convierte en una experiencia didáctica. Tiene un punto muy obvio que decir y le toma casi dos horas llegar a él.

Juego limpio_1

No dudo que los sentimientos de Luke tengan una base en la realidad. En la frustración de los hombres ante los ascensos de las mujeres en el ambiente laboral y la suposición de que las mujeres están ahí para cumplir con una cuota o porque se acostaron con su jefe. En la historia de una mujer que se deja hundir por un hombre patético simplemente porque cree que hay amor ahí. Algo como una crítica social se asoma, pero la película no encuentra formas frescas o inteligentes de articularla. A medida que Emily asciende en el trabajo, Luke se obsesiona con un autor de libros de negocios a quien viene a tratar como su gurú de estilo de vida y no pude evitar sentir que estaba volviendo a ver No te preocupes cariño, el thriller igualmente simplista de Olivia Wilde.

Juego limpio limita la caracterización de Luke a eso, convirtiéndolo en un villano plano y sin ambigüedad. Cuando él insiste en una compra de acciones de la que Emily duda, nos es claro que sus intenciones son sabotearla–lo único que esta escena logra es que Emily quede como una tonta en nuestros ojos, no entendemos por qué caería en ello. Un momento en que se acerca a algo más complejo: Luke reacciona al ascenso de Emily con una entonación y lenguaje corporal que sugieran alegría genuina, pero ojos que delatan pensamientos más siniestros. Pero Luke es tan patético que incluso su maldad no inspira la perturbadora simpatía de ciertos villanos, ese encanto que nos hace ignorar nuestro pensamiento racional. Es todo miradas conspiradoras y resentimiento, pero nada de acción o astucia.

Hay momentos en los que el guion de Domont ensucia un poco al personaje de Emily. Notando las frustraciones de Luke, ella insiste en que tengan sexo a pesar de que él se niega. Regresando de un club de desnudistas con sus compañeros de trabajo, recuenta con entusiasmo una perturbadora anécdota de una fraternidad universitaria, señal de que ella ha empezado a absorber los vicios de este ambiente machista. Pero la película nunca nos hace cuestionar nuestra simpatía hacia ella. Sus exabruptos siempre son presentados como reacciones más o menos razonables a las mezquinas manipulaciones de Luke.

Juego limpio ha sido descrita como un thriller erótico, un género bastante olvidado por el cine actual, pero ni la palabra “thriller” ni “erótico” le quedan. Le hacen falta esos juegos de lealtades que nos retuercen en lo profundo. No hay secretos o enredos que lleven el peligro de la trama a niveles verdaderamente emocionantes. Igualmente presenta el sexo y el juego de poder como un hecho, nunca se preocupa por explorar la pasión o perversión detrás de ellos. En concepto, Juego limpio recuerda a esos thrillers noventeros que hicieron la carrera de, digamos, Michael Douglas. En práctica, es un comentario social no muy novedoso, acoplado a un suspenso tan genérico y plano como su título.


★★1/2


Juego limpio está dispnible en streaming vía Netflix.


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