(Marriage Story; Noah Baumbach, 2019)

Historia de un matrimonio es un latigazo emocional desde sus primeros momentos. La nueva película de Noah Baumbach abre con un montaje en el que la pareja casada de Charlie (Adam Driver) y Nicole Barber (Scarlett Johansson) cuenta lo que aman el uno del otro, desde sus rasgos de personalidad más evidentes a los detalles triviales que uno llega a notar solo después de años de vivir juntos. Preciosas escenas domésticas, muchas al lado de su hijo Henry (Azhy Robertson), acompañan la narración. Entonces la película, editada por Jennifer Lame, corta a ellos dos en la oficina de un terapeuta, sosteniendo hojas de papel y apenas mirándose el uno al otro. Han decidido divorciarse y lo que acabamos de ver fue un ejercicio propuesto por el psicólogo. Éste advierte que las cosas se van a poner difíciles para ambos y es importante saber qué fue lo que los unió en primer lugar.

Uno se pregunta qué paso entre estos dos. O si las palabras que acaban de decir alguna vez fueron verdad. Pero hay poco tiempo para considerarlo, pues hay preocupaciones más inmediatas. Charlie y Nicole han decidido manejar la separación de manera amistosa: no involucrar abogados y repartirse tiempo de calidad con Henry. Pero las cosas se complican. Nicole, una actriz, se va a Los Ángeles para filmar un piloto de televisión, llevándose a Henry. Charlie, director de teatro, se queda en Nueva York preparando el estreno en Broadway de su nueva obra. Una vez en Los Ángeles, Nicole se deja llevar por su madre Sandra (Julie Hagerty) y se reúne con Nora Fanshaw (Laura Dern), quien presiona a Charlie para conseguirse un abogado también.

La medida encuentra a Charlie desprevenido, pero no es como que en el matrimonio ella sea el villano y él la víctima. Ambos contribuyeron al deterioro de la relación, no por malicia; sin darse cuenta, el carácter de cada uno cedía mucho o no lo suficiente al del otro. Fueron Charlie y su compañía de teatro lo que le permitieron a Nicole convertir su papel en una olvidable comedia adolescente en una aclamada y satisfactoria carrera en escena. A medida que la compañía creció, también lo hizo la confianza de Nicole en sí misma, pero el férreo control que Charlie ejercía sobre ella no era compatible con la ambición de ella de también dirigir. Es un tanto triste verla grabando el piloto de televisión en lo que es claramente una burla de las producciones de Hollywood abundantes de efectos visuales, pero por lo menos es algo que ella puede decir es suyo y no de Charlie.

Historia de un matrimonio_2 copy.png

De manera astuta, Baumbach contrasta el proceso del divorcio con sus vidas en escena. Es simpático ver a la compañía teatral, comentando entre ellos lo que saben de su separación, hacer la función de un coro griego. Pero una razón más profunda es que tanto el divorcio un grado de interpretación ante un público. Cómo le dice Jay Marotta (Ray Liotta), el primer abogado a quien Charlie consulta, todo se trata de “cambiar la narrativa”. La decisión del juez en lo que se refiere a la custodia de Henry, es menos sobre qué es lo mejor para el niño, sino sobre quién de los dos padres parece ser mejor para él.

Duele que tanto Charlie como Nicole terminen creyéndose esto. Y de alguna manera, entendemos que no pueden evitarlo. Es un proceso en el que tienen poca injerencia; son sus abogados quienes en verdad guían el camino. Conforme el divorcio se acerca cada vez más a volverse una realidad, Charlie se da cuenta de que las decisiones que él y Nicole pensaron haber hecho en conjunto como lo mejor para la familia, como el que Henry continúe la escuela en Los Ángeles, sólo hacen que Nicole quede mejor a los ojos de la corte. ¿Será que ella lo pensó así desde el principio? A medida que la separación se parece cada vez más a una batalla con un perdedor y un ganador, Charlie sólo puede pensar lo peor de ella.

Historia de un matrimonio es una película intensa y emotiva, construida sobre dos actuaciones que puede ser fácil subestimar porque no hay ningún artilugio en el trabajo de Johansson y Driver; meramente navegan con tanta naturalidad las complicadas emociones que el guion pone frente a ellos. La mejor escena de Johansson es quizá su monólogo en la oficina de Nora, en el que relata su historia con Charlie de manera tan conmovedora que uno casi se olvida del mundo a su alrededor (la forma en que la cámara se mueve de un plano abierto a un primer plano de su rostro ayuda a perfeccionar la ilusión). Driver, por su parte, tiene un momento genial en el que le grita a Nicole todos los rencores que se ha guardado con el tiempo, para justo después llorar en su regazo, golpeado por la fuerza de lo que acaba de decir.

Historia de un matrimonio_1 copy.png

Tanto como avanzar la trama, los respectivos abogados de la pareja tienen también la oportunidad de brillar y construir personajes bien delineados y memorables. Pienso en el monólogo de Nora sobre los distintos estándares que se usan para juzgar a las madres y a los padres; o el tono tan deliberado y pausado de Bert Spitz (Alan Alda), la más conciliadora segunda opción a la que Charlie recurre después de desilusionarse con Jay, a quien Baumbach introduce en medio de un vertiginoso día en Los Ángeles.

Pero tan devastadora como llega a ser, Historia de un matrimonio sigue siendo reconociblemente una comedia de Baumbach y de hecho son sus momentos más absurdos y tiernos los que golpean con más fuerza. Hablo de la escena en que Charlie trata de esconder una herida (simbólicamente importante, cabe mencionar) que se hizo accidentalmente frente a una evaluadora determinada por la corte (Martha Kelly, brillantemente inexpresiva). O la escena en que Nicole le da a su nerviosísima hermana Cassie (Merritt Wever), la tarea de entregarle los papeles del divorcio a Charlie. Baumbach empuja a sus personajes a hacer el ridículo, pero el tono nunca se vuelve uno de farsa, pues siempre tiene una motivación humana.

En conjunto con el director de fotografía Robbie Ryan, Baumbach construye una atmósfera íntima y espontánea, sin tener que recurrir a la estética de una película casera. La textura de la fotografía, colores cálidos y un tanto opacos, crean un ambiente de intimidad y azar en el que uno siente que no puede predecir qué va a ser de este matrimonio. Y aunque la película nos lleva de una viñeta casual a otra, incluyendo dos momentos musicales para cada una de sus estrellas, está también estructurada de manera tan circular y conciliadora, su final diseñado perfectamente para hacernos poner en perspectiva cómo el afecto entre su pareja central se transformó, más que disiparse.

★★★★