(Katina Medina Mora, 2024)
Al centro de Latido están dos mujeres que nos pueden parecer opuestas. Leonor (Marina de Tavira) es una maestra en una prestigiosa academia de ballet que, a sus más de cuarenta años, trata de tener un hijo, pero sea a través de la adopción o la inseminación artificial, sus posibilidades lucen cada vez más limitadas. Emilia (Camila Calónico) es una adolescente de un entorno precario que ve su única oportunidad de salir de él en una beca para la escuela de Leonor, pero la oportunidad se le parece ir de las manos cuando descubre que está embarazada; ella no quiere tener al bebé e igualmente no tiene los medios para criarlo.
La situación se presta para un intercambio mutuamente beneficioso pero también para dilemas éticos. Claro, Leonor puede adoptar al bebé de Emilia y ambas partes quedarían satisfechas, pero solo sometiéndose a una tensa y complicada dinámica. El cuerpo de Emilia y el niño que pudiera nacer están al centro de una transacción que no deja de sentirse desequilibrada. El acuerdo dicta que Emilia se ponga en bajo el cuidado de una extraña que probablemente solo la ve como un medio para un fin. ¿Es Leonor capaz de seguir respetando la autonomía de la adolescente? ¿Qué pasaría si, en un futuro, Emilia decide retomar contacto con su hijo biológico? Entre más pensamos en la situación, lo que pueden ganar se ve opacado por los potenciales problemas.
Latido es el tercer largometraje de la directora Katina Medina Mora. Su película anterior, Sabrás qué hacer conmigo, destaca entre las películas mexicanas de la última década que se han hecho sobre el amor romántico por sus personajes realistas y bien definidos. Sus dos amantes no eran un instantáneo y obvio complemento a los deseos del otro, sino seres humanos con vidas y pasados complicados. Esto los hace guardar distancia al principio, pero que también logra que atesoremos más sus esfuerzos por estar juntos. El entender ese dar y recibir es uno de los aciertos de aquella película.
Latido, supongo, busca algo parecido. Tanto Leonor como Emilia tienen pasados difíciles que les dificultan abrirse emocionalmente con otras personas, pero que finalmente las unen más de lo que se imaginan. Para ambas, esa herida del pasado tiene que ver con sus respectivas madres. Ellas están ausentes por razones diferentes, aunque nos toma tiempo aprender exactamente cómo (en ambos casos es una historia de fondo que ha de explicar su comportamiento, generarnos más simpatía por ellas). Esa ausencia influye en lo que cada una lleva a su experiencia con la maternidad propia, sea Leonor deseando algo que parece inalcanzable, o Emilia viendo cómo se le impone algo que no desea.

Su planteamiento ofrece una veta rica de sentimientos, pero Latido no termina de aprovecharlos porque sus personajes se quedan delineados en trazos burdos. El guion, de Medina Mora (ella y Sheerly Avni reciben crédito por la historia), nos dice muy poco sobre Leonor y Emilia, y los huecos que deja no bastan para sugerirnos vidas más complejas. La película se apoya demasiado en silencios prolongados y miradas cabizbajas, un atajo a un tono serio que termina por sugerirnos que sus personajes en realidad no sienten o hacen mucho. Incluso cuando se encuentran con algo que las hace felices, la película se rehúsa a ir más allá de este minimalismo autoimpuesto. El humor o la ligereza son casi nulos. La película no puede sugerir el amplio rango de emociones que nos dejan incluso los momentos trágicos de la vida.
Este tono apagado, que podía caer en la pesadez, era lo menos original de Sabrás qué hacer conmigo, pero tenía sentido en el contexto de aquella historia, pues sus personajes lidiaban con duelos muy fuertes e inmediatos. Leonor y Emilia, guardando las distancias, lidian con sus propios duelos, no solo en lo que se refiere a su relación con sus madres, pero también hacia su futuro, aquello que esperaban que sus vidas fueran pero que quizá no serán. Pero aquí la justificación se siente menor. La misma idea de su película le exige a Medina Mora adentrarse a un territorio nuevo, pero Latido la ve refugiándose en territorio que ya exploró.
Habiendo dicho todo esto, Latido me sigue convenciendo de que Medina Mora es una cineasta capaz. Los diálogos pueden rayar en lo melodramático: al enterarse de su embarazo, la abuela de Emilia, interpretada por Teresa Sánchez, la regaña por “joder” la vida de ambas, algo que podemos suponer que ella siente sin que tenga que decirlo. Pero las actuaciones a ratos alcanzan una dulzura y emotividad que se transmite sin volverse sentimental o explícita, y la película siempre se siente más gentil que manipuladora. Ver a sus dos protagonistas derribar las barreras que ellas mismas han creado a su alrededor puede ser gratificante–particularmente Leonor, quien al principio parece querer resolver sus relaciones a través de la burocracia, o los expertos legales y médicos.
Sea con el lenguaje corporal de sus personajes o colocando la cámara, Medina Mora muestra una delicadeza. Hay toques que aprecié, como ver a Leonor corriendo en el parque, o a uno de los hermanos de Emilia recostarse en su regazo, que añaden ternura y vida y que un director menos sensible quizá habría cortado porque añaden poco a la trama. Medina Mora puede colocarnos efectivamente en el lugar de sus personajes, pero falta que sus sentimientos e ideas broten a la superficie.
★★1/2
Latido está disponible en streaming vía Amazon Prime Video.
Éste artículo, como el resto del archivo de Pegado a la butaca, llega a ti de manera gratuita. Si te interesa apoyar esta labor de crítica de cine independiente, te invito a realizar una donación a través de Ko-fi, a partir de 1 USD, o a compartirle esta publicación a alguien que creas que le puede gustar. ¡Gracias!