(28 Years Later; Danny Boyle, 2025)

Exterminio de Danny Boyle, si no fue el paciente cero, por lo menos fue caldo de cultivo para dos tendencias importantes para Hollywood: la de los zombis que no son zombis y la del video digital como sustituto del celuloide. Hoy en día el cine digital es el estándar de la industria; su tecnología se ha desarrollado tanto que a simple vista cuesta distinguir entre lo que se captura con una cámara digital y una análoga. Ese no era el caso cuando se estrenó Exterminio a inicios de los 2000. Boyle y el cinefotógrafo Anthony Dod Mantle, reconocido entonces por usar iluminación natural y cámaras caseras en mano en las películas del Dogma 95 danés, explotaron la tecnología primitiva para crear una crudeza y realismo inusual.

Por su parte, el subgénero de los “infectados” le dio nueva vida al zombi cinematográfico antes enquistarse en viejos clichés: la mirada cínica a un mundo que ha colapsado totalmente y la violencia sanguinaria libre de consecuencias morales. Los zombis tienen cuerpos humanos pero no son estrictamente humanos, lo que abre la puerta a masacrarlos con impunidad, de maneras creativas y sangrientas–el atractivo de comedias como El desesperar de los muertos o Tierra de zombies. Por su parte, las decisiones difíciles tomadas por los pocos humanos restantes para procurar su sobrevivencia, ayudan a que simples ejercicios de género se disfracen de cierta legitimidad y se den aires profundidad–como sucedió con la crecientemente tediosa serie de televisión The Walking Dead.

Exterminio: La evolución no es la primera secuela a la película de Boyle (Exterminio 2 llegó en 2007) pero los veintitantos años que han pasado desde la primera han creado nuevos caminos a explorar en lo que a zombis e imágenes digitales se refiere. Exterminio: La evolución parece saber lo que esperamos de ella, tanto narrativa como visualmente, por lo que se deleita con salirse de la norma y resulta una película refrescante precisamente por esa razón.

Mucho del crédito le pertenece también a Alex Garland, guionista de la película original, quien regresa para ésta. Garland diseña una primera parte que resulta engañosa porque nos da más o menos lo que esperamos. Su prólogo se sitúa en los primeros días de ese extremadamente contagioso virus parecido a la rabia y nos muestra a un niño escapando de una aterradora horda de contagiados que descuartiza a su familia para alimentarse de ella. Veintiocho años después, el contagio se ha extendido a todo Gran Bretaña, que ahora está aislada del resto del mundo. En su territorio, los humanos restantes deben sobrevivir entre los zombis. No obstante, una pequeña isla, conectada por un estrecho paso elevado, duramente fortificado y que se oculta cuando sube la marea, sirve de refugio para una comunidad de sobrevivientes.

Entre los habitantes de esta isla están Spike (Alfie Williams), y sus padres Jamie (Aaron Taylor-Johnson) y Isla (Jodie Comer). Para procurar los suministros que necesitan para subsistir, los residentes realizan viajes ocasionales fuera de ella. Dados los peligros, los miembros más jóvenes no hacen su primer viaje hasta los catorce o quince años, pero Jamie siente que Spike, de doce, está listo para iniciarse. En esta primera parte de la película, Jamie lo acompaña para que mate a su primer infectado y desarrolle sus habilidades de supervivencia. Isla protesta, diciendo que sigue siendo muy pequeño, pero no hay mucho que pueda hacer. Ella se encuentra confinada a su cama, consecuencia de una enfermedad que sigue siendo un misterio ya que en la isla no hay doctor que la pueda diagnosticar, mucho menos tratar.

El viaje de Spike y Jamie combina el suspenso de la supervivencia con la emoción de la violencia en el contexto de un rito de iniciación masculino. Padre e hijo se arman con arcos y flechas y salen de cacería. Cuando se encuentran con un zombi “rastrero”, que se alimenta de gusanos y gatea entre la tierra, Jamie le da a Spike la instrucción de dispararle. Cuando el niño finalmente lo hace, Jamie se llena de orgullo. Jamie insiste que los zombis no tienen mente ni alma y que, entre más de ellos mate, más fácil será. No es mera sed de sangre lo que lo motiva. Taylor-Johnson complementa esta filosofía violenta con calidez; se sobreentiende que, como padre, Jamie busca darle las herramientas físicas y mentales para que el niño se pueda valer por sí mismo. Mientras se refugian en una casa abandonada, Spike se lamenta su fracaso ante la horda que los persigue: le ganó el miedo y no logró disparar con certeza. Jamie, no obstante, lo tranquiliza diciéndole que no fue su culpa.

Boyle y Dod Mantle, quienes regresan a esta secuela, usan cada truco a su disposición para que esta primera parte sea tan emocionante como abrumadora visualmente. Exterminio: La evolución fue llamativamente filmada principalmente con iPhones. La decisión no es necesariamente sin precedentes, pero más que aprovechar los avances tecnológicos para crear una imagen parecida a la del cine digital actual, la película empuja su crudeza y practicidad al límite: partes de la imagen quedan en blanco absoluto, la cámara se coloca en docenas de posiciones dramáticas y una montura parecida a la que se usó para Matrix congela en un movimiento imposible el momento exacto en que flechas impactan a los zombis. El editor Jon Harris entrecorta entre ángulos desorientadores, imágenes lo que parece una visión nocturna teñida de rojo sangre, y material de archivo que, a manera de ensayo visual, crean una conexión mental entre los residentes de la isla y los arqueros del Enrique V de Laurence Olivier.

Esta primera parte hace una promesa que la película no cumple realmente, aunque la inversión de esta expectativa tiene finalmente un astuto sentido. En su excursión, Spike y Jamie se encuentran con zombis “rastreros” y “rápidos” pero también con un “alfa”, una variedad especialmente formidable por su fuerza, velocidad y resistencia a sus armas. Todo parece indicar que éste será el principal antagonista, pero la película gradualmente vira su interés hacia otras cosas. No diré mucho salvo que la tensa e inmediata lucha por la sobrevivencia termina convirtiéndose en un drama sobre un niño atrapado entre su lealtad a su padre o a su madre–el regreso heroico de Spike y Jamie a la isla plantea otro posible villano, una figura misteriosa llamada Kelson a quien Jamie identifica como un hombre especialmente sanguinario y perturbado, pero que igualmente se manifiesta con matices que no esperábamos.

Las sorpresas y giros de Exterminio: La evolución terminan siendo su mayor placer. Cómo esa película que promete la carnicería, crueldad típicos de un apocalipsis zombi lentamente se convierte en una tierna historia sobre un niño forzado a madurar, su íntima relación con su madre, el valor de la vida y la dignidad en la muerte y la importancia del amor en un mundo que parece haber perdido toda esperanza. Una revelación cerca del final recontextualiza los eventos anteriores en términos muy personales: la infección que se esparce por Gran Bretaña cobra sentido como una metáfora de la experiencia con la enfermedad.

Este tono solemne, más nunca pesado o cansado, hacen que su eventual final resulte un tanto chocante. Se trata de un gancho para una secuela dirigida por Nia DaCosta y cuyo estreno se espera el próximo año. Es un drástico cambio de tono, pero extrañamente congruente con una película que se divierte con sorprendernos. Exterminio: La evolución empieza como una película sobre cómo matar zombis es emocionante, se convierte en un íntimo drama humano que medita sobre la vida y la muerte y termina como una película sobre cómo matar zombis es emocionante. Admiro esa flexibilidad.


★★★1/2


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