(The Room Next Door; Pedro Almodóvar, 2024)

Pedro Almodóvar hizo su reputación a nivel internacional en los ochenta y noventa con comedias y melodramas que ponían a prueba los tabús de la sociedad y donde las más grandes pasiones humanas se sentían a flor de piel. No obstante, en los últimos años de su carrera hemos visto una tendencia que se repite con otros autores. Sus películas han adoptado un ritmo más pausado y virado a reflexiones sobre el pasado y el paso del tiempo. Dolor y gloria, de 2019, es una película semiautobiográfica en la que pone su propia vida bajo el microscopio al mismo tiempo que contempla la mortalidad. Madres paralelas, de 2022, fue la primera vez que abordó de manera directa las desapariciones forzadas cometidas durante la dictadura de Francisco Franco en su natal España.

Ha sido fascinante ver cómo el mismo lenguaje de sus primeras películas, particularmente los colores intensos de su impecable ojo para el diseño de arte, se incorpora a material que suena más maduro y sobrio. Dentro de este enfoque reaparece, si acaso de manera más sutil, un rechazo a la solemnidad: la idea de que tratar las cosas con “respeto” y “delicadeza” en ocasiones significa negar las pasiones que nos hacen humanos. El artificio de Almodóvar siempre ha estado al servicio de esas emociones.

La habitación de al lado es una partida importante dentro de su filmografía. Es su primera película hecha totalmente en inglés y ambientada en Estados Unidos, lo que lo coloca en un idioma y contexto cultural fundamentalmente diferente. Debajo de esto, la película es reconociblemente suya. La historia, adaptada de la novela What Are You Going Through de la autora Sigrid Nunez, empieza con Ingrid (Julianne Moore), una escritora que, en la firma de uno de sus libros, se entera de que una vieja amiga, Martha (Tilda Swinton), está enferma de cáncer terminal.

Muchas de las tramas de Almodóvar giran alrededor de los secretos cuidadosamente guardados por sus personajes. El placer de verlas se encuentra, mucho más que en otras películas, no solo en los eventos que se nos narran, pero también en la experiencia de conocerlos poco a poco. La naturaleza exacta de la relación entre Ingrid y Martha queda un poco en el aire. Sabemos que en algún momento fueron muy cercanas, antes de tomar caminos separados y pasar a no saber nada la una de la otra. Quizá algo agrió su relación, aunque en su reencuentro no vemos ninguna especie de rencor.

Esta peculiar dinámica, de ser cercanas pero no tanto, permite que el giro central de la película ocurra. Martha está harta de los tratamientos que, en lugar de detener el cáncer, solo le provocan dolor. Ha decidido quitarse la vida, pero no quiere hacerlo sola. No pide que Ingrid la asista, solo que la acompañe por unos días a una casa de campo al norte de Nueva York, donde Martha tomará una pastilla para la eutanasia. Ingrid no es su primera opción de acompañante; las verdaderas mejores amigas de Martha se sienten demasiado conflictuadas por la petición, de ahí que la distancia sea necesaria.

La habitacion de al lado_1

La habitación de al lado no se va por donde seguro esperamos. Esto es quizá porque su actitud hacia el cáncer y la muerte no es esa a la que estamos acostumbrados. La película hace todo menos tratar de hacernos sentir lástima por sus personajes. Martha, quien ha sido corresponsal de guerra, rechaza el cliché del cáncer como una batalla entre la persona enferma y la enfermedad. Para ella, una victoria sería poder vivir su vida, o acabar con ella, en sus propios términos.

El mensaje que aparece con más claridad es un argumento a favor de la eutanasia y el derecho a morir con dignidad. Pero la película toma un camino sinuoso hacia él. Hay desviaciones, como un flashback al primer novio de Martha, Fred (Alex Høgh Andersen), un veterano que regresa con trastorno de estrés postraumático, o a un colega fotógrafo (Juan Diego Botto) que relata su romance con un padre carmelita al que conoció en una zona de conflicto. John Turturro interpreta a un amigo de Ingrid que previamente fue amante de ella y de Martha. El final de la película, por su parte, puede darnos la impresión de dejar muchos cabos sueltos.

Estas desviaciones no nos dicen mucho que parezca relevante a la historia, pero igualmente enriquecen nuestra idea de sus personajes. La película no deja que Ingrid y Martha se definan totalmente por esta tragedia, cada una carga con una rica historia que alimenta cómo se acercan al presente. Los flashbacks crean ecos y rimas, nos ofrecen distintas miradas a lo que estamos dispuestos a hacer (o lo que no podemos hacer) por otros, a lo que nos ofrece tranquilidad y confort en situaciones de vida o muerte, a la manera en que las personas que perdemos persisten en los lugares que compartieron con nosotros y en los rasgos de sus familiares.

Las vidas privadas y las relaciones entre las mujeres siempre han sido centrales a las películas de Almodóvar y verlo construir dos personajes para Swinton y Moore, dos de las actrices más logradas de la actualidad, es especialmente gratificante. Sus actuaciones no son necesariamente naturalistas, y acostumbrarse a ellas puede tomar un poco. Ambas parecen estar canalizando un estilo de actuación más cercano al de mediados del siglo pasado (el de las películas clásicas con las que Almodóvar se enamoró del cine), donde la intención no era la de construir personajes con todas las asperezas de la vida real, sino servir como vehículos más directos para la emoción.

El estilo de la película se mantiene depurado para centrarse en ellas: primeros planos de sus rostros, así como planos medios simétricos y cuidadosamente encuadrados con las líneas del entorno. Los personajes son dados a monologar, como si estuvieran dirigiéndose a un público y no a amigos cercanos. Es fácil atribuir esta sensación a que ésta es la primera película de Almodóvar en inglés, pero La habitación de al lado provoca la misma extrañeza que sus películas en español, que no habitan el mundo real sino uno propio. La película puede ser un poco más sutil y contemplativa para lo que él nos ha acostumbrado (hasta Madres paralelas avanzaba con giros narrativos que podrían haber salido de una telenovela) pero está hecha con ese reconocimiento de que, en el gran esquema de las cosas, la vida es profundamente melodramática.


★★★★


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