(Amat Escalante, 2018)
La región salvaje, la nueva película de Amat Escalante, es explícita y abiertamente sobre el sexo, pero específicamente sobre cómo éste es a la vez algo primitivo y construido, algo animal y algo social. La primera escena de la película, la que viene después de una toma de efectos visuales de un meteoroide (la explicación para esta toma sin contexto llega más adelante) encuentra a una mujer desnuda gimiendo de placer. La cámara retrocede para revelar que lo que la está haciendo sentir así no es ella misma u otra persona sino un tentáculo que le pertenece a una criatura que no alcanzamos a ver. La imagen es inquietante pero para nada nueva. El sexo entre humanos y criaturas con tentáculos tiene una larga historia en la cultura que no vale la pena discutir aquí. Basta decir que en la película de Escalante la criatura es una representación de los deseos más primitivos del ser humano, ese vínculo con un instinto básico que siglos de civilización han tratado de difuminar y complicar.
Una vez que la criatura termina con ella, Verónica (Simone Bucio) queda extasiada, pero también está herida. Lo que sigue es mitad película de terror, mitad drama realista y sombrío con toques metafóricos. El drama realista sigue principalmente a Alejandra (Ruth Ramos), una joven mujer casada con Ángel (Jésus Meza), un empleado de construcción, con el que tiene dos hijos. Alejandra tiene un hermano, Fabián (Edén Villavicencio), un enfermero [Nota: Edén fue maestro mío en un diplomado de actuación]. Fabián conoce y se hace amigo de Verónica cuando ésta llega al hospital a tratar sus heridas. Los oficios de los personajes nos dicen mucho de ellos, tanto de cómo los perciben y cómo les gustaría que los percibieran. A Fabián, quien desempeña una profesión tradicionalmente femenina, se le refiere despectivamente como homosexual. Ángel, quien por supuesto trabaja en un área tradicionalmente masculina, es la principal fuente de estas burlas. Alejandra, cuya vida es dictada mayormente por su esposo y la madre de éste, trabaja en la fábrica de obleas de su suegra (Andrea Peláez). Verónica, quien es mayormente un misterio, es una nómada sin hogar o labor fija.
El rumbo que toma La región salvaje es dictado por las complicadas relaciones de estos cuatro personajes, quienes no necesariamente son lo que parecen a primera vista. Nuestra primera impresión de Alejandra es la de un ser asexuado, pero esto no quiere decir que sus deseos no existan, meramente que estos son ignorados. Verónica y Fabián empiezan a salir, pero si hay una verdadera atracción entre ellos no es del todo claro. Fabián, en efecto es gay, lo vemos encontrarse en un bar con un hombre al que lleva a su casa a tener relaciones sexuales. Ese hombre, en un giro telenovelesco, resulta ser Ángel, quien para esconder su aventura con el hermano de su esposa se apoya por demás en el cliché del macho mexicano: bebe cerveza, es dominante y voluble, y por las mañanas despierta a Alejandra con sexo que ninguno de los dos parece disfrutar.

Heli, la última película de Escalante me dejó algo frío porque su violencia a ratos parecía injustificada, incluida por ninguna razón otra que la de impactar-es reconfortante, supongo, creer que la atrocidad del narco no tiene otra explicación que la maldad pura, pero películas como La libertad del diablo de Everardo González demuestran que hasta ésta tiene una cruel lógica. Pero en La región salvaje, Escalante le presta tanta atención a lo que sus personajes sienten y a sus deseos más profundos, que sus acciones nunca se sienten fuera de lugar, aun cuando escalan en violencia y crueldad. La región salvaje es la rara película consciente de lo mucho que el deseo sexual influye en el comportamiento humano. Hasta la pareja mayor que cuida a la criatura en una cabaña en medio del bosque le entran las ganas.
Si bien el deseo sexual es algo que nace dentro del individuo, su satisfacción (frecuentemente) lleva a necesitar de otra persona. Pero al mismo tiempo que no podemos controlar nuestros deseos, tampoco podemos controlar los deseos de otra persona, ni las normas sociales que frecuentemente nos dicen qué debemos sentir. Los animales, libres de la carga del libre albedrío, no necesariamente tienen ese problema. La persona que nos rechazan y las reglas del comportamiento, en un nivel fundamental, nos están negando la posibilidad de satisfacer nuestros impulsos más profundos. Es difícil no amargarse por eso y dejarlo transformarse en algo destructivo. Las motivaciones de los personajes de La región salvaje nacen precisamente de esta frustración. ¿Cómo se sentirá Ángel cuando Fabián prefiere pasar el tiempo con Verónica? ¿Cuándo sus padres prácticamente lo desheredan cuando descubren su homosexualidad? ¿Cómo se sentirá Alejandra al saber que su esposo lo engaña con su propio hermano? ¿Y Verónica, cuando se da cuenta de que la criatura de placer puro también puede ser caprichosa?
Cómo lo que se esconde debajo del denso follaje del bosque, lo que Alejandra, Ángel, Fabián y Verónica sienten no es inmediatamente apreciable. Lo que desean y lo que se espera de ellos se pelean constantemente en su interior. Al mismo tiempo que La región salvaje es un muy deliberado ensayo sobre lo animal y lo civilizado, también es una bien elaborada, chocante pieza de género. Me recordó mucho a Las hijas de Abril, otra película en la que un director mexicano utilizó las convenciones de un género establecido (el melodrama en la película de Michel Franco, el horror en la de Escalante) para explorar las complicadas emociones de sus personajes a la vez que mantenía el estilo pausado que los hicieron destacar en los festivales de cine internacionales. La región salvaje está llena de toques geniales: una toma que sigue a Verónica del interior de la cabaña a un paisaje campirano envuelto en niebla, una chirriante partitura que recuerda a los clásicos del cine de terror, una criatura con cuya revelación Escalante juega ingeniosamente, un bien colocado momento de comedia que involucra una pistola. Todo al servicio de la idea de que nuestros deseos son peligrosos, pero ignorarlos puede serlo todavía más.