En México, las salas de cine se encuentran abiertas de nuevo, pero la contingencia sanitaria por COVID-19 continúa. Si deciden ver Jurassic World Dominio o cualquier película en cines, asegúrense de seguir las recomendaciones de higiene y seguridad pertinentes.
(Jurassic World Dominion; Colin Trevorrow, 2022)
Tal vez Parque jurásico nunca debió inspirar toda una franquicia. Más allá de la monetaria, por supuesto, había pocas razones para extender su material más allá de una entrega. La película original de 1993 tenía un atractivo gancho de ciencia ficción que se prestaba bien para la acción y algunas preguntas llamativas sobre la ética y la tecnología. Súmensele los innovadores efectos visuales y algunas de las secuencias más emocionantes de la carrera de Steven Spielberg y se tiene un blockbuster que comprensiblemente se convirtió en la película más taquillera de la historia cuando se estrenó. Películas subsecuentes trataron de continuar una historia que no tenía para donde ir cuando empezaron a rodar sus créditos. Dos secuelas, una dirigida por también por Spielberg y otra por Joe Johnston, se estrenaron en 1997 y 2001, respectivamente. Después, la serie se mantuvo dormida por más de una década hasta que se le despertó (porque se podía, no necesariamente porque se debía) con Mundo jurásico en 2015.
Mundo jurásico, dirigida por Colin Trevorrow, debe ser una de las películas de alto presupuesto más cínicas y odiosas de tiempos recientes. Su secuela de 2018, Jurassic World: El reino caído, fue rescatada por el ojo para la emoción y el don para el suspenso de su director J.A. Bayona. Esta segunda trilogía llega ahora a su conclusión con Jurassic World Dominio. Aunque el regreso de Trevorrow a la silla del director es poco auspicioso, la premisa promete (por lo menos al principio) algo más que la ya trillada premisa de dinosaurios causando estragos en un recinto cerrado. Después de erupción volcánica que destruyó a la Isla Nublar, los dinosaurios resucitados mediante la clonación han dejado las ruinas del parque Jurassic World y ahora rondan la tierra como una realidad inescapable de la vida humana. Dominio trata de hacerle justicia a las implicaciones de tal evento, imaginando no solo esporádicos ataques a humanos y la invasión de los ecosistemas, pero también una economía con dos caras distintas. Inspira tanto el dominio de de Biosyn, un gigante corporativo de bioingeinería dedicado de reubicar a las criaturas, pero también un mercado negro mundial.
Dominio tiene básicamente dos historias, que es una forma generosa de decir que no tiene ninguna. La primera involucra a los protagonistas de la segunda trilogía. El entrenador de dinosaurios Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) viven como fugitivos en la naturaleza, cuidando a Maisie Lockwood (Isabella Sermon), una adolescente y el primer producto de la clonación humana, como si fuera su propia hija. La segunda línea argumental involucra a los personajes de la película original de Parque Jurásico. Ellie Sattler (Laura Dern) investiga una misteriosa plaga de langostas que ataca campos agrícolas–¿por qué una película cuyo gancho son los dinosaurios tiene toda una subtrama que nada tiene que ver con dinosaurios? Ella sospecha que la plaga es resultado de una conspiración de Biosyn y para demostrarlo recurre a la ayuda de sus anteriores colegas y compañeros de aventura Alan Grant (Sam Neill) e Ian Malcolm (Jeff Goldblum).

Si El reino caído trató de revitalizar la fórmula de la serie incorporando elementos de terror de una manera más explícita, Dominio busca hacer lo mismo tratando de emular una película de espionaje. Cuando Maisie es secuestrada (por razones que son demasiado elaboradas y al final no muy importantes), Owen y Claire se incorporan a una misión de la CIA contra traficantes de dinosaurios con la esperanza de dar con sus captores. Ellie, Alan y Malcolm, por su parte, aprovechan una invitación a las instalaciones de Biosyn para infiltrarse y encontrar evidencias. Todo esto da lugar a situaciones que, si no son frescas, por lo menos son entretenidas. Una persecución por las calles de Malta extrae verdadera emoción del ridículo: dinosaurios que saltan de una terraza en un guiño a Bourne: El ultimátum o que persiguen a Owen mientras trata de saltar en motocicleta a un avión despegando.
Pero Dominio termina aprovechando poco sus posibilidades. Los caminos de sus protagonistas no tardan en coincidir en lo que se siente como la enésima encarnación del Parque Jurásico original, una reserva cuidadosamente supervisada por la gracia del científico multimillonario Lewis Dodgson, (Campbell Scott), quien luce exactamente como el CEO de Apple Tim Cook y es totalmente olvidable y carente de personalidad, como el CEO de Apple Tim Cook. Como el villano de la película que se supone cierra la saga, ¿es mucho pedir que transmita por lo menos un poco de peligro?
A Dominio debe por lo menos reconocérsele que intenta un nada fácil acto de equilibrismo. El obvio interés de los fans (y de los ejecutivos de Universal) por traer de vuelta a los personajes clásicos atenta contra el protagonismo de su nuevo elenco y corre el riesgo de opacarlo. Dominio trata de resolver esto poniéndolos en caminos separados por mucho de su duración. Esto tiene sentido en papel, pero en práctica mata el impulso y resalta los huecos de ambas historias. Tan emocionante como puede ser el ver a Dern, Neill y a Goldblum juntos de nuevo, la realidad es que no tienen mucho qué hacer. Alan y Ellie no hacen más que comportarse como los protagonistas de una comedia romántica, esos cuyo enamoramiento mutuo es obvio para todos pero no para ellos mismos. La película parte de la idea errónea de que porque alguna vez disfrutamos sus aventuras, vale la pena ver lo que están haciendo décadas después.
Una película tan conceptualmente ridícula y narrativamente floja como Jurassic World Dominio puede salvarse solo por la fortaleza de sus secuencias individuales de acción y suspenso. El guion de Trevorrow y Emily Carmichael tiene fértiles situaciones que terminan ejecutadas sin el dinamismo o la energía necesarios para que salten a la vida: salvo unas contadas excepciones, la acción es escenificada de maneras poco imaginativas y fotografiada muy de cerca, perdiendo la claridad e impacto. Solo los efectos visuales que convincentemente integran a los dinosaurios con su entorno (y les dan una cualidad táctil como las de las creaciones animatrónicas originales), y la persistente partitura de Michael Giacchino (reincorporando astutamente los temas de John Williams sin depender flojamente de ellos) logran capturar los ecos de pasadas glorias. Pero es un eco muy débil.