(Spider-Man: Into the Spider-Verse; Bob Persichetti & Peter Ramsey & Rodney Rothman, 2018)

Spider-Man: Un nuevo universo bien puede ser el mejor ejemplo de un tipo muy específico de película de superhéroe. Como LEGO Batman: La película, Deadpool y su secuela reciente y la adaptación cinematográfica de Los Jóvenes Titanes en acción, esta nueva aventura de Spider-Man posee un estilo visual poco convencional, una historia contenida y bien contada que sintetiza el atractivo duradero de su personaje y un sentido del humor que recompensa a aquellos que conocen no sólo la densa mitología de los cómics, sino también qué estudio de Hollywood tiene los derechos de cada personaje y bajo qué condiciones.

Lo primero que de ella llama la atención es su particular estilo de animación, tan novedoso y sin precedentes que el estudio responsable busca patentar las técnicas que se usaron en su creación. De verdad que es una maravilla. Las películas de cómics han estado con nosotros desde hace décadas, y su ola de popularidad más reciente ha sido especialmente duradera, pero pocas de ellas han tratado de verdad de emular el estilo visual del formato en que nacieron–quizá porque la única que se atrevió, Hulk de Ang Lee, fue un fracaso de taquilla.

Un nuevo universo experimenta con una mezcla de animación en dos y tres dimensiones, en el que sus personajes habitan espacios complejos con una geografía reconocible, pero mantienen la expresión de algo dibujado por una mano humana. Onomatopeyas, burbujas de diálogos, líneas de acción y hasta lo que parecen errores de impresión son algunos de los recursos que la película adopta de las páginas del cómic. La película mantiene una rica textura a la vez que no se deja restringir por las reglas de cualquier universo físico. Su clímax interdimensional es especialmente deslumbrante en cómo permite que sus personajes salten entre edificios en los que no se sabe dónde es arriba y dónde es abajo o floten sobre fondos que parecen sacado de la secuencia de “Júpiter y más allá del universo” de 2001: Odisea del espacio.

Tanto o más atrevido es que ésta es la primera película de Spider-Man que no se enfoca en su encarnación original. Un nuevo universo es la primera aparición en la pantalla grande Miles Morales (voz de Shameik Moore), un adolescente de Brooklyn de ascendencia puertorriqueña y afroamericana que lidia con problemáticas acordes. Se siente un tanto avergonzado de su padre policía Jefferson (Brian Tyree Henry) mientras que admira a su tío buena onda Aaron (Mahershala Ali). Un joven de mente brillante, a Miles se le ofrece la oportunidad de estudiar en una prestigiosa escuela privada, pero resiente estar rodeado de niños más ricos que él y escapa en las páginas de su cuaderno de dibujos. Su contexto está bien delineado; las diferentes clases sociales en las que existe informan su persona sin necesariamente convertirse en un punto focal de la trama.

spider man un nuevo universo_1

Miles es el Spider-Man al que el título de la película se refiere, pero no es el único que aparece en ella. Está una versión híper competente y amada de Peter Parker (Chris Pine), quien muere tratando de detener el plan siniestro de la mente maestra criminal Wilson Fisk / Kingpin (Liev Schreiber)–y un diseño genial en que parece tener el tamaño de un elefante, y viste un traje tan negro que en primeros planes parece una cabeza flotando en un vacío–, quien acaba de construir un acelerador de partículas que le permite abrir portales a dimensiones paralelas (la película usa la física cuántica de la misma manera en que lo hacen los cómics, es decir, como magia).

De múltiples dimensiones aparecen distintas versiones de Spider-Man. Peter B. Parker (Jake Johnson), un divorciado deprimido con un sentido del humor sobre sí mismo, y la astuta y sarcástica Gwen Stacy (Hailee Steinfeld) más o menos encajan con el tipo de superhéroe al que las películas de Marvel y DC nos han acostumbrado. Otros, sin embargo, existen más como vehículos para que los directores Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman jueguen con los estilos animados de otras épocas y formatos: la joven Peni Parker (Kimiko Glenn) y su traje de pelea SP//dr están inspirados en la animación japonesa, Spider-Man Noir (Nicolas Cage) en el cine negro y la ficción barata de los treintas y cuarentas; y el cerdo (literal) Spider-Ham en las caricaturas de los Looney Tunes.

Un nuevo universo se toma tan a pecho el mito de Spider-Man. Con esto no me refiero sólo a su complicado universo y a la mercadotecnia que de él se desprende, sino lo que el personaje representa, ese espíritu abstracto que lo ha hecho perdurar por años. Miles Morales y los demás Spider-Man comparten el haber perdido a un ser querido y el que finalmente decidieron usar sus poderes para el bien. Como toda gran película de su categoría, Un nuevo universo sabe contrastar a su(s) héroe(s) con un villano que es su imagen opuesta: alguien que sufre lo mismo pero termina consumido por un fin destructivo y egoísta. El guion, a cargo del director Rothman y Phil Lord (él y su colega Christopher Miller son dos de los productores de la película), se esfuerzan para que ésta idea no se pierda en un mar de personajes, referencias y chistes visuales.

Encontré mucho que admirar en Un nuevo universo pero, por más que traté, nunca me encantó. La acción se mueve demasiado rápido, nunca permitiendo que sus momentos más emotivos, aquellos entre Miles y su padre, su tío y Peter B. Parker, cobren la gravedad que deberían. Por lo mismo que la película constantemente deslumbra en un nivel visual, me costó recordar una imagen que destacara sobre todas las demás (aunque Miles saltando de un edificio y pareciendo caer hacia arriba se acerca bastante). Y aunque muchos de sus trucos, sobre todo aquellos que tienen que ver con su animación eran totalmente nuevos; otros, como su tendencia a romper la cuarta pared resultaban demasiado familiares.

★★★1/2