(Three Billboards Outside Ebbing, Missouri; Martin McDonagh, 2018)

Tres anuncios por un crimen es una película sobre lo fácil que es ser mala persona y lo difícil que es ser una buena; el director y guionista Martin McDonagh orquesta las acciones de sus personajes con esta idea siempre presente. La película abre con una tragedia que está fuera de su control, pero de todo lo que sucede más adelante, sólo ellos son responsables. “La violencia sólo engendra más violencia,” dice un personaje secundario ya avanzada la película, pero la madre afligida y los dos policías que se encuentran al centro de esta tragicomedia igualmente no pueden escapar de la espiral descendente de violencia en la que están atrapados. Tres anuncios sabe que el detenerse y tratar de hacer lo correcto requiere un esfuerzo consciente y no ofrece la satisfacción visceral que la ira ciega trae consigo. Que el tratar de perdonar nos vuelve vulnerables y que hacer el mal, nos guste reconocerlo o no, a veces se siente bien.

Hay pocas películas que de verdad se atreven a enfrentar este lado tan cruel de la naturaleza humana. Bueno, hay pocas películas que de verdad se atreven a enfrentar este lado tan cruel de la naturaleza humana y aun así llaman la atención de los premios de la Academia (una celebración conocida por su preferencia hacia películas que hacen tratan de hacer sentir bien). Y si bien las observaciones de Tres anuncios resultan convincentes, su vulgar y poético diálogo provoca numerosas risas, y ninguno de los eventos que acontecen en ella parece descabellado o fuera de lugar, la película no funciona del todo. Es una incongruente mezcla de tonos con personajes que frecuentemente caen en lo simplista. La película no se decide si quiere ser realista o alegórica, una comedia negra o un cuento moralista. Este desorden distrae demasiado de lo que sea que McDonagh trataba de decir en un principio.

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Frances McDormand interpreta a Mildred Hayes, una dura e imparable madre de familia acongojada por la violación y muerte de su hija Angela (Kathryn Newton). Frustrada porque la policía local no ha podido encontrar al culpable, Mildred renta tres espectaculares en un pedazo de carretera prácticamente abandonado y coloca en ellos un mensaje que condena su incapacidad para producir resultados. Uno de los carteles menciona específicamente al jefe Bill Willoughby (Woody Harrelson), bien querido en la comunidad de Ebbing, Missouri. Willoughby le trata de explicar a Mildred por qué no han podido arrestar a nadie. El ADN encontrado en la escena del crimen no corresponde a ningún criminal registrado y no hay pistas que puedan hacerlos proceder en el caso. Los anuncios no van a cambiar eso, pero Mildred igualmente se rehúsa a quitarlos. Incluso cuando Willoughby le confiesa que sufre de cáncer de páncreas, ella no retrocede. La reacción de Mildred es cortante pero no incomprensible. La muerte de Angela sigue demasiado fresca en su mente y Willoughby, ella percibe, no entiende por lo que está pasando. Ella va a hacer todo lo posible porque así sea. Además, la medida surte efecto: Willoughby trata de abrir el caso una vez más, aunque sea sólo para que Mildred lo deje en paz.

Los anuncios, sin embargo, hacen de Mildred un paria social; el pueblo que se apiadó de ella tras la muerte de Angela no está dispuesta a acompañarla ahora que decide atacar al jefe de policía. Hay una escena en que a Mildred la confronta un sacerdote que ha escuchado quejas dentro de su congregación, otra en la que se pelea con un dentista que es buen amigo de Willoughby. La primera parte de Tres anuncios nos prepara para una historia sobre la barrera entre lo público y lo privado, sobre cómo nos gusta juzgar a la gente desde una distancia segura y sobre cómo la corte de la opinión pública es finalmente lo que determina la resolución de un caso. Sobre cómo la iniciativa y la tenacidad tienden a ser mejor apreciadas por la sociedad cuando aparecen en un hombre y el culto muy estadounidense a la policía. Pero la película finalmente tiene poco interés en lo que el pueblo tiene que decir, o en cualquier cosa que no tenga que ver con Mildred o Willoughby y sus compañeros. Su mundo es frustrantemente pequeño. Los anuncios sí repercuten en la relación de Mildred con su hijo Robbie (Lucas Hedges), pero éste contribuye tan poco y tiene tan poca personalidad que podría haberse eliminado sin cambiar el curso de la historia.

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La sustancia de Tres anuncios es finalmente la dinámica que se desarrolla entre Mildred, Willoughby y Jason Dixon (Sam Rockwell), un oficial de policía infame por torturar a un prisionero negro que estaba en custodia–el racismo es otra de las cosas que la película pone sobre la mesa sin ahondar mucho–y es emocionante verlos compartir una escena en cualquier configuración. Mildred Hayes recuerda un poco al personaje que McDormand interpretó en Fargo, secuestro voluntario, una mujer igual de imparable pero que era toda gentileza y bondad. Comparar ambas películas una después de la otra pone en relieve su increíble rango actoral. Rockwell, como actor, siempre se visto cómodo dentro de la intersección entre lo idiota y lo perturbado y no me sorprende para nada escuchar que McDonagh escribió el papel con él en mente. Harrelson también es bueno, y su actuación, como en el caso de McDormand y Rockwell, nos sugiere una personalidad más complicada que la que sus acciones sugieren. Ellos son capaces de cosas extremas, no porque no les importen los demás, sino porque les importan más otros: a Mildred su hija, a Willoughby su esposa (Abbie Cornish) y sus dos hijas, y a Dixon el mismo Willoughby.

Harrelson, McDormand y Rockwell mantienen a la película aterrizada en la realidad aun cuando las tragedias que acontecen a lo largo de la historia parecen hacerlo por azar y coincidencia y el diálogo que intercambian sus personajes se siente un poco pulido de más, como si se esforzara por ser ingenioso. Hay momentos que estiran la credulidad (el hombre que Dixon se encuentra en un bar, cierta escena que involucra un incendio) y frases que a Tarantino le gustarían habérsele ocurrido (el monólogo que Mildred le suelta al sacerdote local). Estos elementos funcionan por separado, pero contrastan demasiado con el tono solemne y melancólico que crean la fotografía de Ben Davis y la música de Carter Burwell. Una muy intensa confrontación entre Mildred y su exesposo Charlie (John Hawkes) es descarrilada por la novia joven de él haciendo una incómoda observación que parece debería venir acompañada de risas grabadas. Ninguna escena explica mejor el incongruente universo de Tres anuncios que la única en que Angela Hayes aparece con vida. Angela, enojada y cansada de pelear con su madre por cosas que no importan mucho sale de la casa diciendo hiperbólicamente que quisiera que la violen y maten momentos antes de que la violen y la maten. Recuérdese que todo lo que sucede en la película nace de este pequeño incidente. Una gran película podría recuperarse de un momento como éste, pero Tres anuncios por un crimen no es esa película.

★★1/2