(Vampire humaniste cherche suicidaire consentant; Ariane Louis-Seize, 2025)

El vampiro ha sido un referente tan duradero en la ficción en parte porque se presta con facilidad a distintas metáforas. Sea como el incontrolable deseo sexual o la naturaleza depredadora y parasítica de la aristocracia (ambas lecturas posibles de uno de sus ejemplos más recientes, el Nosferatu de Robert Eggers), la imagen de una criatura de apariencia humana que se alimenta de la sangre de otros ha demostrado ser extrañamente apta. No sé si la interpretación que hace Vampira humanista busca suicida es del todo sin precedentes (veo en ella ecos de la historia de amistad de Déjame entrar de Tomas Alfredson, a las ocurrencias cotidianas de Entrevista con unos vampiros de Jermaine Clement y Taika Waititi) pero se siente novedosa al interpretar a este monstruo como, entre otras cosas, una adolescente que no encaja.

Sasha (Sara Montpetit) es una vampira, pero eso no es lo que la hace diferente. Su padre Aurélien (Steve Laplante), su madre Georgette (Sophie Cadieux), su prima mayor Denise (Noémie O’Farrell) y su tía Victorine (Marie Brassard) son vampiros también, cosa que descubrimos en el primero y finalmente el mejor toque de comedia negra de la película. Para el cumpleaños de Sasha, la familia contrata a un payaso y lo atrapa en su propio acto de escapismo, ahogándolo en su propio baúl para después alimentarse de su sangre. Todos esperan que Sasha esté encantada, pero la sorpresa tiene el efecto opuesto. Le deja un trauma y una incapacitante condición: compasión por el sufrimiento humano.

¿Qué puede hacer siendo ella una vampira que tiene que matar para vivir? Claro, puede beber de la sangre que sus padres recolectan y guardan en el refrigerador–Sasha entonces no se opone a la muerte de los humanos con fines alimenticios, solo le da asco y repulsión hacerlo ella misma–pero no es una solución permanente. ¿Qué pasará cuando sus padres no estén y ella tenga que valerse por sí misma? Podemos ignorar la mitología común que dice que los vampiros suelen ser inmortales, la película alude a que en su universo ellos simplemente envejecen mucho más lento. Además, la intención parece ser la de crear un paralelo entre esa preocupación de los padres por qué pasará con sus hijos cuando ellos no estén. El vampirismo como metáfora de la transición a la adultez. Una interpretación adicional con la que los jóvenes de intereses creativos pueden conectar: Sasha escapa tocando el piano, refugiándose en el arte cuando sus padres prefieren que se concentre en lo que (literalmente) le va a dar de comer.

La solución casi le cae del cielo. Una noche, Sasha encuentra a Paul (Félix-Antoine Bénard), un muchacho de más o menos la misma edad que ella aparenta (Sasha luce como una adolescente pero tiene 68 años), tratando de quitarse la vida saltando de un techo–ni siquiera se trata de un techo muy alto, una forma divertida de comunicar sus dudas y el que quizá viven en uno de esos pequeños infiernos semi-urbanos de los que uno añora por escapar. Paul vacila en esa ocasión, pero en general se esfuerza poco en ocultar su desprecio por su propia vida. Después de terminar en la dirección por matar a un murciélago que se metió al gimnasio de la escuela, él declara sin chistar, frente a su madre Sandrine (Madeleine Péloquin) y la directora, que sería incapaz de matar a alguien que no sea él mismo. Un arreglo mutuamente beneficioso se empieza a gestar: Sasha puede demostrar que puede matar a un humano sin el remordimiento de hacerlo sufrir porque Paul ni siquiera quiere vivir.

Es una premisa graciosa, que se siente como el planteamiento de un chiste, pero que se vuelve verdaderamente simpática gracias a la dinámica entre sus dos personajes principales. El guion, de la directora Ariane Louis-Seize y Christine Doyon, no es una mirada del todo nueva a la soledad y depresión adolescentes, pero logra sintetizarla a una esencia que es reconocible al instante. El diseño de la película se apoya en estereotipos: Sasha, con su cabello negro largo y con fleco, él con su postura incómoda, ambos flacos y pálidos, son la viva imagen de los bichos raros de la preparatoria. Sus caracterizaciones son simples y las actuaciones tienden a expresar y comunicar poco, pero los ojos de ambos transmiten una calidez y vulnerabilidad que nos dice que en el otro encontrarán un alma comprensiva, más que la satisfacción inmediata de sus intenciones asesinas/suicidas.

Vampira humanista busca suicida carece del filo o crueldad de una verdadera película de terror. Comparte la aversión de su protagonista por la carnicería. Su momento más sangriento, cuando dos autoestopistas horrorizados son devorados por Denise, ocurre fuera de cuadro y concluye rápidamente. La comedia ha de encontrarse en el concepto mismo, más que en las situaciones que brotan de él. La película resulta más divertida en retrospectiva que al momento de verla. JP (Gabriel-Antoine Roy), un joven de quien Denise trata de alimentarse pero que termina convertido en vampiro también, es su personaje más explícitamente cómico. El lado más cachondo del género aparece solo en instantes. La escena en que Sasha se prepara para matar a Paul, con los dos bailando lentamente antes de sentarse en la cama de ella, se siente como el preludio a dos jóvenes que están a punto de perder su virginidad. El vampirismo como metáfora de la primera vez y un momento especialmente peculiar considerando que la película nunca alude a una tensión romántica entre ambos.

Vampira humanista busca suicida opera en un registro menor. La fotografía de Shawn Pavlin favorece composiciones simples y limpias, iluminadas mínimamente, que transmiten la melancolía de sus dos protagonistas adolescentes al mismo tiempo que permiten que sus ocasionales chistes se lean con claridad (la lenta reacción de Sandrine cuando Paul sugiere que quiere morir). Las vidas de Sasha y Paul son más depresivas que deprimentes. Su sufrimiento no es especialmente grande o trágico, simplemente no encajan en el mundo de los vivos ni en el de los no-muertos. Pero en ellas, detalles tiernos emergen. Las bolsas de sangre que los padres de Sasha le dejan antes de que se mude con Denise, señal de que les cuesta dejarla ir. El abrazo que Paul le da a Sandrine cuando él cree haber tomado su decisión. Éstos los atan a la vida y a un mensaje humanista al que la película puede llegar sin repetir los mismos clichés en contra del suicidio. Sasha y Paul se rebelan y conectan a través de su gentileza. Vampira humanista busca suicida es una película terriblemente ñoña, pero como alguien que fue terriblemente ñoño a esa edad, encuentro eso un poco encantador.


★★★


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