(Wonder Woman; Patty Jenkins, 2017)

Los superhéroes del Universo Extendido de DC, la reciente serie de adaptaciones cinematográficas de los íconos de los cómics inaugurada por El hombre de acero de Zack Snyder, son básicamente dioses en la Tierra. Esto ha funcionado mayormente en contra de la emergente franquicia y le ha dificultado ponerse al nivel de su mayor competidor y modelo a seguir, el Universo Cinematográfico de Marvel, cuyos personajes siempre han sido más accesibles (hasta Thor, un literal dios nórdico en la Tierra, resulta más humano que el Batman de Ben Affleck). En su encarnación más reciente, los héroes de DC son criaturas invulnerables de descomunal poder, tan removidos de la humanidad y tan indiferentes a sus predicamentos que resultan arrogantes e inhumanos, lo que los convierte en protagonistas desagradables y a quienes resulta insoportable acompañar a lo largo de una película, no se diga de un universo cinematográfico (al enfocarse en un elenco de modestos poderes, Escuadrón suicida esquivó este problema pero se tropezó con decenas de otros). La Mujer Maravilla, la estrella de la película del mismo nombre de Patty Jenkins, enfrenta directamente al divino problema de DC, y emerge con una solución. Esta Mujer Maravilla puede levantar un tanque de guerra con sus propias manos y derribar la torre de una iglesia con un golpe de su escudo, pero su mayor muestra de poderío es ser la rara protagonista de una película del Universo Extendido de DC que se eleva por encima del estándar de la película de superhéroes contemporánea.

Mujer Maravilla no es una película perfecta, pero sus mayores problemas: el que el desarrollo de sus personajes ocurra principalmente a través del diálogo y no de acciones, el que su villano sea poco formidable o memorable, y el que su historia simple y familiar fluya a un ritmo acelerado que no permite determinar si las acciones de sus personajes en verdad tienen sentido, ya se acostumbran en el cine de superhéroes. Estos problemas son fáciles de ignorar, pues Mujer Maravilla cuenta la historia de un personaje verdaderamente heroico e inspirador y la cuenta bastante bien. Después de un prólogo mayormente innecesario que vincula a la película con los eventos de Batman vs. Superman: El origen de la justicia, Mujer Maravilla retrocede en el tiempo para contar cómo Diana (Gal Gadot), la inmortal princesa de Temiscira, una isla paradisíaca poblada por las míticas mujeres guerreras Amazonas, se ganó su armadura y escudo. La única niña en la isla, Diana sueña con ser una guerrera como su madre Hippolyta (Connie Nielsen), pero ésta se lo prohíbe, buscando protegerla de Ares, medio hermano de Diana y dios de la guerra.

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Pero Diana es idealista, intrépida, y no se va a quedar sin hacer nada. Cuando Steve Trevor (Chris Pine), un espía estadounidense cuyo avión es derribado cerca de la costa de Temiscira, llega con noticias de lo que entonces era “la guerra para acabar con todas las guerras,” ahora la Primera Guerra Mundial, el primer instinto de Diana es ayudarlo. Trevor trae en sus manos el cuaderno de la doctora Isabel Maru (Elena Anaya, vistiendo una parcial máscara que espero sea un guiño a su papel en La piel que habito de Pedro Almodóvar), una científica loca que desarrolla armas químicas para el General Ludendorff (Danny Huston), un obsesivo y renegado militar alemán. Las nuevas armas de Ludendorff ponen en peligro el armisticio a punto de celebrarse entre los poderes en pugna y auguran miles de muertes más, por lo que Steve necesita llegar a Londres a advertir a sus superiores. Sospechando que la Gran Guerra es obra del mismo Ares, Diana acepta acompañarlo con la condición de que éste la lleva al frente de batalla, donde espera encontrar a Ares y derrotarlo.

Pine, un ágil actor cómico cómico atrapado en el cuerpo de un héroe de acción, se siente un poco fuera de lugar en el papel de un cínico soldado acomplejado por los horrores de una guerra complicada; Gadot, imponente y solemne, se muestra algo incómoda cuando el papel le exige mostrar emoción de verdad. No obstante, entre sus dos personajes emerge una simpática relación, con Steve esforzándose por que la excéntrica Diana pase desapercibida en el mundo real. Esto es difícil pues Diana todavía aborda el mundo con la inocencia de una niña que ve el mundo en términos de buenos y malos (y que se queda maravillada cuando prueba su primer cono de nieve), y desconoce por completo los roles de género de principios del siglo XX, particularmente en lo que al matrimonio y vestido se refiere. Esto le permite a la película coquetear con el comentario social. “¿Cómo le hacen las mujeres para pelear en esto?,” dice Diana cuando se prueba un vestido. “De dónde yo vengo a eso se le llama esclavitud,” dice cuando Steve le explica a qué se dedica su secretaria Etta Candy (Lucy Davis).

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Mujer Maravilla, la primera película de superhéroes de alto presupuesto dirigida por una mujer, presta particular atención al rol histórico de la mujer y reconoce los deseos y necesidades de sus personajes femeninos a través de pequeños detalles que películas similares típicamente ignorarían. La doctora Maru es teñida con algo de tragedia; una mujer entregada devotamente a alguien que claramente la está utilizando, simplemente porque éste le muestra el mínimo de aprecio y admiración. El romance entre Diana y Steve, por otra parte, nace del deseo de ella y no del de él (no es que él no esté también interesado). Diana se define en sus propios términos; su heroísmo no ocurre una vez que se le obliga a asumir el rol de un hombre, cómo a James Cameron se le ha criticado de hacer en Aliens, el regreso y Terminator 2: Juicio Final. Ya sea al marchar valerosamente hacia las trincheras enemigas o al asumir un rol más tradicional cuando Steve le enseña a bailar, es claro que lo hace por decisión propia. Mujer Maravilla encuentra al Universo Extendido de DC finalmente aprendiendo las lecciones correctas de su mayor competidor. Como Iron Man – El hombre de hierro, su historia emerge orgánicamente de la personalidad de su protagonista. Y la comedia de pez fuera del agua de Thor y el sabor de época de Capitán América: El primer vengador son efectivamente replicadas para crear una pieza de entretenimiento emocionante y enfocada.

Al mismo tiempo, Mujer maravilla conserva algo de la estampa visual de Snyder, el arquitecto original de su universo, con colores apagados y una secuencia de acción en una playa que recuerda a su idiota pero impresionante épica espartana 300. Pero quizá más notable es la manera en que Mujer Maravilla aborda la estatura casi divina de los personajes de DC. Mujer maravilla es, extrañamente, una versión de El hombre de acero que funciona. Como la historia de la película de Snyder sobre Superman, la historia de Mujer Maravilla gira alrededor de un cliché, el del villano tentando al héroe para que éste se una a su lado. La poca familiaridad de Diana con la humanidad, habiéndola visto sólo a través de la guerra, hace el argumento de Ares sea un poco más convincente y su tentación algo más dramática. El suspenso no se encuentra en que Diana, una inmortal descendiente de los dioses, sea destruida, sino en que ésta, una diosa con razones para darle la espalda a la humanidad, acepte su potencial papel de supervillano. El clímax emociona con un conflicto interno que evoca el de El imperio contraataca, y permite que la relación de Diana Prince y Steve Trevor culmine de manera brillante. Mujer Maravilla no es una gran película de superhéroes, pero es muestra de cómo el prestarles atención a los personajes y dejar que los superhéroes sean héroes puede hacer que una menguante franquicia finalmente tenga la oportunidad de brillar.

★★★1/2