(Dune: Part Two; Denis Villeneuve, 2024)

Cuando se estrenó en 2021, Duna de Denis Villeneuve fue un tanto criticada por la decisión de adaptar solo la primera mitad de la novela de ciencia ficción de Frank Herbert. “Esto es solo el comienzo,” decía uno de sus personajes al final de sus dos horas y media y como espectador era difícil no quedarse con la impresión de que se nos había engañado un poco, que se nos había mostrado un trailer extenso en lugar de una película completa. Entiendo la frustración de ciertos espectadores; la película es un primero y segundo acto en espera de un clímax.

Duna no contaba una historia con un principio y un final, pero me parece que Villeneuve y los coguionistas Eric Roth y Jon Spaiths tomaron la decisión correcta en su adaptación. El libro de Herbert contiene abundantes personajes, organizaciones y conceptos; a una adaptación que trate de sintetizar toda la información relevante en las dos horas típicas para una película de Hollywood le costaría trabajo no sentirse como un resumen ilustrado de Wikipedia (como sucedió con la primera vez que el libro llegó a la pantalla grande, en la versión dirigida por David Lynch y estrenada en 1984).

En lugar de abrumarnos con incidentes, la primera parte de la adaptación de Villeneuve se sumerge en los detalles y la textura de su universo y se deleita con darnos la oportunidad de descubrirlo y habitarlo. Lo que se nos queda grabado con más claridad son los paisajes y las atmósferas: los vastos océanos y los cielos nublados de Caladan, el planeta natal del clan Atreides, o el calor y la arena que se introducen por las compuertas de su palacio en el planeta desierto de Arrakis. La película tiene una paciencia y majestuosidad que es la excepción en las franquicias de Hollywood.

Los hilos sueltos de esta primera parte encuentran una resolución en Duna: Parte dos. Después de que su padre Leto es traicionado por el emperador del universo y destruido por la familia rival de los Harkonnen, el joven Paul Atreides (Timothée Chalamet), acompañado de su madre Jessica (Rebecca Ferguson), se refugia en los hostiles desiertos de Arrakis. Ahí, ambos son adoptados por los nativos del planeta, los Fremen. Oprimidos por décadas por los mismos Harkonnen, los Fremen unen fuerzas con Paul para vencer a los Harkonnen, frenando sus operaciones para la extracción de la especia, la sustancia más valiosa en el universo.

Dune Parte dos_2

Hay mucho de Duna que nos recuerda a otras sagas de fantasía y ciencia ficción, particularmente Star Wars (George Lucas, creador de aquella, se inspiró en la novela original). En Paul Atreides tenemos a un elegido que liderará a los Fremen en una triunfal lucha contra sus opresores (Duna es, de alguna manera, Lawrence de Arabia en el espacio). Pero hay elementos que complican esta simple saga de heroísmo. El ascenso de Paul ha sido profetizado–y planeado–por las Bene Gesserit, una organización de mujeres a la que pertenece la misma Jessica y la cual espera obtener poder e influencia a través de él, o remplazarlo con el psicótico Feyd-Rautha Harkonnen (Austin Butler) si es necesario. En lugar de una saga del triunfo del bien contra el mal, como la trilogía original de Star Wars, Duna es una saga de manipulación política, como las precuelas de Star Wars.

Una diferencia importante: la Duna de Villeneuve carece del sentido del humor o la ligereza de aquellas películas. No se deja llevar tanto por los elementos de aventura y acción; es, en general, menos divertida y más solemne. Su tono es tan seco como el desierto de Arrakis. Villeneuve, el director de fotografía Greig Fraser y el diseñador de producción Patrice Vermette construyen potentes imágenes a partir de los paisajes y su infraestructura extraterrestre; los efectos visuales integran las locaciones desérticas con imágenes generadas por computadora con un impecable realismo y el montaje, a cargo de Joe Walker, se detiene en ellos dejando que nos consuma el asombro. Es un tono apropiado, pues Duna está tan preocupada con lo religioso: sus eventos cobran el peso de rituales, sus espacios el de sitios sagrados. Las ceremonias que marcan el ingreso de Paul y Jessica a la comunidad Fremen y la pelea que nos presenta a Feyd-Rautha son mostradas de manera dilatada, como para enfatizar un significado y simbolismo que va más allá de los personajes como individuos.

Como consecuencia de esto, Duna: Parte 2 puede sentirse fría. Podemos pensar que los personajes actúan, no por voluntad propia, sino por orden alguna antigua profecía. Carecen de pasiones, se subordinan a la autoridad y al deber. En las acciones de Paul, no sentimos los nobles sacrificios de alguien como Luke Skywalker, sino obligación y resignación. Paul es una figura solitaria. Incluso su relación más cercana, la de él y Jessica, se caracteriza por la manipulación. Su cariño como madre se subordina a sus propios planes e intereses, a veces opuestos a los de él. Es Chani (Zendaya), una joven Fremen, quien le guarda a Paul lo más cercano a un amor que no tiene que ver con su poder.

Duna Parte dos_1

Paul despierta nuestra simpatía, pero la intención de la película no es conmovernos con el sufrimiento de los poderosos, sino recordarnos lo absurdo de concentrar tanto poder y esperanzas en una sola figura. Que incluso quienes prometen y ansían con romper o reformar las viejas estructuras son producto de ellas y susceptibles a su corrupción. De ahí lo acertado de tener a Chalamet como Paul pues su rostro, más que su actuación, es lo que comunica: Paul es noble pero frágil, de buenas intenciones pero con los rasgos de un niño. Recibimos sus triunfos con emoción, pero nos preocupan sus consecuencias: el fanatismo que inspira en sus seguidores y las represalias de sus enemigos. La película evoca el cinismo que nos suele provocar la política real. Queremos creer en la causa de Paul, pero sabemos que no podemos.

Salgo de Duna: Parte dos admirando su espectáculo y sus ideas, pero no del todo convencido de su grandeza. No la pondría al mismo nivel de la entrega anterior. Parte dos se siente sobrecargada de información. Si en la primera parte pasa muy poco, aquí pasa mucho, y no todo registra. Parte de su frialdad puede explicarse por ese tono solemne y épico al que apunta, pero en ocasiones la claridad y sustancia de su drama no parecen ser tan importantes como sus imágenes; tenemos la impresión de que Villeneuve no está interesado en hacer el trabajo necesario para conmovernos o para construir suspenso y emoción y se contenta con solo asombrarnos.

Con un Hollywood con varias de sus franquicias en crisis, es natural ver en Villeneuve una especie de salvador del blockbuster y en Duna: Parte dos una segunda venida de El señor de los anillos de Peter Jackson y la trilogía original de Star Wars. Pero si Duna: Parte dos tiene una lección, es la de desconfiar en promesas hiperbólicas. Villeneuve no es un mesías, pero tampoco un falso profeta. Como Paul, actúa con convicción y frecuentemente nos conmueve a admirar sus obras.


★★★1/2


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