(American Fiction; Cord Jefferson, 2024)

El concepto de Ficción estadounidense tiene enorme potencial. Thelonious “Monk” Ellison (Jeffrey Wright) es un novelista y académico cuyos libros no se venden. Las editoriales están más interesadas en libros que representan la llamada “experiencia negra”: historias trágicas sobre la pobreza y violencia en los barrios bajos, contadas en caricaturescos dialectos callejeros que hacen jirones el inglés. Aunque él mismo es afroamericano, a Monk no le llama la atención este tipo de literatura. A su parecer, reduce la gran variedad de experiencias negras a una sola, que adornan con clichés para complacer a los lectores blancos. Pero al ver el reconocimiento y las ventas de una colega que se ha “vendido” a los caprichos del mercado, Monk finalmente decide experimentar con ella. Escribe un libro a manera de broma y le pide a su agente que envié el resultado a varias editoriales, seguro de que lo que ha escrito es tan malo que nadie se atrevería a publicarlo. Se convierte en el mayor éxito de su carrera.

A Ficción estadounidense le preocupa cómo las industrias de los medios (específicamente la editorial, aunque sus observaciones pueden extenderse a las del cine y la televisión) retratan a las personas negras; cómo libros–y películas–moldean nuestra idea de lo que es auténtico y real. Una novela es celebrada como “realista”, no porque sea una recreación fiel de la realidad, sino porque genera esa impresión. Y aquellas que apelan a nuestros prejuicios sobre la realidad tienen más oportunidad de lograrlo. Ficción estadounidense se burla de la industria que solo se interesa en complacer a ese lector blanco, típicamente acomodado y educado, que consume historias de sufrimiento negro, no por empatía, sino porque la etiqueta de aliado contra la injusticia acaricia su propio ego.

Tenemos aquí los ingredientes para una explosiva sátira sobre las relaciones raciales y el mundo editorial–y del cine, pues el libro de Monk también despierta una oferta millonaria para una producción cinematográfica que pudiera ganar múltiples Óscares (Ficción estadounidense estuvo nominada a cinco, incluyendo mejor película; ganó mejor guion adaptado). La película efectivamente se divierte mostrando cómo la industria se enamora del libro y del pseudónimo que Monk se ha inventado: un expresidiario y fugitivo de la justicia llamado Stagg R. Leigh (en referencia a la canción folk sobre Lee Shelton, un alcahuete condenado por el asesinato de otro hombre en 1895) que dice haber vivido en carne propia lo que Monk ha escrito en broma.

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Hay claros toques de comedia: el más efectivo es ver a Wright pasar del educado y serio Monk al tosco y malhablado Stagg frente a distintos blancos progresistas incapaces de reconocer lo que para nosotros como público es un muy transparente engaño. Quizá estos tienen dudas pero prefieren no expresarlas porque hacerlo sería descortés, quizá el libro es un prospecto tan lucrativo que no vale la pena arriesgarlo. Quizá ni siquiera tienen dudas: su imagen de las personas negras está tan contaminada por aquellas historias de las que Monk se burla, que su colección de estereotipos nunca se les hace extraña.

Uno de mis chistes favoritos casi desaparece en el fondo: en la oficina de una editora blanca cuelga un poster de Ruth Bader Ginsburg, juez de la suprema corte de estadounidense, con guantes de boxeo. Una figura política se convierte en un símbolo de activismo y después en un objeto de estilo de vida, pensado para que su dueño se sienta bien consigo mismo. Es un detalle minúsculo pero que sintetiza cómo la película ve al mundo editorial mirando a las personas negras.

Pero Ficción estadounidense no es solo esto. Al mismo tiempo que Monk trata de vender estas falsas memorias de un sobreviviente del gueto, lo vemos lidiar con distintos asuntos de su vida familiar. Su hermana Lisa (Tracee Ellis Ross) acaba de fallecer, su madre Agnes (Leslie Uggams) empieza a mostrar señales de Alzheimer y su hermano Cliff (Sterling K. Brown), quien recientemente salió del closet como un hombre gay, ha adoptado un estilo de vida de excesos. Estos elementos distraen de la sátira, pero tienen más de un propósito dentro de la película. Por un lado, dejan a Monk con problemas de dinero que podría resolver con las ofertas millonarias que recibe Stagg–Monk debe, de alguna manera, convertirse cada vez más en ese estereotipo que odia, pero la película nunca se adentra mucho en esta idea, aun cuando la identidad es un tema central.

El segundo propósito es mostrar que la gente negra lleva vidas que se salen de aquello que típicamente pensamos como “negro”. Los tres hijos Ellison son doctores (Monk en literatura, sus hermanos en medicina), tienen una segunda casa en la playa, beben vino y tienen una empleada doméstica negra llamada Lorraine (Myra Lucretia Taylor). Encarnan lo que típicamente asociamos a una familia blanca, educada y adinerada (piénsese en los personajes de un drama cómico de Woody Allen).

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De estas escenas, la película deriva su estilo sutil y realista. Sus elementos más absurdos son presentados con el tono de un drama cualquiera. Aquí un problema con Ficción estadounidense. Sus ideas, sobre cómo una industria convierte las experiencias humanas reales en bienes de consumo, son atrevidas, provocadoras incluso, pero su forma de abordarlos es convencional y finalmente tímida. La película pone el dedo en la llaga, pero rápidamente lo quita. Su retrato de la industria se siente real al principio, pero se desgasta con la repetición de su único chiste. Ejecutivos editoriales y productores de cine se convierten en variaciones ligeras de la misma caricatura del blanco buena onda e ingenuo. Son personajes simples pero no absurdos porque la película no encuentra en ellos excentricidades que exagerar. Después de cierto tiempo, la película deja de sentirse reveladora y se vuelve inofensiva. Deja de poner a prueba nuestras expectativas y se contenta con repetir su punto original. Le falta ese filo de azar y espontaneidad que separa a una sátira de un mero sermón.

Muestra de ello es su tratamiento de Monk. Como persona creativa sabemos poco de él: su forma de ver el mundo (más allá de sus pleitos con las editoriales); qué hace tan diferente y especial los libros que publica y no se venden. Monk empieza articulando inconformidades válidas de una manera que nos hace simpatizar con él, pero la película, para el final, trata de convencernos de que sus problemas tienen que ver también con sus inseguridades personales y una incapacidad de adaptarse al mercado, y que los clichés de los que tanto reniega tienen algo de verdad. Ficción estadounidense no termina por convertirse en aquello que dice que estar criticando; pero después de dos horas de burlarse de quienes invitan a escuchar más “voces diversas y marginadas” sin entender lo que esto significa, nunca dice nada más atrevido que esto. Su sátira es finalmente opacada por su sentimentalismo y su moraleja.


★★1/2


Ficción estadounidense está disponible en streaming vía Amazon Prime Video.