(Chava Cartas, 2025)

Pocos dirían que Mirreyes contra Godínez fue una gran película, pero si alguna comedia mexicana reciente iba a ser el arranque de una franquicia, había peores lugares en dónde empezar. Mirreyes contra Godínez tenía a su favor una premisa simple, basada en la rivalidad de opuestos entre los mimados herederos de una fábrica de zapatos y los frustrados trabajadores de su oficina. Además, contaba con un elenco de actores simpáticos interpretando personalidades definidas, si no necesariamente muy originales. Incluso si entregas posteriores no seguían las mismas situaciones que la original, pasar el rato con sus personajes debería bastar para sacar algunas risas.

A la primera película de 2019 le siguió un especial de 2020 que giraba alrededor del home office, así como una película de 2022 que ocurría en un retiro laboral. Estos por lo menos eran escenarios familiares para quien haya trabajado en una oficina. Lo mismo no se puede decir de Mirreyes contra Godínez: Las Vegas. Su premisa es endeble y, a la manera de las comedias más flojas de Adam Sandler y compañía, más bien parece una excusa para que sus estrellas se vayan de vacaciones. El viaje a Las Vegas es motivado de manera tan perezosa que, incluso dentro de la película, es presentado como producto de un descuido total. Genaro (Daniel Tovar), ahora jefe de la empresa zapatera Mountain Top, olvida conseguir la firma de un cliente en uno de sus tratos más importantes. Ahora ese cliente ha fallecido y la única manera de arreglarlo es consiguiendo que su sucesor acepte el trato original.

La primera parte sigue un escenario que, por lo menos, en papel, es divertido e incómodo. Mirreyes y godínez, ahora amigos y aliados comprometidos con mantener la empresa a flote, deben averiguar quién de los tres hijos del cliente heredará su consorcio hotelero y hacerle un pitch exitoso con su familia en pleno duelo. Esta secuencia ocupa apenas unos minutos, poco más que la duración de un sketch, lo que no es necesariamente malo. El problema aparece en la ejecución. En lo que se siente como un intento desesperado por inyectar dinamismo, la película corta entre el equipo explicando su plan en la oficina y poniéndolo en acción momentos después. Salta hacia adelante y hacia atrás, poniéndose en movimiento antes de que las bases estén establecidas.

Esto, más que inyectarle vida, solo crea confusión. Es el equivalente a gran escala de cuando una escena de acción se alarga y, para no aburrir al público, se recortan pedazos de cada toma. Esto solo produce una escena que se siente más larga, pues no nos da tiempo de procesar todo lo que hemos visto y el ritmo y tono no varían–hay, técnicamente una excepción cerca del final: después de una hora de pura bufonería, la película trata de ponerse emotiva recapitulando las vidas y relaciones de sus personajes, pero el intento se siente hueco. Mirreyes contra Godínez: Las Vegas, dura apenas 85 minutos, pero éstos se sienten eternos.

Cuando el equipo de Mountain Top descubre deben seguir al sucesor a Las Vegas, la película se encuentra con un problema más. Muchas secuelas de comedia suelen tropezarse porque los roles de sus personajes están dictados por su función en la narrativa original. Cuando la situación cambia, el trabajo del guion es el de darles algo que hacer, lo que sea, con tal de mantenerlos en pantalla. Ver a mirreyes y godínez juntos en el avión no es nada extraordinario, pero estas escenas por lo menos sirven para que este grupo, que se volvió simpático como grupo, se siga comportando como grupo. Una vez en Las Vegas, cada uno se mete en sus propios enredos y la película se convierte en una serie de banales subtramas.

Genaro trata de pedirle matrimonio a Michelle (Regina Blandón), su novia y compañera en la presidencia de la empresa; Nancy (Diana Bovio) y Shimon (Alejandro de Marino) quieren disfrutar la ciudad, pero dejan a su bebé con una niñera cuestionable; Goyita (Michelle Rodríguez) enamora a un gringo vaquero y después se va con Sofi (Gloria Stalina) a contar cartas en una mesa de blackjack; Conan (Christian Vázquez) tiene su propio romance súbito con una cantante famosa, con Rich (Robert Aguire) acoplándoseles.

Muchas cosas pasan. Clichés eternos de Las Vegas, como los imitadores de Elvis, las bodas impulsivas, casinos tantos de lujo como clandestinos, son revisitados de manera inconsecuente. Mirreyes contra Godínez: Las Vegas olvida que las comedias caóticas necesitan una base de normalidad para que su caos se sienta como una verdadera ruptura del orden. En ellas, la comedia brota de sus personajes metiéndose en enredos aun cuando intentan actuar de manera más o menos razonable o congruente con su personalidad o alguna de sus metas. Mirreyes contra Godínez: Las Vegas no ofrece tal contexto. Sus personajes corren, se besan, se golpean o tiran tarjetas de crédito solo porque sí. Es como escuchar el remate de un chiste tras otro, sin tener idea de cómo empezaron. La cacofonía de su trama viene acompañada de montajes acelerados mostrando a sus personajes de fiesta (quizá pensando que, si ellos se divierten, nosotros lo haremos también) y una música que nos dice exactamente qué debemos sentir, sin efecto.

Alguien que lea esto puede preguntarse: ¿pues qué esperaba? Mirreyes contra Godínez: Las Vegas suena a todo lo que está mal con el cine mexicano. Efectivamente, creo que cuando alguien dice que todo el cine mexicano es malo se imagina una película prácticamente igual a ésta. Pero no la habría visto si no hubiera pensado que, al verla, me la iba a pasar más o menos bien–me reí un par de veces, uno de los chistes que aterrizaron para mí fue Genaro metiendo jerga de oficina a su pedida de mano; es un toque de comedia que brota de su personalidad ñoña y adicta al trabajo.

En ambos lados de la cámara hay gente cuyo trabajo he disfrutado. Bovio en particular está genial en la adaptación para la televisión de Mentiras: El musical. Una de sus cuatro guionistas, María Hinojos, escribió la excelente Cindy la regia, una película cuyo sentido del humor nace de una heroína bien delineada y de la que es muy fácil encariñarse (entre menos hable del guiño que Mirreyes contra Godínez: Las Vegas le hace, mejor). Incluso el director, Chava Cartas, no hace mucho hizo una tierna película sobre la adolescencia sin salirse de su nicho en la comedia comercial, Sobreviviendo mis XV. Vi Mirreyes contra Godínez: Las Vegas porque creo que películas de su tipo pueden ser mejores. La primera lo fue.



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